Las grandes preguntas en educación: ¿a quién educamos? Y ¿para qué educamos?

“El hombre parte de la homonización a la humanización, en este complejo, interactúan, cerebro – mano – lenguaje – mente – cultura – sociedad… “El hombre parte de la homonización a la humanización, en este complejo, interactúan, cerebro...

22 de abril, 2015
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“El hombre parte de la homonización a la humanización, en este complejo, interactúan, cerebro – mano – lenguaje – mente – cultura – sociedad…

“El hombre parte de la homonización a la humanización, en este complejo, interactúan, cerebro – mano – lenguaje – mente – cultura – sociedad, donde se contienen todas para ser, y son parte del desarrollo humano y por lo tanto, del desarrollo educativo como integración individual y social que a su vez busca el desarrollo integral y pleno de los seres humanos (Sacristán G. Pérez G. 1996).

Para entender lo educativo, en el proceso de transformación del ser humano, lo primero es responder ¿a quién educamos? Y ¿para qué lo educamos?, pero para responder, es necesario entender quiénes somos, de forma universal, individual, singular y como educadores. Partiendo de esa premisa, sin ser un análisis exhaustivo y bajo una visión sistémica se invita a la reflexión a partir de los siguientes autores.

Para Morín (2003) La homonización es una aventura comenzada, según parece ahora, hace siete millones de años. Es discontinua, con la aparición de nuevas especies –habilis, erectus, neardental, sapiens- y la desaparición de las precedentes, así como con la domesticación del fuego, después del surgimiento del lenguaje y la cultura. Es continua en su dialógica que entre-desarrolla la bipedación, la manualización, la verticalización (del cuerpo), la cerebralización, la juvenilización, la complejición social (Moscovici 1972), procesos en cuyo curso aparece el lenguaje propiamente humano al mismo tiempo que se constituye la cultura, capital transmisible, de generación en generación, de los saberes, saber –hacer, creencias, mitos, lo adquirido…

El individuo humano sin duda alguna no puede escapar a su suerte paradójica: es una pequeña partícula de vida, un momento efímero, algo de poco valor, pero al mismo tiempo despliega en sí la plenitud de la realidad viviente –la existencia, el ser, la actividad- y de este modo contiene en sí el todo de la vida sin dejar de ser una unidad elemental de la vida. Al mismo tiempo, despliega en sí la plenitud de la realidad humana, con la consciencia, el pensamiento, el amor, la amistad. Contiene en sí el todo de la humanidad, sin dejar de ser la unidad elemental de la humanidad (Morín, 2003).

Y así pasamos de ser sólo homo al humanitas. La educación como un proceso de aprendizaje social nos lleve al humanitas, como dice Ana María Patiño “lo que ocurre es que, en cuanto miembros de nuestra especie, nacemos humanos, pero eso no es suficiente, nuestra condición es de suyo inacabada, y toda nuestra vida es un proceso de aprendizaje, nos vamos humanizando en el contacto con otros seres humanos” (2010).

La concepción de la condición humana como proyecto del ser se encuentra en perfecta consonancia  con la idea de que la persona es una realidad abierta. La apertura significa que se encuentra volcada a lo otro y al otro; que es fundamentalmente un ser de relación (Patiño 2010) y a su vez se generan relaciones de encuentro, opuesta a la relación objetivante, el encuentro –llamado también relación ambital- es una relación de dialogo  con la realidad, en la que ésta es vista como un ámbito de interacción (López Quintás 1977, citado por Patiño).

En el campo de la educación resulta crucial sostener una concepción justa de la persona, es decir, una concepción que evite la simplificación de las visiones unilaterales y que tomen en cuenta la complejidad de la condición humana, pues en la práctica educativa se aterrizan las concepciones antropológicas. De ahí que, en cuanto saber prudencial, la educación requiere una fina comprensión de la realidad humana que la ayude en su actualización donde  actualizar lo humano significa realizar sus potencialidades (Patiño 2010).

Desde una perspectiva humanista y compleja, Edgar Morín plantea: “la educación del futuro deberá ser una enseñanza primera y universal centrada en la condición humana. Estamos en la era planetaria; una aventura común se apodera de los humanos donde quiera que estén. Éstos deben reconocerse en su humanidad común y, al mismo tiempo, reconocer la diversidad cultural inherente a todo cuanto es humano”.

Así, el fin de la educación será la transformación del hombre en una mejor persona, con el desarrollo de todas sus dimensiones y potencialidades para hacer una mejor sociedad, mejor ciudadano para “construir un mundo mejor”, como diría Freire.

