La realidad de la demencia

La enfermedad Alzheimer es la causa más común de demencia y la que tiene más presencia en los medios de comunicación. Sin embargo, existen otras… La enfermedad Alzheimer es la causa más común de demencia y la...

12 de abril, 2016
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La enfermedad Alzheimer es la causa más común de demencia y la que tiene más presencia en los medios de comunicación. Sin embargo, existen otras…

La enfermedad Alzheimer es la causa más común de demencia y la que tiene más presencia en los medios de comunicación. Sin embargo, existen otras manifestaciones clínicas como la demencia vascular,  la demencia fronto-temporal,  la demencia de los cuerpos de Lewy, la demencia mixta, la enfermedad de Parkinson, la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob o el síndrome de Werincke-Korsakoff. 

Estas enfermedades se reconocen como trastornos neurodegenerativos progresivos. Durante las últimas décadas, la investigación epidemiológica de la demencia ha hecho enormes progresos en todos los ámbitos, desde genéticos, neurocientíficos y en la comprensión de las necesidades de los ambientes en que el paciente y las familias pueden aumentar su calidad de vida de manera conjunta, sobre todo, en países industrializados.

El reporte mundial 2015 del Grupo Internacional Portavoz de la Enfermedad de Alzheimer, menciona que el año pasado se calculaba que 46.8 millones de personas vivían con demencia en el mundo y que se reportarían 9.9 millones de nuevos casos. Además se estima que para el año 2050 la cifra aumentará  a 131 millones de personas. A ello se agrega que la demencia es la sexta causa de muerte, al menos, en los Estados Unidos.

No es un secreto que en México existe un aumento de la población geriátrica, lo cual implica un aumento en la posibilidad de que la prevalencia de la demencia aumente. Un estudio publicado por Mejía-Arango y Gutiérrez en el año de 2011 con población mexicana, en el cual participaron 7 166 personas, reporta una prevalencia de 6.1%, misma que se presenta en mayor medida entre las mujeres, y que aumenta la probabilidad de que se presente algún tipo de demencia conforme se tiene más edad. Empero, cabe resaltar que en México no existen datos epidemiológicos oficiales y que no se cuenta con un programa centrado específicamente en la demencia o en algún otro trastorno neurodegenerativo, por ello puede que esta cifra sea aún mayor.

Tomando en cuenta que la esperanza de vida aumenta año con año debido a los avances médicos, es de preocuparse que antes de la edad de retiro que marca el gobierno mexicano, muchas personas estarán sufriendo los estragos de alguno de los tipos de demencia, lo que implica un amplio costo de pensiones y cuidados médicos. Los estragos se multiplican si se toman en cuenta a los familiares del afectado quienes vivirán situaciones similares a cuidar a un niño pequeño que requiere asistencia continua, con lo cual se aumentaría el ausentismo laboral.

Sólo seis países en el mundo han diseñado programas específicos para la población geriátrica, México, desde luego, no figura entre ellos, lo cual pone en riesgo a un país que ha aumentado la edad de jubilación y al mismo tiempo, no cuenta con la infraestructura sanitaria para brindar atención a la población. El riesgo es mayor por ser un país en vías de desarrollo.

Se ha demostrado que cuando los países diseñan un buen plan de prevención, los costos en cualquier situación disminuyen. Esto es particularmente importante en el sector médico cuando los gastos de salud recaen principalmente en el gobierno,  ya que prevenir no sólo disminuye el impacto que diversas enfermedades, o síndromes tienen sobre las personas que los padecen, sino sobre los presupuestos nacionales destinados a la salud de la población.

En este sentido, diversos países encuentran importante la creación de programas que permitan la prevención del impacto de la demencia en sus habitantes, la cual es definida como un síndrome clínico caracterizado por un conjunto de síntomas y signos que se manifiestan por las dificultades cognitivas, conductuales,  psicológicas o musculares, lo que puede generar diversos características como son problemas de memoria, confusión, desorientación, dificultades para hablar o comprender lo que otros dicen, completar tareas, confusión mental o dificultad para reconocer cosas comunes, irritabilidad, cambios de personalidad o de humor, dificultad para descansar, ansiedad, nerviosismo, depresión, alucinaciones o paranoia y las alteraciones en las actividades de la vida diaria. Esto, remarco, impacta no sólo en la persona que lo presenta, sino también en el entorno donde éste se desenvuelve.

Es por ello que las familias deben estar preparadas, no solo económica, sino psicológicamente para comprender las necesidades de sus familiares, principalmente padres y abuelos, que van a requerir mucho más que sólo cuidados paliativos. Aseguró todo lo anterior en exclusiva, Alma Dzib-Goodin, doctora en Neurociencias por la Universidad Estatal Lomonosov de Moscú, Rusia. 

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