He tenido la suerte de moderar, tanto en auditorios cerrados como al aire en alguno de mis programas de radio y televisión…
He tenido la suerte de moderar, tanto en auditorios cerrados como al aire en alguno de mis programas de radio y televisión, debates de candidatos a diversos cargos de elección popular, especialmente de quienes en algún momento buscaron ganar la candidatura de algún estado de la República.
Hasta ahora no he sido invitado a participar como moderador en un debate entre candidatos a la presidencia de México y dudo que mis servicios sean requeridos en los que se realicen entre los candidatos presidenciales de 2018 porque mi participación seguramente será rechazada por Andrés Manuel López Obrador, quien se niega a participar en mis programas desde que en el año 2000 fue ridiculizado en mi programa Línea de Fuego en TV Azteca por sus compañeros de partido en un debate que moderé entre varios perredistas que ese año buscaban la candidatura de su partido a la jefatura del gobierno del DF.
Mi experiencia como moderador de estos debates ha sido frustrante porque, a diferencia de lo que vemos en los debates entre políticos estadounidenses, los políticos mexicanos no saben o no quieren debatir sus ideas y propuestas. Insisten en expresar generalidades pero se niegan a proporcionar detalles de lo que piensan o planean hacer si es que llegan al cargo que buscan. Es más, tienden a ignorar olímpicamente a sus contrincantes cuando estos critican algo que hayan dicho. Esta ha sido mi experiencia y también he visto que lo mismo ha sucedido en otros debates que he presenciado.
Cuando al moderar los debates he intentado que un candidato critique la propuesta de sus rivales generalmente he fracasado. El candidato le da vuelta al asunto y en vez de expresar lo que ve mal en las ideas de sus opositores se pone a hablar de lo bueno que tienen las suyas.
A nuestros políticos no les gusta la confrontación. Les disgusta la idea que alguien los cuestione y por lo tanto se abstienen de cuestionar a los demás. Por eso, los debates terminan siendo un circo de tres o cuatro o cinco pistas -dependiendo del número de candidatos que en ellos participen- en donde cada uno de ellos actúa como si estuviera solo en el escenario.
Los debates entre políticos mexicanos carecen de substancia. Los candidatos tienden a atacarse personalmente, y eso está muy bien, pero no son capaces de destruir con argumentos sólidos y bien presentados las ideas propuestas por sus rivales.
Por ejemplo, en la temporada electoral que culminó el 6 de junio de 2012 todos los candidatos presidenciales, sin excepción alguna, ofrecieron llevar a cabo una reforma fiscal. Sin excepción, dijeron que su plan era hacer que pagaran más quienes más dinero ganaran pero, al ser cuestionados en que consistiría su reforma, ninguno dio más detalles.
Por todo lo anterior disfruto enormemente ver los debates que los dos partidos nacionales estadounidenses organizan entre sus candidatos presidenciales. Veo como la mayoría de ellos defiende sus ideas y propuestas e intenta demoler las de sus rivales.
Curiosamente, el que menos sabe defender con argumentos sólidos y contundentes sus ideas es el que va ganando la carrera por la candidatura republicana, Donald Trump, quien desde el principio se ha limitado a repetir una tras otra vez las mismas cosas: construir el muro entre México y Estados Unidos y hacer que México lo pague; deportar a los 11 millones de ilegales: crear empleos que México, China y otros países le roban Estados Unidos; renegociar los acuerdos comerciales con México y otros países con los que Estados Unidos mantiene una balanza comercial deficitaria; hacer que Estados Unidos sea grande otra vez; etc., etc.; y a descalificar e insultar a sus rivales y a quien no esté de acuerdo con él. En suma, como decía H.L. Mencken, “a predicar doctrinas que sabe son falsas a personas que sabe son idiotas”.
Trump me recuerda a más de un político mexicano que he visto debatir.
Para 2016, 2017 y 2018, los mexicanos debemos exigir que los candidatos a los distintos cargos de elección que están en juego debatan de verdad y en serio. No como Trump y su similar mexicano, sino como Clinton, Sanders, Rubio, Cruz y Kasich, que sí saben debatir.
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