Existe clara dicotomía entre asistir personas que ya trabajaron, al menos en su vida productiva…
Existe clara dicotomía entre asistir personas que ya trabajaron, al menos en su vida productiva, adultos mayores se llaman, y asistir a personas que no producen absolutamente nada, ni en el estudio y tampoco en el trabajo. Una clara disfunción social asoma una clase que acerca la mano a la extensión del poder que en ruta itinerante sembró promesa y que pretende hacer realidad en el voto otorgado. Es claro el arribo comprometido en una realidad que disocia la realidad del país para adoptar la de la conveniencia del cambio. Este fenómeno aísla un mundo minoritario y lo arropa con paternalismo que confunde épocas de nuestra historia moderna. Tal vez el resultado en su interpretación práctica sea el mismo, la captura de sectores de la sociedad pero los fines no lo son: el campo mexicano es el mejor ejemplo. Por décadas se sostuvo una línea que iniciaba con programas de cultivo aprobados por zona, y de la semilla, suministrada por fuente oficial, hasta el crédito de los bancos agrícolas y ejidales, y la comercialización, protegido el esquema en su totalidad por seguro agropecuario, fundaba sus atribuciones en el sostén alimentario del país y metas de autosuficiencia. El esquema descrito mostró imperfecciones y vicios, pero era un intento desde las prerrogativas del poder, de hacer partícipe al sector rural de una aportación al producto de la nación. Podrá surgir la cara del clientelismo y la adhesión como crítica, pero era un esfuerzo de trabajo conjunto. Se trabajaba la herencia del reparto de tierra y se abonaba la mejor opción para ese camino que conocíamos como independencia alimentaria.
De programas de asistencia podemos llenar capítulos enteros y costosos en nuestra historia, podemos suscribir sin temor, cada uno de los episodios en los que los gobiernos han empeñado palabra y denuedo, simulación y partidas etéreas, proyectos y trascendencia irreales, cadenas de dispendio todas y consecuencias repartidas en las sucesiones y las miras que utilizan la óptica del presupuesto renovador de ideas y conceptos que inundan los brios del esfuerzo esperanzador, ciclo que cumple su arraigo con dinero nuevo, para sepultar los propósitos de lo que ya no fue y de los que ya no fueron en su encargo fallido. Nueva cara con dinero nuevo. Así hemos transitado, renovando y haciendo callar voces de protesta con presupuesto de conquista, con presupuesto aplacador y dominante.
Al parecer seguiremos esa ruta, tal vez en paralelo con los programas de asistencia que ya cubren el espectro de la necesidad, espectro que no necesita justificación ante la patente muestra de la carencia y el desamparo. Esa fase la conocemos de tiempo atrás, conocemos la afrenta y conocemos el respeto por disminuirla en años de lucha. Existe la lucha frontal, existe ese denuedo por combatir nuestra pobreza que asoma por debajo de la riqueza en nuestra infraestructura en grandes urbes en la nación entera. Existe como recuerdo de la disparidad del ingreso, como disparidad entre el privilegio y la ausencia no de todo, pero de una parte importante que no permite la convivencia. Esa parte crea un vacío, que aspiramos a llenar día con día.
Tenemos una gran diferencia con esa lucha rutinaria, de plena identificación, llamémosla exitosa, por sus logros de décadas, que ya premian los organismos internacionales, los que vigilan nuestro esfuerzo. Se acortan las zonas marginadas en la educación, la que atiende el Consejo Nacional de Fomento Educativo, en salud, con programas de cobertura extensa y oportuna, en vivienda, con gran esfuerzo del Infonavit y otras instituciones de impulso carretero y de infraestructura de energía y otras necesidades comunitarias. En una oposición clara, el esquema que ahora tenemos en el horizonte es de plena recompensa al esfuerzo nulo, a la inacción, el premio a la supresión de la voluntad. La suma de beneficiarios, de la que se ignora un cálculo adecuado, para un país que se precia de sus estadísticas, de sus números, sin importar el acierto en la medida de sus carencias, reúne como cifra conspiradora un total aproximado de cinco millones. Tal vez constituya un programa de inicio, porque no sorprendería acumulación inusitada ante la franca dádiva, una vez en marcha. El efecto multiplicador de una política de esta naturaleza no solamente puede ser devastador, puede convertirse en privilegio diferenciado ante la nutriente juvenil que demuestra empeño y esfuerzo meritorio y una expectativa menor en materia de ingreso, dada la consideración de preparación y estudio. El repudio inmediato a los tiempos entre la dádiva pronta y el fruto natural de formación, puede convertirse en un agravante y provocar el abandono del mérito escalonado.
En otro espacio hemos hecho alusión al ahorro por el ahorro mismo, concepto equívoco de política económica; los espacios de ahorro no se descargan de un concepto para acomodarse en otro, sin consecuencias. La gran economía reúne sus planes y sus equilibrios, las grandes partidas presupuestarias no obedecen a situaciones de intención, porque pueden confundirse con ánimos de una sola ocurrencia y descuidar el horizonte del gasto público como responsabilidad ineludible. La ilusión de disminuir salarios, prestaciones, y un sinnúmero de partidas de gasto pueden repercutir en ahorros en el corto plazo, pero pueden ir en demérito de la eficiencia del Estado. Lo que podemos adelantar con lo ya enunciado en la premiación a los que nada hacen, no puede conducir a una ruta de avance del país. La carga que puede convertirse en una carga sin mesura ni contienda, no fija límites en su expansión y en la posible demanda sin control. La lógica entre la pensión a adultos mayores y la manutención a jóvenes sin provecho, pero sin estímulo, haciendo a un lado la conciencia social o la preocupación de destinos que no debe adoptar una nación como propios, discrepan de la mira social de las oportunidades, obligación de todo gobierno. No es semántica, es vicio de origen concebir una política sin rumbo. No debe convertirse una premura de alivio sin sustancia en cadena de dispendio sin frontera.
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