Mi último artículo fue acerca de la apoptosis, la muerte programada, en el cual se describió la muerte celular en forma natural, en esta ocasión…
Mi último artículo fue acerca de la apoptosis, la muerte programada, en el cual se describió la muerte celular en forma natural, en esta ocasión me referiré a la eutanasia o muerte programada en forma artificial o inducida.
La eutanasia ha existido casi siempre, muchas tribus acostumbraban matar a las creaturas con defectos visibles. Obviamente, no sabían de genética pero creían que eran signos de mal agüero y los desechaban. En Esparta, el estado guerrero por excelencia, todos los varones recién nacidos eran sometidos a un severo escrutinio y aquellos que no pasaban la inspección eran liquidados. Esparta consideraba que así se protegía al estado pues esa nueva creatura no podría cumplir con las obligaciones militares que se esperaban de él, por esa razón era mejor facilitar su muerte. En la actualidad, la eutanasia se considera como un acto de colaboración humanitaria para inducir la muerte de un enfermo terminal. El asunto es sumamente delicado por las cuestiones éticas y legales que deben considerarse en cada caso.
Empecemos por describir el deterioro progresivo que tiene un enfermo terminal cualquiera. Sus órganos internos van perdiendo eficiencia en su estructura y su función, es decir la duplicación del ADN celular se va corrompiendo, pierde eficacia, haciendo que las funciones de los órganos se vayan disminuyendo en calidad y cantidad (menos enzimas, productos distorsionados, cambios en los ciclos celulares y por lo tanto, funciones de síntesis y degradación desfasadas), van produciendo un caos generalizado que se traduce en fallas importantes en varios órganos y sistemas que se van acentuando más en función del tiempo. Para ese entonces, cualquier individuo habrá perdido muchas de sus capacidades físicas y por lo tanto el control de sus funciones para ingerir o desechar alimentos. Obviamente, este estado semi vegetativo le causará angustias, depresiones y abatimiento emocional.
La pregunta es: ¿cuánto tiempo más? ¿cuándo va a terminar esto?…nadie quiere sugerir una respuesta.
Pasa el tiempo y las cosas siguen peor, ya no hay mejoría, la esperanza se ha esfumado. En uno de los últimos alientos emocionales, el enfermo toma la iniciativa de procurarse una salida alterna, una salida inducida que termine con sus miserias en forma digna y eficiente. Entonces es cuando empieza el procedimiento que conduce a la eutanasia o muerte asistida, donde un equipo de profesionales, colaboran con la preparación y posiblemente con la inyección letal al paciente. Esta es la situación clásica que el Dr. J. Kevorkian practicó muchas veces en USA en los 90’s. El nombre legal actual de esta modalidad es: Eutanasia Activa.
Holanda, Bélgica y Luxemburgo en Europa (discutiré más adelante la situación en Suiza) y los estados de Oregon, Washington y Montana en USA son los únicos lugares donde la eutanasia activa es legal. Las condiciones básicas para realizar este procedimiento son:
- que el individuo (en buena salud mental o sus representantes) pidan el procedimiento
- que el individuo sea un enfermo terminal, sin expectativas de recuperación, todo certificado por uno o dos médicos.
Sin embargo, la ciencia y la tecnología han puesto a nuestra disposición medicamentos y equipos espectaculares que han sido utilizados para preservar la vida de pacientes postrados en una cama, conscientes o inconscientes, posiblemente diagnosticados con muerte cerebral o una incapacidad mental sin signos de recuperación, que obviamente no merecen esa calidad de vida. En estos casos la situación es más difícil porque no es el paciente el que pide la muerte asistida, porque no está en posibilidades de hacerlo.
Es la familia o sus representantes legales y en última instancia, la orden de un juez quien dictaminará la desconexión del paciente, quien obviamente morirá sin el apoyo de los equipos que le estaban prolongando la vida. Esta modalidad ha dado en llamarse Eutanasia Pasiva y consiste en dejar de suministrar los medicamentos o retirar el equipo que mantiene la vida del paciente en forma artificial. Las autoridades del hospital solo son responsables de la operación de los equipos, situación legal y permitida en cualquier hospital.
Existen otras modalidades derivadas de las anteriores, con cambios en las definiciones legales, cuyo objetivo es asistir de alguna manera a la muerte de algún paciente.
Suiza, un pequeño país en el centro de Europa tiene leyes extraordinariamente laxas para la práctica de la eutanasia. De hecho, el ir a Suiza se interpreta a menudo como hacer un viaje del cual no habrá regreso, según el artículo de Elena Sevillano, publicado en El País, el 20 de Agosto del 2014.
Todo empezó en 1998 cuando Ludwig Minelli,1 abogado de 60 años fundó Dignitas en Zurich, una organización privada dedicada a facilitar los procedimientos y las operaciones de la eutanasia. El trámite es sencillísimo, el paciente o su representante contactan a cualquier empleado de la compañía por teléfono para pedir una solicitud y otros papeles requeridos. Se llenan todas las formalidades y se devuelven por correo. Los principales requisitos legales son: nadie debe obtener una ganancia económica con la muerte del solicitante y la otra, no debe haber ninguna sospecha de fraude como resultado de la eutanasia.
Acto seguido, el paciente tiene una breve conversación telefónica o en persona con un médico, el cual llena una ficha. Si todo estuvo bien, un empleado administrativo y el paciente programaran el día y la hora de la eutanasia. Se han dado muchos casos en que el tiempo transcurrido entre la conversación con el médico y la muerte del paciente es de menos de 24 horas, recuerden…eficiencia suiza.
A Ludwig Minelli, raramente se le ve en las sucursales o clínicas de la compañía, no utiliza personal médico, salvo el doctor con quien se tiene la entrevista, ya que sus pacientes no son inyectados, sino que simplemente son invitados a beber un cocktail con barbitúricos que sus voluntarios preparan. Se calcula que más de 1000 pacientes han sido asistidos por los procedimientos de bien morir de Dignitas.
El negocio ha sido tan exitoso que Dignitas tiene ahora sucursales en Berna y Leipzig. También han surgido competidores, otras cuatro compañías han aparecido, pero Dignitas es la original pues los requisitos son mínimos, casi no hay rechazos y sus pacientes llegan de todas partes del mundo, haciendo de Zurich, la capital del suicidio. Dignitas se rige por el lema: “Vivir y Morir con dignidad”, sin embargo se les olvido agregar que la cuota por su participación es de 10,000 francos suizos por concepto de membresía, ya que Dignitas no te cobraría por sus servicios. Un dato que ha trascendido es que del 22 – 25% de los miembros de Dignitas han resultado no ser enfermos terminales ni padecer síntomas de alguna enfermedad que demeritara su dignidad en lo más mínimo. Este detalle es una seria contradicción a su: Vivir y Morir con Dignidad.
En México, el 4 de Abril del 2008 fue aprobada la Ley de Voluntad Anticipada, dentro del marco de la Ley General de Salud que dice: los pacientes piden dejar de recibir asistencia médica para no prolongar sus vidas, en su modalidad de la utilización innecesaria de los medios, instrumentos y métodos médicos para mantener vivo a un enfermo en etapa terminal.
Palabras más, palabras menos, lo equivalente a la Eutanasia Pasiva, al parecer se pretende lograr algo similar a una Eutanasia Activa. Por el momento habrá que conformarse con que los 13 estados de la república que faltan aprueben esta ley, después ya veremos.
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Bibliografía
Falconer Bruce. Death Becomes Him The Atlantic, March 2010. p 68-77
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