Durante su visita de seis días a Estados Unidos que ayer concluyó el papa Francisco…
Durante su visita de seis días a Estados Unidos que ayer concluyó el papa Francisco se refirió a diversos temas que la sociedad y la clase política estadounidenses discuten amplia y muchas veces violentamente.
Hay algunos que creyeron que el jesuita argentino no abordaría algunos temas o que los mencionaría de manera discreta y diplomática al pronunciar sus discursos en Washington, Nueva York y Filadelfia. Quienes esto pensaron no han entendido o querido entender que este papa no es parecido a la mayoría de sus antecesores, por lo menos a los del último medio siglo. No es un diplomático como Pío XII y Pablo VI o un político como Juan Pablo II o un intelectual como Benito XVI. Personalmente creo que más se parece al reformador Juan XXIII y al hombre sensible y amoroso que en su breve pontificado nos mostró ser Juan Pablo I.
Lo anterior no significa que Francisco no sepa cuándo actuar como un diplomático o un político, o que no sea intelectualmente sólido. Después de todo, es un jesuita y no se llega a papa si no se poseen esas cualidades. Sin embargo, creo que pasará a la historia por el nuevo rumbo que le está daño a la iglesia católica y por la personalidad buena y generosa que ampliamente ha demostrado tener.
En su discurso ante representantes, senadores, el gabinete de Barack Obama, miembros de la Suprema Corte, el cuerpo diplomático y la crema y nata de la clase política y militar de Estados Unidos, Francisco:
Defendió a los inmigrantes: “Nosotros, pertenecientes a este continente, no nos asustamos de los extranjeros, porque muchos de nosotros hace tiempo fuimos extranjeros. Les hablo como hijo de inmigrantes, como muchos de ustedes que son descendientes de inmigrantes… en este continente, las miles de personas que se ven obligadas a viajar hacia el norte en búsqueda de una vida mejor para sí y para sus seres queridos, en un anhelo de vida con mayores oportunidades. ¿Acaso no es lo que nosotros queremos para nuestros hijos? No debemos dejarnos intimidar por los números, más bien mirar a las personas, sus rostros, escuchar sus historias mientras luchamos por asegurarles nuestra mejor respuesta a su situación. Una respuesta que siempre será humana, justa y fraterna. Cuidémonos de una tentación contemporánea: descartar todo lo que moleste”;
Se pronunció contra la pena de muerte en un país en donde 1,414 personas han sido ejecutadas desde 1976 y 3,001 esperan ser ajusticiadas: “La regla de oro nos recuerda la responsabilidad que tenemos de custodiar y defender la vida humana en todas las etapas de su desarrollo. Esta certeza es la que me ha llevado, desde el principio de mi ministerio, a trabajar en diferentes niveles para solicitar la abolición mundial de la pena de muerte”;
Condenó que la política no sirva al individuo pero si a los intereses económicos: “Si es verdad que la política debe servir a la persona humana, se sigue que no puede ser esclava de la economía y de las finanzas. La política responde a la necesidad imperiosa de convivir para construir juntos el bien común posible, el de una comunidad que resigna intereses particulares para poder compartir, con justicia y paz, sus bienes, sus intereses, su vida social. No subestimo la dificultad que esto conlleva, pero los aliento en este esfuerzo”;
Sin mencionar el cambio climático abordó el tema refiriéndose a su reciente encíclica: “En Laudato si’, aliento el esfuerzo valiente y responsable para «reorientar el rumbo» y para evitar las más grandes consecuencias que surgen del degrado ambiental provocado por la actividad humana. Estoy convencido de que podemos marcar la diferencia y no tengo alguna duda de que los Estados Unidos –y este Congreso– están llamados a tener un papel importante. Ahora es el tiempo de acciones valientes y de estrategias para implementar una «cultura del cuidado» y una «aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza»”.
Sus palabras conmovieron a más de uno. No olvidemos que el vicepresidente Joe Biden es católico, como lo son 26 de los 100 senadores, 137 de los 435 representantes que integran el Congreso federal, y seis de los nueve jueces de la Corte Suprema de Estados Unidos. Varios de ellos lloraron al escuchar a Francisco, entre ellos el presidente saliente de la Cámara de Representantes, el republicano por Ohio John Boehner.
En sus demás discursos el papa argentino se refirió a estos temas y a otros pero sus palabras ante los políticos serán los que probablemente más afectarán en el corto y mediano plazos la realidad política estadounidense.
Francisco es un huracán que llegó al Capitolio y ante la opinión pública destruyó muchas posiciones ideológicas de los legisladores que han empantanado la discusión de diversos asuntos, entre ellos el migratorio. Como lo dijo en Cuba: “El servicio nunca es ideológico, ya que no se sirve a ideas, sino que se sirve a las personas”.
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