Nuevamente el Papa Francisco sorprende. La semana pasada, abogó por la igualdad salarial entre hombres y mujeres. A ninguno de sus predecesores se la habría ocurrido decir que la diferencia…
Nuevamente el Papa Francisco sorprende. La semana pasada, abogó por la igualdad salarial entre hombres y mujeres. A ninguno de sus predecesores se la habría ocurrido decir que la diferencia salarial es injusta, tratándose de trabajos iguales, realizados por hombres y mujeres. Pero fue más allá en su alocución del pasado miércoles en la Audiencia general: es machista la idea de asegurar que la crisis de la familia se debe a que las mujeres salen a trabajar. Eso dijo textualmente. A buen seguro muchos de los presentes se quedaron de una pieza al escuchar la palabra machismo y la defensa sobre el trabajo femenino como una necesidad no sólo económica, sino de desarrollo personal.
Consistente con lo anterior, pero con los límites dogmáticos necesarios, el Papa recibió a la arzobispa luterana de Uppsala y primada de Suecia, Antje Jackelén, quien encabezó la delegación de la Iglesia luterana sueca en la visita a la Santa Sede. El Papa inició su discurso diciendo "¡Estimada Señora Jackelén, querida hermana, queridos amigos", lo cual resulta perfectamente natural, pues resulta obvio que la Iglesia de Roma no va aceptar el sacerdocio femenino. Eso sí, el recibimiento fue afectuoso y con la más que buena crianza que ha demostrado el Papa en los distintos encuentros que ha tenido con religiosos de otras denominaciones cristianas. Claro que en esta ocasión fue distinto, porque no llegó un señor de sotana y alzacuello, sino una señora vestida de ese modo. Las columnas de Bernini han de haber sentido un leve temblor… Mientras que la Curía se ha de haber estremecido violentamente.
El encuentro con la arzobispa fue no sólo cordial, sino que apuntó al diálogo de todas las confesiones cristianas para hacer un frente unido, a partir del concepto de misericordia, en defensa de los cristianos perseguidos en el mundo, apuntalar los elementos de unidad en temas como familia y vida en el diálogo ecuménico, y muy particularmente, las celebraciones del quinto centenario de la reforma luterana, cuando Martín Lutero pegó las 101 tesis en las puertas de la catedral de Wittenberg, lo que fue el inicio formal del gran cisma de Occidente.
Lo que más destacó del discurso, es que el Papa sostuvo como irrenunciable en el diálogo ecuménico la defensa de la dignidad de la vida humana y dijo que sería una lástima que posiciones divergentes en materia de familia, sexualidad y matrimonio ahondaran la diferencia entre las distintas confesiones.
La posición fue muy clara, la Iglesia romana podrá transigir en muchas cosas, pero no aceptará el matrimonio entre homosexuales ni sancionará la legalización del aborto. El segundo punto tendrá consenso, pero seguramente, el primero no…
El Pontífice aprovechó para agradecer el apoyo que los luteranos suecos dieron a los sudamericanos que huyeron de los regímenes dictatoriales de las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado.
Y hablando de las dictaduras, el proceso de beatificación del empresario argentino Enrique Shaw, al que el Papa describió como “rico, pero santo”. Para los que consideran, erróneamente, que Jorge Mario Bergoglio es afecto a la revolución y a la teología de la liberación, lo que ha dicho el Papa es que una persona puede tener dinero, pero eso no lo condena; si lo administra bien, lo hace crecer y ayuda a los necesitados, por supuesto que está bien con Dios y con los hombres.
Ese es el caso de Shaw, el primer empresario que podría ser beatificado, ya que tuvo un profundo compromiso con la defensa de los derechos de los trabajadores e intentó conjugar los valores cristianos con los empresariales. Bonaerense, igual que el Papa, fue un laico con una familia numerosa, que fundó en 1952 la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa, presidente de la Acción Católica Argentina y fundador del Movimiento Familiar Cristiano.
Pero no sólo eso, Shaw se enfrentó a la dictadura peronista y fue encarcelado en 1955 tras la ola de violencia que se desencadenó en Argentina contra personalidades católicas, religiosos y laicos, y durante la cual incendiaron varias iglesias y la Curia de Buenos Aires.
Estudioso de la Doctrina Social de la Iglesia y seguidor de la entonces novísima teología francesa, precursora de la modernización, Shaw falleció a los 41 años en 1962 y ya no tuvo oportunidad de ver la consecución del Concilio Vaticano II.
Esta causa es muy querida por el Papa y lo más probable es que efectivamente sea declarado beato una vez que complete el postulador los requisitos para ello. ¿Habrá alguien equivalente a Enrique Shaw en México?

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noviembre 7, 2023