¿Han ido a algún concierto recientemente?

Yo sí y esto fue lo que pasó Es muy raro cuando se mezclan varias de las cosas que he escrito pero cuando llega a suceder es todo un espectáculo. Había de todo, estábamos los millennials, los/las...

28 de septiembre, 2015

Yo sí y esto fue lo que pasó

Es muy raro cuando se mezclan varias de las cosas que he escrito pero cuando llega a suceder es todo un espectáculo. Había de todo, estábamos los millennials, los/las groupies, los “gordos”, los que perrean a ritmo de lo que sea, los “vaguitos” como dicen mis tías, los Godínez, mi crisis del cuarto de vida y mi miedo paralizante a envejecer.  Todo se me juntó, no sabía si reír o llorar. Para los que ya han leído algo mío ya se podrán imaginar que no estoy hablando de un concierto pretencioso.

No tiene mucho desde la última vez que fui a un concierto, tal vez fue en 2009; todavía podía correr, subir y bajar escaleras, dar codazos, pisotones, empujones y tal vez uno que otro jalón de greña. No puedo evitar notar el contraste entre el antes y el después y es que, como dice M., uno ya no está para esos trotes. Cuando mi hermana anunció que ya tenía los boletos, como con mes y medio de anticipación, lo primero que pregunté fue si había donde sentarse; volteó los ojos, se encogió de hombros y contestó con un  “no”  como si fuera lo más obvio del mundo.

Ni siquiera se podría decir que haya pasado mucho tiempo desde la última vez que me encontré en una situación similar pero muchas cosas han cambiado. Debo admitir que era de esas que pensaba que el dolor de ciática era algo de gente mayor, así que cuando empecé con dolores a los veintiuno fue algo que preferí ignorar. Y la combinación de talones-rodillas-espalda que les manejo tampoco está para presumir, pero me gusta pensar que el dolor, metafórico y literal, fortalece el carácter.

Así que ahí estaba yo, fortaleciendo mi carácter durante mil horas de espera (montada en unos zapatos que resultaron ser un error, pero me elevaban por encima de la multitud), con mi hermana, su muñeco y un montón de viejas aferrándose al recuerdo de su adolescencia hormonal, unas más que otras, claro está.

Cuando por fin las luces se apagaron y el estruendo de los gritos de las damas post-adolescentes retumbaba en el lugar me di cuenta que ya no podía lograr ese estado de catarsis. Las hormonas las estaban haciendo esclavizando como si siguieran teniendo los mismos dieciocho o diecinueve años y en lo único que podía pensar era que mis botas se estaban llenando con mi propia sangre y todavía no las empezaba a pagar (saludos a mi gente que compra después del corte).

 Si la memoria no me falla, el primer concierto al que fui en mi vida fue a uno de OV7 sólo que en ese tiempo se llamaban La Onda Vaselina. A mí me tocó la era noventera, ¿ok? no tanto la de “que se po, que se po, que se pongan botas”. En ese tiempo todavía no había celulares, bueno, sí había pero no eran completamente funcionales, lo único que hacían era verse padres y darle a uno un cierto aire de estatus y suficiencia, supongo que en ese aspecto las cosas no han cambiado mucho.

 Lo que no puedo es tratar de acordarme cómo era estar en un concierto antes de las redes sociales, antes de que pensáramos que si no había fotos o videos en Twitter, Facebook, Instagram o Youtube no había pasado. ¿Cuál es el punto? ¿Sólo subirlo a nuestras redes sociales para decir que fuimos? Porque la realidad es que no estamos ahí, el único recuerdo que nos queda es cómo dolía el brazo después de tenerlo levantado con todo y iPad. “¡Mira qué chingón graba!” es lo único con lo que nos quedamos. Los que grabamos diciendo que es para verlo después nos engañamos. Yo he hecho eso y ni siquiera necesito contar las veces que terminé borrando los videos porque han sido todas.

Lo que intento decir, sin ánimo de sonar a tarjeta de Hallmark, es que  la vida pasa demasiado rápido para vivirla desde una pantalla, practicando la infame pose de “no sabía que me estaban sacando una foto en este momento sólo me encuentro casualmente chupándome un dedo con cara de orgasmo intentando sacar más la nalga para ver cuántos likes me dan”, pasando horas escogiendo el filtro perfecto para la guajolota que se están empacando o tratando de construir el hashtag más creativo. Supongo que la conclusión a la que quiero llegar es #bajenelcelular #vivanlavida #anadieleimporta #nadiequiereversucomida #niasushijos #cuándofuelaúltimavezquelellamaronasumamá #hashtag #bye.

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