El tardío estreno del Spin-off de Estación zombie: Tren a Busan llega para demostrar que los coreanos tienen cosas más explosivas que las armas atómicas.
El tardío estreno del Spin-off de Estación zombie: Tren a Busan llega para demostrar que los coreanos tienen cosas más explosivas que las armas atómicas.
Definitivamente, el cine asiático está gozando de una excelente salud, quizá desde el principio del siglo, en el que gracias a las cintas de terror japonés se fue configurando en el ideario colectivo como una de las opciones más frescas y ha ido lentamente ganando terreno, incluso sobre lo realizado en E.U. Y debe ser vergonzoso que las cintas más frescas del género zombi hechas en los últimos años sean de otras zonas del mundo, muy lejanas al país que lo vio nacer. I Am A Hero (2015, Shinsuke Sato, basada en el extraordinario manga de Kengo Hanazawa), Juan de los Muertos (2011, Alejandro Brugués), Halley (2012, Sebastián Hoffman) y por supuesto, Estación zombie: Tren a Busan (2016, Yeon Sang-ho, de la cual hablamos en este espacio hace unos meses). Precisamente esta última, fue acompañada en su estreno con un spin-off animado, el cual se estrenó esta semana en México.
Estación Zombie: Seúl (Seoul-yeok, 2016, Yeon Sang-ho), narra los acontecimientos ocurridos casi a la par de su predecesora, pero ahora en Seúl, Corea. Aquí se ve cómo se originó la pandemia que amenaza con destruir a ese país desde la cinta anterior. Está centrada en una chica que es buscada por su novio pervertido y alguien que dice ser su padre. Durante su búsqueda se va observando cómo rápidamente se va extendiendo la infección, hasta destruir prácticamente a toda la ciudad.
Al igual que su predecesora, en ella se ve una dura crítica al sistema, a la naturaleza humana, a la descomposición del capitalismo y, como en casi todo el cine coreano contemporáneo, se critica la manera en que su país, dividido en dos, se ha transformado en un hoyo de paranoia y desesperación, en una extraña metáfora de la condición del mundo. En un lado, existe una tiranía pseudo socialista y del otro, hay un neocapitalismo salvaje que permite que gran parte de su pueblo enfrente condiciones tremendas de pobreza, tan salvajes como en América latina, mientras parte de su sociedad vive en el engaño de la modernidad. La gran diferencia entre la versión con actores de carne y esta, totalmente animada, es que mientras en la otra existe la esperanza (el padre capitalista, sacrifica su vida por la mujer embarazada y su hija, es decir, la ilusión de un mejor futuro), en esta se nota todo lo contrario, como si fueran dos caminantes que tomaron el mismo camino pero en sentido opuesto. Mientras en una se puede escapar de Seúl, el centro de la descomposición del país, hacia una parcialmente más provinciana Busan, en esta es la misma ciudad la que parece confabular para evitar que sus personajes escapen de su destino.
La maldad inherente en el ser humano, la corrupción, la intolerancia, el machismo, la condición todavía inferior de la mujer y la pobreza, tanto económica como de espíritu, reinante en la mayoría de las ciudades, es criticado por el autor de forma tan puntual que uno se pregunta si no estará leyendo una profecía del futuro, de lo que puede pasar si los poderes económicos siguen siendo indiferentes a las verdaderas necesidades de la sociedad.
En cuanto a la animación, si bien es de primera, en algunas ocasiones llega a aparentar un poco de pobreza, quizá porque no se contó con un presupuesto suficiente para hacerla más espectacular o porque retrata que está recién empezando la infección. De hecho, si uno no supiera que está en el mismo universo en el que se desarrolla el live acction, no sabría que tienen algo en común.
Aunque en el espectáculo deja un poco a deber en comparación a su antecesor, en lo formal resulta superior. Es más oscura y más desesperanzadora. Como la anterior (y casi todas las mejores cintas de zombis), en esta se demuestra que la verdadera amenaza son los seres humanos, los que se comportan como bestias desesperadas, a diferencia de los infectados, que únicamente buscan alimentarse. Aquí se puede encontrar el espíritu desolador de George A. Romero y su extraordinario trabajo en el género y, como bien apunta el excelente Ernesto Diez Martínez, de Cine Vértigo, hay ciertos guiños de ojo a los trabajos de la productora Hammer.
Algo curioso es que además se reestrenó en salas Tren a Busan, así que el festín es doble, o triple, pensando que en un par de semanas se estrena la nueva temporada de The Walking Dead. Los zombis llegaron para quedarse… Con nuestras tripas.
Para Zombicienta.
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