Si el hombre no está separado de su medio “ambiente” ¿dónde estamos los seres humanos?, inicialmente todo lo que nos rodea y a partir de la visión sistémica del ambiente: es un sistema dinámico, compuesto por un conjunto interactuante de elementos naturales, sociales y culturales en un momento y lugar determinado, así como por los resultados de las interacciones entre todos ellos (Trelles S. 2000).

Así la educación como un entender el dialogo de los hombres con su realidad, su medio, su ambiente, su cultura se sitúa en un proceso de socialización, de encuentro, de aprendizaje y de enseñanza con el otro y para los otros (Fullat, 1988). La enseñanza situada desde las dimensiones humanas interrelacionadas con su medio, para asimilarlas, entenderlas, concientizarlas, comprenderlas y transformar su realidad en algo mayor y mejor para la felicidad humana. Se educa ¿para? Ser mejores personas y más felices, para transformar nuestro entorno en uno que nos humaniza y no nos separa, compite, destruye y esté acorde con el pensamiento moderno, de progreso y desarrollo, pero ¿qué significa desarrollo en esta modernidad?, “La realidad es que la idea de progreso en la sociedad contemporánea se refiere más bien al avance del conocimiento científico y tecnológico, y al bienestar material tanto individual como colectivo y la búsqueda del perfeccionamiento espiritual quedó en un segundo nivel (Patiño,2010 ) es en este desnivel de las finalidades del progreso que Gimeno Sacristán ve “el primer fracaso del programa de la modernidad” (citado por Patiño, p 155).

Entonces, la educación como vía de progreso la estamos entendiendo simplificada, parcelada porque sólo atiende una dimensión del hombre, la que prima el conocimiento científico, empírico, de lo cuantificable: la razón en su esquema de racionalización que “oculta las realidades afectivas de los seres humanos, diría Morín”. Por eso, una de las primeras crisis a las que nos enfrentamos es la crisis cognitiva, porque el conocimiento parcelado produce ignorancias globales. Nuestro pensamiento mutilado conduce a acciones mutiladoras (Morín 2011) y así, la realidad esta parcelada, dividida, fuera de nosotros, objetivisada y por lo tanto no pertenece al ser, sino a su saber conocer solamente. Como dice Lefft, la crisis ambiental es la crisis de nuestro tiempo. No es una catástrofe ecológica sino el efecto del pensamiento con el que hemos construido y destruido nuestro mundo.

¿Cómo educar para una sociedad humanizada dentro de éstos esquemas que plantean lo contrario? ¿Cuál es el papel que debe asumir la educación en torno a lo humano y su realidad?

Si tomamos como referente de toda educación que su finalidad es hacer del hombre y de su entorno algo mejor y más humanitas y por lo tanto más feliz y pleno, uno de los objetivos de la educación de forma particular deberá hacer al ser humano una persona crítica, de sí mismo y de su entorno, consiente, participativa, con una apertura al conocimiento, a la duda y a la incertidumbre, a la pregunta que debe ser contestada con actitudes positivas y abiertas al ser y a su entorno. A partir de esta necesidades educativas en general, y tomando en cuenta al ambiente dentro del marco educativo (educación ambiental), no como un simple accesorio de la educación (Sauve, 1999), como se le ha querido ver; no es la hija incómoda de la visión moderna de la educación, en la que estorba por su gran contenido humano, como Sauvé apunta, “porque involucra la reconstrucción de los sistemas de relaciones entre personas, sociedad y ambiente”, es simplemente lo que se le ha llamado la educación ambiental, que en su esencia más pura, es educar, el educere de poder sacar todo lo que el ser humano es en todas sus dimensiones en la Tierra Humanidad como percepción de mutua pertenencia y de unidad orgánica, como dice Boff y/o sentirse un ciudadano de la Tierra – Patria como lo llama Morín.

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BIBLIOGRAFÍA

  • Boff L (2008) La opción Tierra. España, Salterrae
  • Fullat G. (1988) Filosofía de la educación. Barcelona, España, Vicens-vives
  • Gimeno Sacristán, Pérez Gómez (1996). Comprender y transformar la enseñanza. España, Ediciones Morata
  • Morín Edgar (2011) La Vía para el futuro de la humanidad. Madrid, España, Paidós
                        (2003) el Método: la humanidad de la humanidad. Madrid, España, Cátedra
  • Patiño Domínguez H. (2010) Persona y Humanismo. México, Universidad Iberoamericana Puebla.
  • Sauvé, L. (1999). La educación ambiental entre la modernidad y la posmodernida : En busca de un marco de referencia educativo integrador. Tópicos, 1(2) 1999, p. 7-27.
  • Tréllez E.(2000) La educación ambiental y las utopías del siglo XXI. Tópicos en educación ambiental., Vol. 2 No. 4
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