Castillo, por la puerta de atrás

23 de enero, 2015

RHT

La cita de ayer era, formalmente, para evaluar el Plan Michoacán, aplicado desde el año pasado por el gobierno federal para combatir la criminalidad, lograr seguridad para la población y…

La cita de ayer era, formalmente, para evaluar el Plan Michoacán, aplicado desde el año pasado por el gobierno federal para combatir la criminalidad, lograr seguridad para la población y restaurar el tejido social. De manera sorpresiva, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, anunció la separación del comisionado Alfredo Castillo de su encargo “por instrucciones del presidente Peña Nieto”. Como razón para su salida se han esgrimido las elecciones de este año.

¿Se puso el interés de los partidos y los precandidatos por sobre la seguridad de los michoacanos? Para alejar esta suposición, el gobierno federal nombró como encargado de seguridad al general Felipe Gurrola, pero no se dijo cómo se seguirá operando toda la parte que tiene que ver con la reactivación económica y la restauración del tejido social. ¿Eso también se suspenderá para alejar la idea de que el PRI juega con cartas marcadas?

La verdad es que la estrategia del gobierno federal vivió épocas de esplendor y de ocaso. Los primeros meses, los golpes en contra de los Caballeros Templarios fueron espectaculares y desarticularon la estructura de mando del cártel. Sólo Servando Gómez, alias La Tuta, se salvó de eso. La solución inicial para neutralizar los grupos de autodefensa convirtiéndolos en policías rurales fue acertada y audaz. La captura de funcionarios y servidores públicos municipales y estatales fue relativamente exitosa, mucho más que el fracaso espectacular del “michoacanazo” calderonista. Los avances iniciales en la rehabilitación del tejido social arrancaron con buen ritmo.

Luego, a Peña Nieto le pasó como a Calderón: se multiplicaron los problemas y, poco a poco, la atención gubernamental no pudo enfocarse en un solo estado. Tamaulipas, Morelos, el Estado de México y luego Guerrero se convirtieron en una pesadilla. El comisionado Castillo se fue quedando solo. Las visitas presidenciales, prometidas mensuales, se espaciaron y los secretarios de Estado dejaron de acudir o bien hacían visitas relámpago y sin ninguna trascendencia política o de otro tipo.

La salida de Castillo fue precedida por enfrentamientos armados, como aquel de diciembre entre policías rurales, lo que significó el fracaso del experimento de conversión de autodefensas en policías por falta de continuidad. A esto se sumó la petición del gobernador, los precandidatos del PAN, PRD y PRI y en general de la clase política para forzar la salida del comisionado.

La sorpresiva salida del comisionado sin un informe pormenorizado de logros y fallos en un error. Su figura se sustituye por un modelo fundamentalmente militar que ha mostrado reiteradamente no funciona. Todo parece indicar que el gobierno federal ha dado un paso atrás.

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