Acaso el elemento principal de protección que tenemos es la información; es decir, prevenir es estar informados.
Acaso el elemento principal de protección que tenemos es la información; es decir, prevenir es estar informados. Prevenirse es tener en cuenta el anuncio que estos tiempos, los de ahora, ya no son más un sitio en el que se pueda respirar tranquilo. Ese suspiro que se ahoga en su propio alivio. El tosido y las flemas: la fatalidad.
“Publicar la verdad es a menudo la única opción, un paso inevitable en el camino hacia el cambio social y, en algunos casos, hacia la redención personal” dice Terry Gould en el libro Matar a un periodista.
Publicar el dolor es también hermanarse con los otros que esperan su turno para expresarlo o que sienten una cercanía a los hechos, a los actos que los afectan directamente, que les han arrebatado un poco de su vida, ésa que a nadie parece importarle.
Saber porqué del grito, porqué del dolor que se pierde en la distancia, es contribuir con el cambio, es evitar el cáncer social que hemos dejado enquistarse en nosotros: dejar que otros sientan (falsamente, ese engaño demagógico) y decidan por nosotros, por nuestro bienestar.
El mal se nutre de la indiferencia. Desdeñar la información es no querer ver. Es encogerse y caminar en medio del bombardeo, a la espera de salir bien librados.
En ese sentido el poeta y filósofo Leopardi escribió acerca del mal: “el mal es inherente al modo en el que el mundo funciona”. Leopardi de pronto entendió que para poder mirar al mundo tal como es, habría que entenderlo primero.
Sus mecanismos, sus misterios, sus casualidades, sus vías rápidas, los atajos; el movimiento de sus elementos que están en el interior de cada uno de nosotros y que compartimos, sus humores, sus transformaciones, sus decisiones empíricas, aquello abstracto que fluye en él y lo significa… sus emociones: esa vida externa que bien mirado el mecanismo, podríamos, también, ser el mundo.
Enterarse de las cosas y sus relaciones entre sí, logra y consigue la profundidad en la acusación, del señalamiento, de la denuncia, la demanda. No es la queja o la lamentación emocional que se mitiga con la facilidad de la oratoria rancia, sino que se convierte en un grito que rompe los muros de la mentira.
Marc Augé escribió: “la indignación es una forma sublimada del miedo”. Sí, la indignación es la representación clara del miedo que muchas veces nos consume por ignorar aquello que lo compone, y nos paraliza por no saber cómo reaccionar ante éste, con qué elementos, bajo qué circunstancias.
De ese desconocimiento, de esa desinformación, se nutren aquellos a los que les hemos dejado decidir por nosotros. De ahí la importancia de estar al tanto de lo que nos parezca importante social e individualmente, pues ello nos dará acceso a un pensamiento más claro, un método para estar preparado ante casi cualquier cosa, en casi cualquier actividad social.
Recordemos que como lo dijo el doctor en Neurociencia Mariano Sigman: “pensar es comparar argumentos en la balanza mental (…) Pensar es decidir”.
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