Algunos academicistas no están de acuerdo en que se le denomine poeta a quien sólo haya escrito unos cuantos poemas. No obstante, considero que el señor Ricardo Flores Meza fue un real poeta, en cuya obra me basaré en esta ocasión. Si bien es cierto que su producción no fue abundante, en su forma de actuar en su vida práctica se condujo como un auténtico poeta. Sintió y ofició la esencia de la poesía. Siempre lo vimos intercalando fragmentos de poetas renombrados en su cotidiano y ameno diálogo.
Veo una desusada y valiente actitud en el señor Flores Meza, pues desde hace ya muchos años, al igual que Gonzalo de Berceo en el siglo XVII expresaba su arte declamatorio ante los parroquianos, quienes le agradecían su actuación mediante un vaso de “bon vin”. Este poeta local fue contemporáneo de Jaime Sabines (1925), de Tomás Segovia (1927), de Emmanuel Carballo (1929), y de Rosario Castellanos (1925).
El niño Ricardo se inició en el gusto poético cuando cursaba el cuarto año de primaria. El legendario “Teatro Juárez” fue el escenario de sus tiernas actuaciones en el año 1937, cuando sorprendió y deleitó al público al escucharle algunos poemas del inmortal Enrique González Martínez. Ya siendo un jovencito realizó sus estudios contables en aquella desaparecida “Academia Comercial Jaime Bravo”, que se ubicaba en las calles de 5 de mayo y Aquiles Serdán –finca de la familia Cota Ferrer-.
Así, al mundo de los números supo combinarlo con el universo de las letras. Durante la primavera del año1997 me permitió entrevistarlo en su casa; Ignacio Ramírez entre Reforma e Independencia, donde me contó que a los poetas que más admiraba eran: Rubén Darío, Amado Nervo, Gutiérrez Nájera, Juan de Dios Peza, Díaz Mirón, pero muy especialmente al jalisciense Enrique González Martínez –último poeta modernista.
Existe una particular característica en los poemas de nuestro poeta pues carecen de título. Tal vez pretendió que el lector también participara en su creación fijándole el nombre que mejor le pareciera. Don Ricardo creó una regular cantidad de poemas, pero la mayoría los escribió para sus amistades y amoríos de su juventud y, al no conservar los manuscritos se han convertidos en aislados fragmentos orales. Escogí un par de poemas que me parecieron los más representativos.
Uno de ellos se compone por seis cuartetos, donde existe predominio de endecasílabos, de rima consonante, con la forma ABAB y esto expresan:
¿Qué nos puede brindar el cruel destino?/ cuando la juventud nos abandona,/ cuando cansado ya de ese camino/ quizá muy próximo el final se asoma.
Pero tú eres mi existir, tú me provocas/ y tú me das el latigazo de ese orgullo,/ sabiendo que en el fondo tocas/ a este corazón… que ayer fue tuyo.
Dime la falta que me has tenido,/ el por qué de mi vivir te ausentas,/ dime que sólo merezco tu olvido,/ o que de mi aspecto o mi frialdad te afrenta.
¿Qué culpa tengo yo de mis defectos?/ si con ellos nací y los he de llevar;/ es que no a todos el Señor hace perfectos/ ni les da la misma gracia corporal.
O maldigo acaso a la que luz me dio/ por no tenerme arrogantes formas,/ a la que mi ser engendró y me educó/ conforme a sus normas.
Maldigo ¡sí!, la hora y el momento/ en que pusiera en ti, yo una mirada;/ pero estas cosas que he dicho, hoy me arrepiento,/ porque tú no eres la culpa, tú eres… nada.
El siguiente lo forman cuatro estrofas asonantes, con predominio de versos decasílabos:
Una mañana fresca y hermosa,/ cuando en Oriente brillaba el sol,/ yo vi volando una mariposa,/ de rama en rama y de flor en flor.
Y un pajarillo al contemplarla/ con dulces trinos cantó al amor…/ pero aquella mariposilla como asustada/ tendió sus alas y dijo ¡adiós!
Y por el jardín de la vida/ donde florece el amor,/ yo voy como un alma herida/ con la cruz de mi dolor.
Porque el jardín fue mi ensueño,/ la rosa fue mi ilusión, la mariposa mi dueña,/ porque aquel pajarillo…/ ese pajarillo era yo.
El primer poema habla sobre la brevedad de la vida y el amor no correspondido. Al igual que Enrique González Martínez, nuestro poeta “sintió lo pasajero del dolor, que en la vida normal es tan fugitivo como el placer”.
El poema segundo canta a la naturaleza, y nuevamente al desamor. Se observan figuras exóticas, que por sí solas generalmente expresan una proyección imaginativa del deseo sexual. Aunque sus poemas no sean del todo perfectos, dado que su autor no cursó estudios literarios, hay que reconocer el valor implícito que en ellos vierte.
Don Ricardo Flores Meza sostenía que “la música y la poesía son los idiomas universales”, pues son artes complementarios. Algo muy parecido lo contempla Baudelaire al decir que “las artes aspiran si no a suplirse, por lo menos a prestarse recíprocamente fuerzas nuevas”. Gran aproximación existe, como vemos, en ambos pensamientos.
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