La publicación de las conclusiones, si así puede llamarse a un documento inacabado, de las sesiones del Sínodo de la Familia levantó ámpula entre los grupos conservadores. Resulta evidente que…
La publicación de las conclusiones, si así puede llamarse a un documento inacabado, de las sesiones del Sínodo de la Familia levantó ámpula entre los grupos conservadores.
Resulta evidente que los conservadores dentro de la Iglesia, que para más señas pretenden seguir adheridos a las enseñanzas de Juan Pablo II y a las de Benedicto XVI por no decir que a las del Concilio de Trento, van a dar la batalla por no ceder ante lo que ellos consideran una dicotomía irreconciliable: las verdades de la fe y los cambios sociales. No quieren entender que se trata de la dialéctica entre verdad y caridad cuyo resultado debería ser un aggiornamiento…
El cardenal norteamericano Raymond Burke, una de las figuras más representativas de los conservadores, no ha escatimado críticas al Sínodo. En una entrevista publicada un día antes de la conclusión del mismo, Burke estableció que el Papa "no es libre para cambiar las enseñanzas de la iglesia con respecto a la inmoralidad de los actos homosexuales o la insolubilidad [sic] del matrimonio o cualquier otra doctrina de la fe".
Lo que a Burke indigna es que el Papa Francisco pretenda ampliar el debate para definir aspectos más de magisterio que de doctrina. Es decir, de cara al signo de los tiempos, concepto asociado a la visión de una Iglesia semper reformanda, el actual Pontífice con toda la potestad del cargo, ha decidido extender los espacios de deliberación para que todos los miembros de la Iglesia puedan opinar sobre las costumbres, no de la doctrina, tal y como se hizo en tiempos apostólicos.
Más papistas que el Papa, Burke y muchos otros más han podido poner en tela de juicio la intención de apertura de la Iglesia gracias a la idea de colegialidad que el Papa está retomando de los orígenes de la Iglesia. Lo malo es que no los mueve la caridad cristiana sino el interés de mantener el status quo que los coloca por encima de los fieles de un modo casi inalcanzable y no parecen querer entender lo que Bergoglio ya entendió: el futuro de la Iglesia católica depende de que acoja en su seno a todos los que quieren estar dentro de ella, independientemente de sus orientaciones sexuales o que por razones muy comprensibles, se hayan separado de su primera pareja y ahora viven, legalmente o no, con otra persona.
Otros conservadores que abiertamente han cuestionado al Papa fueron el cardenal Velasio de Paolis -primer auditor de los Legionarios de Cristo, bastante fallido por cierto- y el presidente de la conferencia del Episcopado Polaco, Mons. Stanislaw Gadecki, quienes, palabras más, palabras menos, dijeron que la misericordia tiene sentido si es consistente con la verdad doctrinal…
Los conservadores ya están armados ideológicamente -no doctrinalmente- hasta los dientes y han hecho un uso sustancial de las redes sociales para avanzar su posición… con la consecuente confusión de los fieles.
Sin embargo, el Papa Francisco no se arredra. Ayer, en la misa de beatificación de Paulo VI, contó con la presencia, apoyo y testimonio de su antecesor, Benedicto XVI. Se sabe que muchos de los inconformes han ido a pedir la bendición de Ratzinger para impedir los cambios; pero el Papa emérito no se ha movido de su posición: el Papa es Francisco y punto.
Aprovechando el momento, el Papa Bergoglio respondió suave, pero categóricamente a sus detractores: “Dios no tiene miedo a las novedades” y con ello atajó muy elegantemente a los críticos.
Por lo que toca al Sínodo, nada está resuelto. Los participantes se llevaron un documento de trabajo a su casa y el próximo año se verá en que concluye el Sínodo. El documento está prácticamente aprobado; sólo tres de los 62 párrafos se mantienen en reserva, referentes al posible regreso a los sacramentos de los divorciados vueltos a casar y a la actitud de la Iglesia hacia los homosexuales.
Pero la efervescencia y la confusión están ahí, gracias a un grupo de obispos y fieles que no quieren entender el signo de los tiempos… y les gusta la polilla.
Y aquí, el padre Alejandro Solalinde, conocido defensor de los derechos humanos, estará declarando este lunes ante el Ministerio Público sobre lo que sabe de “oídas” acerca de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Su dicho es relevante para abrir otras líneas de investigación en el caso, pero resultaría más provechoso que declararon los testigos directos de los hechos
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