El estreno en México de Ella es un monstruo, la nueva película de Nacho Vigalondo…
El estreno en México de Ella es un monstruo, la nueva película de Nacho Vigalondo, llega ahorcado entre Wonder Woman y Spider-Man.
Nacho Vigalondo no sabe dirigir, como tampoco lo saben González Iñárritu, Almodovar, Cuarón, Stanley Kubrick y muchos otros que tuvieron la gran fortuna de no estudiar cine o de no haber terminado la carrera. Y esto lo afirmo porque, como ellos, ha generado un sólido y muy propio estilo, diferente a lo acostumbrado, mientras que parece ser una tendencia que los que han concluido sus estudios en las escuelas de cinematografía, repitan los parámetros establecidos para fabricar producciones destinadas a recaudar dinero y emocionar a incautos, volviendo sobre las mismas fórmulas una y otra vez con escazas o nulas diferencias, como si hacer cine se tratara de seguir recetas o métodos, tal cual los procesos industriales. Desde su primer cortometraje Una lección de cine (1999), demostró tener una habilidad brutal para mezclar géneros y para analizar la naturaleza humana. En sus primeros trabajos manejaban un humor malsano que es poco asimilado por gran parte del público fuera de España, básicamente por su natural sentido del absurdo. Quizá por eso, con 7:35 de la mañana (2003) se gana una candidatura al Óscar para el mejor corto de ficción. Su ópera prima, Los cronocrímenes (2007) se volvió una obra de culto por lo sui géneris de su planteamiento, pero es sin duda su segundo largo, Extraterrestre (2011), el que mejor demuestra su capacidad para realizar un espectáculo monumental sin necesidad de gastar demasiado, además de confirmar su natural manera de hacer revoltijos fílmicos. Y todo lo mejor de su cine se encuentra en Ella es un monstruo (2016, asqueroso y mentiroso título para Colossal).
Una mujer alcohólica (una estupenda Anne Hathaway) es echada por su pareja, por lo que decide regresar a su pueblo natal. Ahí comienza a trabajar en un bar, al mismo tiempo que Seul, Corea, es atacada por un monstruo gigante, como los que aparecen en las cintas japonesas. Después de ciertos acontecimientos (que están muy enredados para contarlos en tan poco espacio) descubre que ella es quien controla a la bestia y que es la culpable de la destrucción de la ciudad asiática.
Con cierta influencia de las películas de Ivan Reitman (básicamente de Mi super exnovia, 2006, y Evolución, 2001) y de Harold Ramis (Hechizo del tiempo, 1993, y Mis otros yo, 1996), el tono paródico y el homenaje al género Kaiju (o sea, las cintas de monstruos gigantes que destrozan Japón) se va perdiendo conforme avanza la historia y poco a poco, se va transformando en un extraño thriller de suspenso que deja de lado la avalancha de efectos especiales usados al principio para retomarlos espectacularmente al final. Igual que en Extraterrestre, en donde una invasión alien servía para demostrar el lado más oscuro del ser humano, sin llegar a los excesos de, por ejemplo, su principal antecedente ibérico, el inefable Alex de la Iglesia (con el que su obra toca ciertas aristas) pero sí con esa mala leche propia de la ex madre patria; en esta ocasión, Vigalondo pasea de un género a otro, volviendo a un siempre simpático Jason Sudeikis, en un oscuro y terrorífico barista amargado que no se define entre el amor y el odio hacia la Hathaway.
Estrenada con mucho retraso, al igual que todas las cintas de Vigalondo, parece que su distribuidora la está destinando al fracaso. Sólo a un desesperado o ingenuo se le ocurre estrenarla precisamente en medio de los dos Blockbusters más esperados del verano (Wonder Woman y Spider-Man) y el mismo día que la más reciente producción de, casualmente, Ivan Reitman, Guardianes de la bahía. Quizá poca gente vaya a verla pero es importante acotar que con muchos menos recursos que las antes mencionadas (se dice que costó alrededor de $5,000,000.00 USD), Ella es un monstruo se tendrá que enfrentar a una bestia más sanguinaria que cualquiera que se haya visto en ningún kaiju; al despiadado público de los superhéroes, mismos que van a gastar su quincena (y su única neurona) en el estreno de moda, además de tener que lidiar con una de las campañas publicitarias más grises e irónicamente, más pequeñas que se haya visto en todo el año. Ojalá y dé la sorpresa, se lo merecen los decadentes encapotados.
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