México: Violencia e impunidad

A los mexicanos nos ha invadido el terrible sentimiento de que la violencia en el país ya es imparable. Este fatalismo está perfectamente justificado: hay tantos muertos que ya no… A los mexicanos nos ha invadido el...

22 de abril, 2015

A los mexicanos nos ha invadido el terrible sentimiento de que la violencia en el país ya es imparable. Este fatalismo está perfectamente justificado: hay tantos muertos que ya no…

A los mexicanos nos ha invadido el terrible sentimiento de que la violencia en el país ya es imparable. Este fatalismo está perfectamente justificado: hay tantos muertos que ya no caben en la memoria. ¿De dónde salió toda esa gente malvada?, nos preguntamos. ¿La violencia ha aumentado o sólo se ha hecho más visible? En una sociedad atizada por la pobreza, la corrupción, el desempleo, el narcotráfico y el desaliento, la violencia permite a muchos de sus miembros resolver cualquier conflicto y escapar — aunque sea de manera temporal— de la miseria. En muchos ámbitos de la sociedad, la violencia se ha enraizado en la cultura. No es ningún descubrimiento decir que la violencia proviene del miedo o, más bien, de los diversos miedos individuales y sociales. El miedo es un sentimiento proliferante y contagioso. El que actúa con violencia es, sobre todo, alguien con miedo. A su vez, este miedo genera más miedo en quien ejerce esa violencia, creándose así un perverso círculo vicioso. Es por esa razón que las sociedades, en algún momento histórico, crearon al estado y éste, a su vez, a las instituciones, encargadas de otorgar ciertos derechos a los individuos de la sociedad. En México, el miedo avanza de forma ciega, dejando detrás un inconcebible rastro de violencia. Cuando la violencia es generada a partir de la anarquía o del mismo poder, surgen aterradoras consecuencias. México, en lo que a seguridad se refiere, es un estado fallido. En otras palabras, el estado mexicano no parece tener la capacidad de proteger a sus ciudadanos. ¿Cuál es el principal problema? El problema no es el número de policías. En ese sentido el país cuenta con un poco más de la media internacional. Pienso que el asunto debería centrarse en la calidad de los mismos. Es de todos sabido que para combatir la corrupción policiaca se requiere hacer una depuración de los cuerpos de seguridad, incrementar sus ingresos y perspectivas profesionales, así como entregarles bonos de actuación. Pero, sobre todo, se tiene que trabajar en cambiar la imagen que tienen los policías de ellos mismos y, en consecuencia, la imagen que tiene la sociedad. En los países avanzados un policía merece respeto y admiración; ser un policía no es poca cosa. Entonces, si el mayor problema no está en el número de policías —aunque sí en la calidad de los mismos—, ¿dónde está? Acabo de enterarme que México ocupa el lugar 2 de 59 países con mayor impunidad, quedando sólo por debajo de Filipinas y apenas un escalón por encima de Colombia y dos de Turquía. ¿Por dónde empezar? Se me ocurre que se podrían ejecutar las más de un millón de órdenes de aprehensión que, por corrupción o negligencia, están pendientes de cumplir. Habría mucho menos delincuentes en la calle. Por supuesto, la detención de las personas, por sí sola, no resuelve el problema, pero es un paso primordial. Después está el asunto de las sentencias ejecutadas, y eso nos conduce a los jueces. En México existen sólo 4 jueces por cada 100 mil habitantes y, por cada juez, se abren 490 expedientes al año. ¡Es ridículo!, sobre todo, si comparamos esa cifra con la del promedio internacional de impunidad: 17 jueces por cada 100 mil habitantes [1]. Con ese número de jueces resulta imposible resolver todos los casos. De acuerdo con algunos datos del Instituto Tecnológico de Monterrey, en lo que va de 2015, el 98.5% de los delitos que han sido cometidos en el país, ha quedado impune. Es claro: se tiene que incrementar el número de jueces. Por supuesto, para bajar los índices y la intensidad de la violencia en México, se requiere de una estrategia integral, que involucre a todos los niveles de gobierno y a todos los sectores de la sociedad. Sin embargo, ¿por qué no empezar por ahí? Al bajar la impunidad, bajaría de manera automática la violencia.

[1] Índice Global de impunidad, 2015. Universidad de las Américas, Puebla.

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