La Mirada

“Pa’ lo que hay que ver en este mundo, con un solo ojo basta.” Filósofo sudcaliforniano   "Pa’ lo que hay que ver en este mundo, con un solo ojo basta." Filósofo sudcaliforniano ¿Qué no se ha dicho en torno...

24 de agosto, 2016
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“Pa’ lo que hay que ver en este mundo, con un solo ojo basta.” Filósofo sudcaliforniano

 

"Pa’ lo que hay que ver en este mundo, con un solo ojo basta." Filósofo sudcaliforniano

¿Qué no se ha dicho en torno de los ojos? Cuando alguien aconseja prudencia nos dice, “Ojos de chícharo”, “Pon un ojo al gato y otro al garabato” o “Duerme con un solo ojo”. Asímismo, mientras criticamos a los demás, difícilmente nos atrevemos a “ver la viga en nuestros propios ojos”. Así, cuando un padre de familia tiene cara de suegro dice que a sus hijas las cuida como “Las niñas de sus ojos”. También no falta por ahí algún cuernilargo pacifista que constantemente pregone: “Ojos que no ven, corazón que no siente”.

La forma y el aspecto de los ojos son motivos eternos de inspiración para los ociosos, quienes gozan adjudicándoles a los ojos del prójimo las más crueles comparaciones. A los que tienen ojos pequeños y redondos les dicen “Ojos de piquete en tierra dura”. En cambio, si los tienen grandes entonces serán “Ojos de huevo sancochado”. Si algún los tiene saltones y redondos serán “Ojos de rana” ¿Y si los tuviera rasgados? Entonces son “Ojos de ojal de calzoncillo” A los y las de ojos entornados les dirán que tienen “Ojos de borrego a medio morir”. También habrá personas cuya mirada es alegre, a quienes tildarán de “Ojos de ranchero endomingado”.

Y lo que es peor todavía, ni las personas con deficiencias oculares están exentas de que se les diga “Ojos de defensa marítima” (uno mirando hacia océano Pacífico y otro hacia el Mar de Cortés). Por si esto fuera poco, hay carrilludos que se atreven a decirles a las mujeres, románticamente, que tienen “Ojos de cielo” (uno cubierto por una nube y el otro relampagueando).  

La mejor manera para destacar el color de los ojos de una mujer es a través de las composiciones musicales; entonces cantamos: “Un par de ojitos negros, cielito lindo, de contrabando”; “Por unos ojitos negros, negritos como mi suerte; “La chica de los ojos cafés”; “Tus ojos castaños que son mi tormento”; “Esos lindos ojitos azules, con que adornas graciosa tu frente”; “Tiene los ojos tan zarcos la norteña de mis amores”; “Son tus ojos verde mar, dos gotitas de agua clara”. Y más verde: “Aquellos ojos verdes, serenos como un lago, en cuyas quietas aguas un día me miré…”.

Dos versículos bíblicos pueden ubicarnos sobre un buen norte de juicio tocante a la expresión de los ojos femeninos. Salomón dijo a su amada: “Tus ojos son de palomas” (de mirada inocente, tranquila), mientras que para Sirácides, la desvergüenza de una mujer se lee en la viveza de su mirada. No obstante, hay que ser cautelosos con las miradas de las mujeres, aunque mil veces se nos diga que “los ojos son el espejo del alma”, ya que siempre habrá “Ojitos de engaña a veinte”, y porque no siempre seremos buenos lectores del mensaje que transmiten, pues frecuentemente “La vista engaña” y otras veces “Caras vemos, corazones no sabemos”.

Bien, y qué sucede cuando un Galán (previamente enviagrado y embriagado) pretende los favores de una perfumada señora, pero que es varios años menor que él. Pues al rabo verde únicamente le quedará cantarle un tango: “Que veinte años no es nada, que es febril la mirada”. En caso de que la vampiresa aceptara, urgida por pagar el recibo de la luz, pero si éste le dijera: Mi princesita, hasta fin de mes traeré luz, entonces ella le gritaría: ¡Lárgate infeliz jubilado!, contigo “No veo claro”.

Para terminar, ¿qué decir de los respetables invidentes? Sobre este punto contaré una anécdota. A finales de los años setenta, un político visitó en gira proselitista un apartado rancho del sur del Estado de Baja California Sur. El jefe de familia tenía ya dos años de haber perdido su vista, según le informó al candidato a su llegada, y éste, muy sorprendido, al ver que el veterano ranchero mecía en sus brazos a su hijo recién nacido, irónicamente le preguntó:

– "¿Y cómo le hizo, señor, si usted está ciego?"

– "Pues sí licenciado, estoy ciego, pero nadie me ayudó; actué por purititos cálculos matemáticos, ¡verdá, vieja!"

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