Sí, los premios Nobel de este año recibirán su espacio, pero sin duda el Dr. Emmett Brown requiere que le hagamos un tiempito.
Sí, los premios Nobel de este año recibirán su espacio, pero sin duda el Dr. Emmett Brown requiere que le hagamos un tiempito.
Apenas pasado el terremoto de 1985 y llegaron Marty McFly y el Doc con turbadoras noticias de un futuro donde AMLO y Muñoz Ledo son la oposición, Jacobo Zabludovsky fue prócer del periodismo y hay como una docena de futbolistas mexicanos en Europa.
Delirante como buena parte de la filmografía de Robert Zemeckis, Volver al futuro II nos dio un atisbo de lo que sería este año. Sin embargo viendola de nuevo, es fácil notar que el 2015 de hace treinta años es muy ochentero. Y es que viajar por el tiempo, aún haciendo guiones no es sencillo.
Paul Nahin de la Universidad de New Hampshire en el maravilloso libro Time machines hace un recuento de varías de las hipótesis sobre los viajes del tiempo, sus posibilidades e imposibilidades y varios de los ejemplos en la cultura popular.
De entrada el tiempo es algo complicado de definir. Einstein de plano dijo que era “lo que los relojes medían”. Pero él mismo se encontraba limitado por la idea de que el tiempo era constante en el Universo, algo muy de Newton. El problema es que cuando un objeto se acerca a la velocidad de la luz, a distancias infinitas y a cantidades inmensas de masa, no parecía cumplirse. Newton se volvía un sarcófago que no lo dejaba moverse con soltura en los pizarrones. La solución resultó, nunca mejor dicho, relativamente simple. ¿Y si el tiempo en lugar de ser una constante era tratado como una variable? El tiempo resultó no ser constante y trascurrir más lentamente a mayores velocidades. Desde entonces este extraño fenómeno llamado dilación del tiempo se ha comprobado aún a velocidades alcanzables por un Delorean 1985. Cuanta más materia tenga un objeto más distorsionará el espacio y el tiempo y si llega a ser tan pesado lo puede romper como una roca rasgando una tela delgada. El matemático neozelandés Roy Kerr propuso que algunas estrellas provocaban esto y formaban un agujero de gusano, una especie de túnel que desembocaba en otro punto y tiempo del espacio.
El Universo sería como un terrario con celdas comunicadas por galerías y túneles como los hechos por lombrices, donde pasado, presente y futuro coexisten. Pero antes de que haga las maletas, cronológico y viajero lector, debe saber que nunca se ha visto un punto de salida de esos agujeros. Robert Zemeckis también jugó con esta idea en otra película, Contacto, basada en la novela de Carl Sagan quien se la medio plagió a Francis Ford Coppola. La verdad, con el tiempo, resultan más profundas y menos petulantes las aventuras de Marty McFly por las implicaciones lógicas y edípicas que suponen.
Imagine un viajero del tiempo que mata a su propia abuela en el pasado. ¿Habría nacido? O mejor, se la liga ¿el viajero puede ser su propio abuelo? La misma situación puede volverse más compleja. Imaginemos a una persona que hereda un reloj de bolsillo de su abuela; dicha persona viaja al pasado y obsequia el reloj a quien será su abuela, el mismo reloj que recibirá de ella en el futuro. ¿Entonces quién fabricó el reloj? Más o menos eso pasa en la cursísima Pide al tiempo que vuelva con Christopher Reeve basada en una novela de Richard Matheson (el de Soy leyenda) y que también es medio plagio de la novela Time and Again de Jack Finney. Aunque está claro que no hay que viajar en el tiempo para usar las ideas de otros, imaginemos que un artista famoso se visita así mismo en su anónima juventud y se obsequia la música, los poemas o novela que lo harán célebre y popular tan solo copiarlos…¿quién escribió la música? ¿Quién imaginó la novela? La ciencia ficción está llena de estas paradojas, adaptaciones, homenajes y casi plagios.
Desde El reloj que marchaba hacia atrás de Edward Page Mitchell de 1888 o Un joven yanki en la corte del rey Arturo de Mark Twain hasta la inquietante y reciente Predestinación con Ethan Hawke, el género y la inquietud que motivan parecen gozar de buena salud. Al menos por un tiempo.
Y si usted gusta de pasar el tiempo con el tema, considere, no siempre por buenas, Línea del tiempo de Michael Crichton, la sensacional miniserie británica Life in mars de H.G. Wells, La Máquina del tiempo y 12 monos de Terry Gilliam, así como Looper con Bruce Willis. Y para más sobre la vertiente científica, échele un ojo al texto de Oscar Miyamoto en Muy Interesante de este mes.
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