Revólveres Colt 44 para la Policía de San Antonio. Narración histórica local

En aquel septiembre de 1899 una pertinaz y refrescante lluvia cubría a ese legendario Real de San Antonio, -localizado a 60 km al sur de...

29 de junio, 2016

En aquel septiembre de 1899 una pertinaz y refrescante lluvia cubría a ese legendario Real de San Antonio, -localizado a 60 km al sur de La Paz, capital del Estado-. Los lugareños guarecidos frente a las hornillas observaban extasiados, cómo se levantaban las ámpulas de aquellas tortillas de harina de un palmo de diámetro, amasadas con manteca de res, que la ama de casa colocaba una a una sobre el comal y, una vez cocidas les agregaría una generosa dotación de machaca de burro mostrenco con ajo amartajado, mientras la talega chorreaba su aromático líquido sobre la cafetera de peltre azul jaspeada de blanco; y le apartarían, desde luego, su merecida ración al jefe de familia, quien pronto regresaría esa tarde-noche cabalgando entre rayos y centellas, una vez concluido su turno en las minas de “El Progreso Mining Company”.

Se podría decir que era un pueblo tranquilo y trabajador, sin embargo, el  previsor coronel Rafael García Martínez, Jefe Político y de las Armas del Distrito Sur de la Baja California, consideró necesario que el cuerpo de policía del mineral tuviera el equipo mínimo indispensable para hacer respetar la Ley. Para ello contactó desde La Paz a la “Armería del Refugio”, casa fundada en 1850, que se ubicaba precisamente en la Calle del Refugio #11, apartado postal 184, de la ciudad de México, muy cerca de Palacio Nacional, -y dicho sea de paso, esa calle actualmente lleva el nombre de 16 de Septiembre–.

Le encargó al propietario de esa tienda que le enviara la cantidad de seis revólveres. Esperó… pero el cargamento no llegó. Entonces, al jefe político le llegó una carta del dueño de la armería fechada el 21 de octubre, donde le dice que la caja con las seis pistolas se la había remitido el 1 del mismo mes, acompañada de la factura #358, y que acababa de ser avisado por el administrador de la oficina central de correos de Ciudad Juárez, que el paquete había sido retenido y, que para poder llegar a su destino se requería de una orden de la Secretaría de Hacienda. “… Sin más, aprovecho la presente para desearle un feliz año nuevo que le séa prospero en todo. Su afectísimo servidor y amigo: C. Morel.”

 Transcurrió algo más de un mes… Los habitantes del Distrito Sur disfrutaron las tradicionales “Posadas”, luego la cena de “Navidad”, después la de “Año Nuevo” para recibir a 1900. ¡Se ignora por qué mi coronel García no continuó con los trámites respectivos para que las armas le llegaran lo antes posible! ¿Se encabritaría de más? No lo sabemos, el caso es que hasta el “Día de Reyes” escribió una carta dirigida a las autoridades hacendarias:

 “… en el superior conocimiento de Ud. que desde antes de ser expedida la determinación de la superioridad, prohibiendo en lo absoluto toda clase de armas de fuego y municiones; esta Jefatura Política encargó a esa capital seis pistolas marcadas y numeradas para el servicio de los agentes de policía de la Municipalidad de San Antonio de este Distrito, las cuales armas se hallan retenidas en C. Juárez, en virtud de la referida disposición… LIBERTAD Y CONSTITUCIÓN. La Paz, Enero 6 de 1990.”  Recibió como respuesta que ya se estaban liberando las órdenes para que las diversas aduanas dejaran pasar esos revólveres.

 Pero ¡Oh, valientes trámites burocráticos aunados al deficiente sistema de transporte! Y llegó el 2 de febrero. Nuevamente otro gran festejo en que se saborearon ricos tamales de puerco y de res ese “Día de la Candelaria”. ¡Pero las armas no llegaban! La vida cotidiana  seguía sin grandes novedades, sólo algunas discrepancias entre los obreros y la empresa; una que otra disputa entre mineros sepultados bajo las brumas del alcohol; escaramuzas entre galanes pretendiendo conquistar el corazón de la misma doncella, etc. El dios Cronos continuó con su derrotero, “sin prisa pero sin pausa”… Los árboles, los arbustos y las hierbas del campo recobraron vida, pues atrás había quedado el invierno y la primavera ya estaba avanzada. Fue hasta esos días cuando por fin los agentes de policía del Real de San Antonio se hicieron de las susodichas armas, que de seguro se trataba de los finos revólveres calibre .44 “Colt Frontier Shooter” de seis tiros, -que se empezaron a fabricar a partir del año 1877-, pues este tipo de pistola estaba de moda en aquella época en la Unión Americana y en México, y que años después fue la preferida por los  diversos actores de nuestra Revolución.

 Y así, bajo las órdenes de su comandante, los agentes de la policía siguieron haciendo sus rondines, caminando por las obscuras y polvorientas calles de este pueblo minero, pero a partir de esas fechas lo hicieron con arma al costado y, al cruzar la puerta de la cantina, aquellos revólveres niquelados y cachas de caoba se contoneaban graciosamente, al estilo San Antonio, Texas. ¡Pero no, esto sucedió en San Antonio, B.C.!  (Fuente Básica: AHPLM).

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