Ni en 2006 ni en 2012 voté por el entonces candidato presidencial perredista Andrés Manuel López Obrador.
Ni en 2006 ni en 2012 voté por el entonces candidato presidencial perredista Andrés Manuel López Obrador. Supongo que por eso soy en parte responsable de que el hoy caudillo de Morena no ganara alguna de esas dos elecciones.
En 2018 tampoco votaré por él, pero me temo que este vez mi voto, junto con el de millones que no votarán a su favor, no será suficiente para impedir su llegada a la presidencia de la república.
Desde hace semanas llegué a la conclusión de que su triunfo electoral es inevitable y así lo afirmé en este espacio y en mis programas de radio y televisión. Tan convenido estoy de su victoria, que con mis colegas Tere Vale y José Luis Romero Hicks, que aseguran que AMLO no ganará, aposté 10,000 pesos a que éste sí obtendrá la mayoría de los votos el próximo domingo. En caso de que Anaya o Meade ganen la elección perderé la apuesta. Eso sí, con gran felicidad.
Ahora bien, gane quien gane, los mexicanos haremos bien en reconocer su triunfo y dejar de exigir que la elección se resuelva en los tribunales. Aceptemos desde ahora que un cargo se gana con la mayoría de los votos emitidos por los ciudadanos y no mediante procedimientos legales mañosos y tramposos. También reconozcamos al triunfador como el hombre que será el presidente de todos los mexicanos y no solo el de los que por él votaron o de los militantes de los partidos que lo postularon o de ciertas clases sociales o económicas. Nuestro país no puede seguir polarizado y menos en tempos tan difíciles, cuando un populista antimexicano ocupa la presidencia de Estados Unidos. El sucesor del presidente Enrique Peña Nieto deberá lidiar con Donald Trump contando con el apoyo de todos los mexicanos, hayan votado o no por él.
Ahora bien, aceptar el triunfo y reconocer como presidente a vencedor de la elección del 1 de julio no significa que nos convirtamos en sus súbditos. Todo lo contrario. Ante él estaremos obligados a actuar como ciudadanos con derechos plenos y total libertad de expresar nuestras opiniones a favor o en contra de sus decisiones y actos de gobierno. De eso se trata la democracia, entre otras cosas.
Si López Obrador vence clara y contundentemente a sus contrincantes no dudaré en reconocer y defender su triunfo si alguien pretende robarle su victoria. Al asumir la presidencia, el 1 de diciembre, lo reconoceré como mi presidente y como ciudadano libre que soy no dejaré de señalar y criticar sus propuestas, decisiones y acciones que considere perjudiciales para mi país, pero también expresaré mi apoyo para aquellas que piense que son benéficas. A cambio espero que respete mis derechos de libre expresión y no exija mi salida -como infructuosamente lo intentó hacer Felipe Calderón durante su sexenio- de las empresas de comunicación en donde ejerzo mi oficio.
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