31 años del sismo de 1985

Mi madre optó por dejarme dormir y tranquilizarme la mañana del 19 de septiembre de 1985. Mi madre optó por dejarme dormir y tranquilizarme la mañana del 19 de septiembre de 1985. Recuerdo que pensé que la...

20 de septiembre, 2016
tlatelolco

Mi madre optó por dejarme dormir y tranquilizarme la mañana del 19 de septiembre de 1985.

Mi madre optó por dejarme dormir y tranquilizarme la mañana del 19 de septiembre de 1985. Recuerdo que pensé que la sacudida en mi cama era provocada por los movimientos de mi madre para levantarme, prepararme, desayunar y llevarme a la primaria en un jueves normal como otros. Recuerdo a mi madre pidiéndome seguir durmiendo, no sin notar la preocupación de su rostro. Por mi parte, mi única preocupación era que se haría tarde y tendría que salir corriendo rumbo a la Primaria “Ricardo Reyes”, ubicada en la zona escolar de mi colonia popular, donde salones de una primaria vecina se desplomó matando al conserje.

Desperté y ya todo estaba consumado, el sismo de 8.1 grados en escala de Richter ya había destruido gran parte de la ciudad, junto con la capacidad de reacción del gobierno para dar paso al protagonismo heroico de la sociedad civil, que sin la menor preparación, se organizaba en cuadrillas que con las manos escarbaban para rescatar de los escombros a otras víctimas del terremoto más devastador en la Ciudad de México.

Días después acompañé a mi madre a buscar alimentos, pase por la zona escolar, vi la Escuela Primaria “Miguel Lanz Duret” con la fachada y varios salones derrumbados, observé que la esquina donde esperaba a mi madre para regresar a casa, estaba totalmente destruida. Recuerdo que conseguir llegar a Tlatelolco era una proeza, mi padre me acompañó a la clínica dental infantil del ISSSTE en la zona devastada, acudimos a esa cita solo porque eran muy distantes las fechas de espera.

Por rumores, ya que solo así se conocía la información acerca de la magnitud del sismo, habíamos escuchado que seguía funcionando la clínica en cuestión; al circular en el único camión que pudimos abordar vi la zona de los multifamiliares totalmente devastada. Parecía una zona de guerra, que años más tarde de manera similar se verían en la guerra de los Balcanes por sus escenas dantescas de la destruida ciudad de Sarajevo, que junto con la Ciudad de México, conservan aún vestigios de los destrozos y muerte que padecieron.

Recuerdo que mi padre había comprado un radio de baterías y allí seguí atento la histórica narración de Jacobo Zabludowsky sobre la magnitud del sismo del 85, creí junto con el periodista que no había sido de mayores consecuencias y noté como su tono de voz se iba haciendo más dramático conforme se acercaba al Centro Histórico y a Avenida Chapultepec. Mi madre me llamó para ayudarle en algunas labores en esos días caóticos, no acabe de escuchar el final de la narración donde se confirmó el derrumbe de las instalaciones de la televisora.

Mi padre llegó por la tarde noche, no había muchas formas de comunicarse, no contábamos con teléfono en casa y los pocos vecinos que tenían línea telefónica, no funcionaban en su totalidad. Vi a mi padre desesperado, trabajó por 35 años en la antigua Dirección General de Operación Hidráulica, hoy Sistema de Aguas de la Ciudad de México, su salario siempre estuvo al corriente, su sentimiento de impotencia era no saber en qué apoyar. Nos comunicó a la familia que no podía quedarse sin hacer nada, aseguró que saldría a apoyar, después nos comentó que se dirigió a la zona de Tlatelolco y se organizó en cuadrillas para apoyar en diferentes actividades.

Era tan común ver esas muestras de solidaridad que no sé cuántos días estuvo fuera de casa, en 1985 no existía una forma lógica de localizar a alguien que salía a trabajar o apoyar, peor aún en una situación de desastre. Recuerdo también que familiares de otros estados no tenían forma de saber si estábamos bien, solo cuando en Navidad los visitamos tuvieron la certeza de que habíamos sobrevivido y nos confesaron que ante la magnitud de la tragedia, consideraron la posibilidad de que habíamos muerto y que la ciudad había sido destruida en su totalidad.

El mítico hotel Regis desapareció, junto con otros edificios emblemáticos que sumaron más de 300 mil estructuras con daños totales. En mi colonia, muchísimos viejos edificios fueron demolidos o se derrumbaron para dar paso a las unidades habitacionales del INFONAVIT, en una lógica de contraste entre la arquitectura popular y la homogeneidad del diseño de las unidades habitacionales, implantadas en medio de casas y edificios tradicionales de la zona.

Las cifras oficiales no dieron más de 10 mil muertos, otros cálculos hablan de más de 20 mil muertos y heridos, en una ciudad con actividad sísmica, no existían protocolos de seguridad, ni brigadas de protección civil. A 31 años de la tragedia se presupone que estamos mejor preparados, existen leyes de construcción más severas, además de simulacros y alertas sísmicas en las cámaras de seguridad de la ciudad. Desafortunadamente, solamente sabremos si estamos listos para enfrentar los efectos de otra sacudida telúrica de gran magnitud, cuando esta vuelva a ocurrir.

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