El Neoliberalismo nos falló.
El Neoliberalismo nos falló.
Le falló a Ciudad Altamirano.
Silencioso y poderoso llegó.
Se instaló en las mejores esquinas del comercio.
Y Nos prometió edificios blancos de sanidad,
pavimento y alumbrado seguros,
presidentes pulcros de buenos augurios.
Nos prometió lo que le sigue a la postmodernidad.
Y nosotros acatamos prácticas y relegamos tradiciones.
Todo por la libertad, por el mejor futuro.
Todo vendría, junto con el Neoliberalismo,
en reluciente avalancha.
Y nos engañaron en parte…
Éramos un pueblo, hasta los sesenta,
un pueblo rural que sabía del progreso
nada más como cosa del otro lado del mundo.
Pero en los ochenta el Neoliberalismo,
liberto y altivo, usurpó nuestras esperanzas.
Tuvimos exceso de confianza.
¿Qué hubiera sido de nosotros, ¡ay, pobres de nosotros!,
si depositamos ahí todas nuestras ilusiones?
La producción local siguió.
La producción de autoconsumo también.
Escondida y apartada, una.
Avergonzada del progreso, la otra.
Ahora necesitamos volver al huerto, al bajial…
Al taller, a producir a lo pequeño.
Ahora necesitamos al loco robusto
que a voz en cuello vaya por la calle:
“Yo, señores, tengo la fórmula secreta de la Coca Cola”.
Las trasnacionales no tienen arraigo.
Son poderosas en la bonanza,
frágiles en la adversidad…
en la adversidad de las pequeñas ciudades,
Ellas como quiera agarran sus cosas
y se marchan, nunca hubo tal patrón:
“Arréglenselas como puedan” ‒dicen‒.
Su poder y fuerza lo ocupan para incrementar capitales.
No para fortalecer el espíritu,
no para sufrir los problemas sociales.
El Neoliberalismo es el señor de negocios
con dos perros encarnecidos y cebados,
pero aquí nos falló, qué quiere usted…
El señor de los negocios desapareció
porque sus perros se volvieron en su contra.
El comercio es vapuleado.
Del gobierno no esperamos nada.
De las trasnacionales esperábamos audacia.
Los perros no dicen nada del precio de la Coca Cola.
No son como nosotros que inventamos chistes
porque una coca de vidrio cuesta 15 pesos.
Ricos y pobres echan chistes y ríen
¡Jesús, Jesús, Jesús! ¡ji ji ji!
Se oyen las risas de la gente.
La Coca Cola de Ciudad Altamirano cerró.
¿Dónde está el progreso y la libertad?
¿Dónde está el poder del Neoliberalismo?
Corre por nuestras venas como corre
la Coca Cola por nuestro gaznate.
El neoliberalismo se pone a prueba asimismo.
El tesón se vuelve envidia
y sus afanes en individualismo.
Las trasnacionales marchan engreídas y sordas:
Cuando las barbas de tu vecino veas pelar…
El neoliberalismo es un caballo desbocado
…pon las tuyas a remojar.
¿Qué le podría decir la Coca Cola Ciudad Altamirano
a esta ciudad de blancos plumajes?
Lo que don Lucas Páramo dijo de su hijo Pedro:
“Se me malogró, qué quiere usted, Fulgor”.
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