Si al escuchar del ADN mitocondrial se siente igual que Arely Gómez en rueda de prensa, quizá seguir leyendo le ayude.
Si al escuchar del ADN mitocondrial se siente igual que Arely Gómez en rueda de prensa, quizá seguir leyendo le ayude. En especial si usted es su jefe.
Todos los seres vivos tienen alguno (o ambos) de los materiales hereditarios, el ARN y el ADN, conocidos como ácidos nucleicos porque se identificaron en el núcleo de las células. El ADN es un compuesto formado por cuatro sustancias que se pegan una tras otra como canutos de un chorizo o eslabones de una cadena, formando una hebra larguísima. Dicen que si una hebra de ADN humano se desenrollara mediría la altura de la torre Eiffel. Y hay una copia en cada una de sus células, pluricelular lector, lectora.
El acomodo de esas cuatro sustancias no es azaroso, al menos no todo.
Imagine usted, compasivo lector, que su suegra diabética está enferma y en cama en una habitación. Buscando no disfrutar de su compañía ni escuchar su dulce voz a cada instante coloca una cámara de vigilancia sin audio y le deja varias de gelatinas de colores. Si ella coloca tres gelatinas verdes, una roja y dos moradas en línea, usted le lleva pastel de chocolate. Si ella pone una morada, dos amarillas y dos verdes será capirotada. Cada una de esas secuencias “significa” algo. En el caso del ADN esos fragmentos definidos se conocen como genes. En los humanos algunos genes significan insulina o hemoglobina. Si un gene tiene que ver con algo muy importante como la insulina es probable que sea igual en todo el mundo. Por el contrario si se trata de algo más o menos irrelevante será muy variable; diferente en cada pueblo, familia o persona. En este caso se usa para identificar a una persona extraviada, cadáveres o sus restos, reunir familias separadas y conocer linajes.
Eso fue lo que llevó a Colin Pitchforck de la panadería donde laboraba a los libros de historia de la genética y a la penitenciaría de Leicester. En el antiguo pero no obsoleto Las vidas por venir, Philip Kitcher relata cómo en 1983 una adolescente fue brutalmente violada en un pequeño pueblo del centro de Inglaterra. Habiendo más de 3000 sospechosos, la policía optó por sustituir el tehuacanazo por algo menos extenuante, las pruebas de ADN. Un científico local, Alex Jeffreys, comparó las secuencias ADN del semen encontrado en la víctima con la de todos los sospechosos hasta dar con el bizcochero violador. Fuel el primer caso policial resuelto por ADN. Desde entonces se ha vuelto una herramienta de gran utilidad. El documental After Innocence de Jéssica Sanders refiere varios casos de hombres que fueron exonerados de la pena de muerte gracias a las pruebas de ADN.
Curiosamente fuera del núcleo celular también hay ADN, dentro de las mitocondrias. Estas son unas estructuras pequeñas de las células que aprovechan el oxígeno. Son como una mezcla de pulmones e hígado celulares. Y para beneplácito suyo, edípico lector de Ruiz Healy Times, las mitocondrias son herencia de su mamá. Las suyas, claro.
Imagine la reproducción humana.
Ok, esa parte no. Piense en la unión de óvulo y espermatozoide. Lo que entra del espermatozoide es la cabeza que en realidad es el núcleo, lo que indica que las mitocondrias de la nueva célula son las del óvulo, es decir de la madre. Con muchos menos genes el ADN mitocondrial (ADN-mt) se ha usado para reconstruir el parentesco de poblaciones de todo el mundo. La base de datos más grande sobre ADN-mt es esa otra palabra misteriosa que pronunció Arely Gómez, EMPOP, y tiene registros de las variaciones del ADN-mt de poblaciones humanas de todo el mundo, incluyendo México. Walter Parson y Arne Dur publicaron en junio de 2007 en la revista Forensic Science international Genetics cómo fragmentos de ADN mitocondrial podían usarse para saber a qué población pertenecían. Estos mismos investigadores condujeron las investigaciones del caso Ayotzinapa, indicando que “Con base en los datos de la población de ADN mitocondrial para la población mexicana proporcionadas por EMPOP, y la literatura confiable, existe una posibilidad 72 veces mayor de que los datos del ADN mitocondrial (…) se originaron de un individuo relacionado por vía materna, de la madre de la persona desaparecida, Jhosivani Guerrero de la Cruz (…).” Esto en comparación con tomar al azar a cualquier otra persona. Así que al menos que haya otro hijo o nieto de la madre del chico secuestrado, desaparecido, es poco probable que Jhosivani siga vivo. En Memorias de Sherlock, Doyle dice que “durante mucho tiempo ha sido un axioma de las minas que las cosas pequeñas son infinitamente más importantes”. No imaginó cuánto.
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