La puntita, nada más…

¡En temas sexuales, cómo hemos progresado en los últimos tiempos! ¡En temas sexuales, cómo hemos progresado en los últimos tiempos! Hasta hace pocos años, la homosexualidad (de hombres y mujeres), era un tema prohibido hasta en los...

30 de junio, 2017
iceberg

¡En temas sexuales, cómo hemos progresado en los últimos tiempos!

¡En temas sexuales, cómo hemos progresado en los últimos tiempos!

Hasta hace pocos años, la homosexualidad (de hombres y mujeres), era un tema prohibido hasta en los Estados Unidos (la Meca de la industria pornográfica mundial).

En la época de Billy Boy Clinton (el que se hizo célebre por sus hazañas en la Oficina Oral), la homosexualidad en las fuerzas armadas (sin albur), fue resuelta con el “no preguntes- no hagas olas”; o como la canción del finado Juan Gabriel: “el que busca encuentra…”

Entre las grandes “conquistas sociales”, ya hay hasta matrimonio homosexual, que permite a todos los niños y niñas, tener dos papás o dos mamás.

(Si al principio hubiera habido Adán y Adán, o Eva y Eva, no habría habido ni Génesis).

La “educación sexual” no solamente se limita a temas anatómicos y fisiológicos, sino que ahora alcanza a la infancia desde los jardines de niños, donde se busca despertar en “Panchito” el apetito carnal por “Juanito”; y los deseos eróticos de “Luisita” por “Fernandita”.

En los remotos tiempos de mi juventud (en el jurásico, digamos), para adquirir una revista “pornográfica” había que tener “palanca” con el voceador de la esquina, que después de mucha insistencia, desenvainaba de entre sus periódicos (ocultas en el fondo de su puestecito), la revista Caballero, Ja-Ja, Pimienta y Estrellas de Cinelandia de las que, solamente Caballero desplegaba sus bellezas ¡con las pechugas al aire!

Playboy solamente podía verse en alguna peluquería o adquirirse de segunda mano (sin albur), o mediante suscripción cuyos misteriosos tramites estaban reservados para los adultos iniciados en el tema.

Ahora la pornografía nos inunda por todos los medios hasta tal punto, que es imposible pasarla inadvertida.

Hemos transitado un largo camino desde los tiempos en que Freud lucubraba con el sexo y las preferencias aberrantes como un padecimiento psicológico; y eso que Don Segismundo no era precisamente un hombre temeroso de Dios ni del pecado.

A este paso, no me parece difícil que los legisladores “visionarios”, movidos por su afán “mejorador” y su desinterés “altruista”, despenalicen los delitos de incesto, pederastia, adulterio y demás disposiciones “retrógradas” para que ya no quede nada prohibido y todos puedan entregarse sin inhibiciones a una interminable bacanal.

Para legalizar el incesto, se dirá que no hay mejor instructor en estos temas que los padres y las madres, que, habiéndoles dado la vida a sus descendientes, lo menos que pueden esperar es que sus hijos e hijas se dejen enseñar los secretos del sexo por ellos y ellas.

El incesto entre hermanos y hermanas, será recomendado por motivos análogos, con el añadido de que, en términos económicos, habrá un significativo ahorro en hoteles de paso, ya que la diversión “en familia” (sin Chabelo), podrá desenrollarse en las habitaciones de la casa, sin el riesgo de las redadas policiales, y demás posibles accidentes que suelen ocurrir en los hospedajes de “pisa y corre”…

No encuentro evidencia de los congresos médicos, psiquiátricos, psicológicos y de otras ciencias conexas, en los que de manera científica se haya llegado a la conclusión de que, la homosexualidad permaneció en su closet por milenios por un inexplicable error, siendo la cosa más natural imaginable; y que por milenios enteros, la humanidad heterosexual ha vivido en equivocada, privándose de las delicias de un vasto menú de diversiones “permisibles”.

Lo que sí sé, es que no ha habido ningún congreso de otorrinolaringólogos que haya decretado que la mejor forma de controlar el exceso de peso, es alimentarse a traves de las orejas; como tampoco he sabido de convenciones de gastroenterólogos y  proctólogos que hayan llegado a la conclusión de que, el recto en realidad  es un camino “de ida y vuelta” diseñado de origen y consolidado por la evolución, como ruta de evacuación y puerta de bienvenida.

¿Por qué hablar de todo esto en estas líneas?

Me refiero a este tema (tan delicado y riesgoso) por dos motivos básicos:

Por la agenda de quienes lo promueven organizada y sistemáticamente; y por la doble moral que desde el mismo sitio, señala de manera exclusiva e intensiva los excesos sexuales de los sacerdotes católicos, sin dirigir sus pesquisas hacia rabinos, ayatolas, imanes, mulahs, monjes (budistas), gurús y demás líderes espirituales proclives a emular las hazañas del legendario Rasputín.

Negar la existencia de un poderosísimo lobby homosexual, es cuando menos ingenuo…

El acusado más reciente por conductas de abuso sexual infantil, es el cardenal australiano George Pell.

A mí como abogado (y como católico) me parece cuando menos sospechoso, que esta clase de acusaciones, y su cobertura mediática intensiva, se enfoque de manera única y exclusiva sobre los sacerdotes católicos.

¿No habrá pervertidos en la iglesia anglicana, judía, musulmana, budista, hinduista y demás denominaciones?

Aclaro que no aplaudo ni secundo que los adultos abusen sexualmente (ni de ninguna otra forma de los menores); como tampoco apruebo que de manera masiva e intensiva se esté imponiendo la perversión de los infantes a traves de programas escolares que alientan una sexualidad prematura y torcida en los indefensos.

La campaña propagandística que ha hecho ver la homosexualidad y todas sus derivaciones como grandes conquistas de la humanidad, ha logrado intimidar cualquier disidencia, y ha conseguido acallar las críticas y la oposición, bajo la amenaza de que, quienes se oponen a este desastre, son marginados y hasta perseguidos como retrógradas y anticuados.

La doble moral y la mala fe que predominan en esta “revolución” de la mentira, es la que alienta y aplaude el río de la homosexualidad y sus afluentes, mientras sigue denunciando exclusivamente a los pederastas del clero católico.

Si estos francotiradores de la gran agenda de la perversión sexual fueran (cuando menos) congruentes, tendrían que aplaudir a los curas que hoy acusan, señalándolos como precursores de la pedagogía sexual que por su parte promueven e imponen, en vez de señalarlos como pervertidores.

Debo dejar en claro que no aplaudo ni apruebo que cualquiera (católico o judío; laico o clérigo) induzca la sexualidad y su perversión en los más vulnerables que son los niños.

Lo que me parece que debe denunciarse y combatirse desde donde se pueda y como se pueda, es este gran lobby de la perversión que transita disfrazado de progreso humano.

Preguntémonos para comenzar: ¿Qué propósito persiguen los que alientan y difunden la homosexualidad y la estimulación prematura del sexo en los pequeños desde el kínder?

Comencemos por llamar a las cosas por lo que son:

El aborto es un genocidio “políticamente correcto”, perpetrado al son de “ojos que no ven, corazón que no siente”.

La promocion sistemática y organizada de la homosexualidad y todas sus derivaciones, no es la lucha espontanea de homosexuales y lesbianas, sino su aprovechamiento para avanzar otros propósitos de dominación y manipulación.

Nuestra sociedad no ha terminado de “progresar”. Si no nos despertamos, otros “avances y logros” llegarán.

Hasta ahora, de este poderoso fenómeno controlado, hemos visto “la puntita nada más”…

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