Hay veces que necesito hacer grabaciones de audio y con eso de que ya todo es casero me apliqué a aprender programas de edición de…
Hay veces que necesito hacer grabaciones de audio y con eso de que ya todo es casero me apliqué a aprender programas de edición de sonido e imágenes. No alcancé a ser experta en uno cuando todo cambió y de pronto lo aprendido se vuelve obsoleto, ahora todo es por medio de un teléfono inteligente de esos que solo conozco en las manos de los demás; me queda la inteligencia que voy desarrollando día a día en mi cerebro, que comparado con la aceleración de la tecnología lo mío no es nada, por lo pronto tendré que usar los programas que conozco. El elemento casero que no hay, es algo que parezca cabina a prueba de ruidos, no me había percatado hasta que me puse a grabar ¡cómo hay ruidos por todos lados!
El perifoneo es constante, el gas de una compañía, de la otra gasera y una tercera, los tamales, el carrito de los helados, el destartalado camión que se lleva las estufas y los refrigeradores “pero que no sirvan” –dice- y ya entrada la noche, una escuela de inglés que anuncia sus cursos. Los camotes y su silbido, el afilador, el vecino que toca el claxon como desvergonzado; perros, los míos y los de la cuadra entera, niños en la casa de atrás, la podadora del jardinero y más perros. El apache panzón con botas de cascabeles, tambores y flautas maltrechas.
Después de tanto esconderme y cambiar la computadora de rincones, finalmente logré terminar un par de trabajos con todo y edición listos para enviar. Lo que antes me resultó complicado y que ahora me sé de memoria ya no sirve, no se pueden mandar archivos por correo electrónico que porque rebasan la capacidad ¡antes sí se podía! Ahora es por medio del teléfono inteligente y ya dije que no tengo uno, el teléfono que tengo es uno de esos que sirven para hacer y recibir llamadas y no hace nada más, hasta decide la hora y el día en que vivo porque no respeta el dato que yo le doy.
Todos tienen dispositivos actualizados con el internet de las cosas desde donde el aparato les maneja la vida entera, les recuerda cosas y las atienden; les da órdenes y las obedecen, les da indicaciones para llegar a un lugar y se sienten orgullosos de llegar sin perderse, les dice cuán gordos se están poniendo y hasta la dieta que deben seguir. En fin, hacen caso de los dispositivos electrónicos. ¡Ahhhh! eso sí, que no les diga un humano lo que tienen que hacer, que no les diga la mujer que pregunten por la dirección en una estación de gasolina porque se niegan rotundamente. Si no lo dice el teléfono no le creen a nadie.
En fin, mi vida todavía se maneja con cables y mecates de todo tipo, conexiones, extensiones, enchufes y teléfono fijo inalámbrico o sea, en casa encima de una mesa con su cargador y todavía subo corriendo a contestar porque olvido llevarlo conmigo. Me gusta el trapeador de hilo que se lava en el lavadero del patio y las escobas de “mijo” y tender la ropa al sol sin usar la secadora, me gusta pues, la vida cotidiana sin tanto filamento metálico y redes invisibles.
Me gusta el silencio para escuchar mi pensamiento, los cafés para platicar con los amigos sin celulares, las tertulias sin amplificadores de sonido. He terminado por tomar café en deliciosa plática montada en un auto con las ventanas cerradas para no escuchar el perifoneo incesante y la necedad de los lugares de poner la música a todo volumen.
Y la existencia se complica en momentos cuando la única forma de estar en contacto es por un teléfono inteligente, qué tal que aprendo a usar uno y cuando esté a punto de volverme experta, el bendito aparato se modernice y las funciones dejen de ser eficaces, es la diaria la carrera detrás de la tecnología.
A mí tanto que me gustan las libretas, las plumas y el correo ordinario, ese de cartero en el buzón metálico, la vida práctica y sobretodo me gusta el orden en el ambiente. Entre el silencio y la tecnología ruidosamente silenciosa no puedo hacer grabaciones nítidas sin ruidos de fondo, imposible pensar en un quieto momento del día, no hay.
No me digan que me mude a Marte, dicen que ya se descubrió agua entonces no tardará en arribar la multitud que lo destruya todo, que lo único que haya en ese planeta sea ruido y que además para llegar se requiera ¡un teléfono inteligente! Entonces sí, a Marte ya no fui.
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