Mis padres me enseñaron que el domingo era un día para descansar…
Mis padres me enseñaron que el domingo era un día para descansar, según dice la Biblia en su Génesis 2:2-3: “Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación.”
Mi memoria da cuenta de aquéllos días en que un día de domingo significaba misa dominical, almuerzo tarde, poca afluencia de transporte, disminución de personas en las calles, comercios cerrados y futbol. Con el paso de los años y una vez arriba del tren de la rutina, las prisas y el estrés (esa palabra de moda) mis domingos se volvieron la única opción para realizar todas las actividades que el mundo laboral me impedía hacer de lunes a sábado, así que había que ir a comprar la despensa, lavar la ropa, limpiar la casa, hacer la visita familiar, reunirse con los amigos, ir al cine, leer o cualquier otra cosa que se sumara a la lista; resultado: terminaba exhausta y para el lunes, ya estaba tanto o más cansada que el sábado al término de la jornada y así fue durante el tiempo que trabajé hasta que mi primer hijo nació; es decir, hace un año.
Hoy día no distingo mucho entre el fin de semana y el resto de los días, la crianza de un hijo no discrimina ni perdona días festivos, vacaciones o fines de semana; sin embargo, tengo tiempo para observar todo lo que me pasaba de largo en el pasado y fue así que descubrí que mis domingos en la época laboral no eran una excepción; por el contrario, eran muy parecidos al del resto o de buena parte de los habitantes de la Ciudad de México.
De hecho, podría decirse que el séptimo día de la semana, día oficial de descanso ha desaparecido como tal, el ritmo acelerado y el consumismo en que vivimos inmersos actualmente nos impulsa a aprovechar los días de domingo para hacer todo aquello que el resto de la semana no podemos y es así que encontramos multitud en todas partes y el tráfico no disminuye; al contrario, se incrementa.
Punto y aparte de la religión que profesemos, la cuestión es que realmente nos negamos ese momento de reposo y descanso que necesitan nuestro cuerpo y nuestra mente para relajarse, despejarse y recargarse de energía para continuar con nuestras actividades diarias y lo que es más, la calidad de convivencia con nuestra familia y amigos cada vez es menor pues la prisa con la que nos movemos nos coloca en “piloto automático” y dejamos de disfrutar, de dar y recibir los mejores momentos, esos que dice la canción “no vuelven nunca más”.
Me imagino lo que significó tiempo atrás salir de paseo los domingos, al punto de crear uno de los parques públicos más bellos del Siglo XVI como la Alameda Central, pensada para que fuera un punto de reunión y recreo para los habitantes de la Ciudad de México y años después, inspiración para el mural creado por Diego Rivera: “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”. De hecho, el paseo por los parques implicaba todo un ritual para los jóvenes y doncellas casaderas de la época, aunque como dicen por ahí: “esa es otra historia”.
En la actualidad, pareciera que una mente maquiavélica supuso que el domingo era un día de ociosidad y se le ocurrió crear la forma de llenar esos espacios vacíos, obteniendo como resultado un abanico de compromisos por cumplir que incluyen al consumismo como ingrediente principal. De suerte que algunos parques han sido rescatados y remodelados, pues ya habían quedado en franco abandono y algunos se habían convertido en lugares inseguros y refugio de personas en situación de calle o como los llaman ahora: personas vulnerables.
No propongo que el próximo domingo salgamos todos a misa y luego a caminar por el parque más cercano a nuestras casas (aunque la caminata no estaría del todo mal), digo que hemos convertido nuestro único día de descanso (que no es lo mismo que ociosidad o flojera) en un día saturado más de nuestra agenda como parte de la rapidez en que vivimos diariamente olvidándonos de disfrutar realmente el producto de nuestro trabajo y de dar a nuestro cuerpo y nuestra mente un respiro necesario para conservar la buena salud.
Reflexionemos sobre la forma en que pasamos nuestros domingos, quizá sea momento de hacer algunas modificaciones con el fin de disfrutar más y cansarnos menos, de pasar de lo fast a lo slow.
Imagen: http://www.museosdemexico.org/museos/entradamuseo.php?idMuseo=110&idMenu=4&Tipo=0
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