Estimado lector, si te parece leamos juntos una narración publicada el mes de julio en el periódico local “El Heraldo”. Nos vamos a la página número 2; entonces dispongamos a leerla con atención:
LAURA
“La mar estaba tranquila y silenciosa. Tendime sobre la blanca arena, y púseme a contemplar el hermoso paisaje que a mi vista se ofrecía. Poco a poco el hijo del Sueño y de la Noche fue apoderándose de mí, hasta que al fin rendido me hallé entre sus soporíferos brazos.
En mis sueños veía la imagen de una hermosa joven de dieciocho primaveras cuando más. Vestía blanca túnica del nainsoc; su cuerpo era esbelto; sobre sus hombros caía negra y abundante cabellera de ébano. Realzando el óvalo perfecto de su cara morena; sus ojos eran de color castaño oscuro; su nariz griega, y a su pequeña boca de coral adornábanla unos dientes, cuya belleza en nada cedía a las más preciosas perlas de nuestro bermejo Golfo de Cortés.
“Me levanté, fuime a sentar sobre tronco de vieja palmera, y allí me entregué a dulces reflexiones sobre la hermosura que en sueños había visto la noche precedente. Tenía distintas aún en mi memoria las esculturales formas de aquel ángel-mujer, causa de mi perturbación. Repentinamente una voz dulce y melodiosa vino a herir mis oídos haciéndome estremecer; sentí yo que mi corazón latía con violencia; no me podía explicar lo que pasaba en mi ser aquel instante. La voz se aproximaba más y más hasta que al fin llegó a lugar donde me hallaba; sentime turbado, y no ose levantar la vista, para ver quién era. Oí que me llamaban por mi nombre; volví la cara… Imagínese mi sorpresa.
“¿Qué no sentiría yo al ver que me hablaba por mi nombre la misma encantadora joven, a quien había visto en sueños, y que tanto me había impresionado? Me levanté y cayendo de hinojos ante aquella beldad, le hice mil propuestas de amor. Fijó ella en mí una de sus miradas arrebatadoras, y en medio de su sonrisa, me tendió la mano que yo besé con efusión; sus mejillas se ruborizaron y retiró presurosa aquella mano que me quemaba. Intentó retirarse, y le dije:
-Tu nombre, joven, antes de irte.
– Laura me llamo. Bástete eso.
Y tan ligera como le permitieron sus años juveniles, se alejó diciéndome: ¡Adiós! ¡Adiós!”
A.M.C.
¿Qué te pareció el sueño profético que acabamos de leer? A un servidor le pareció interesante, en él aparecen tonos de realismo mágico, entre otros elementos que bien valen la pena analizarlos a profundidad.
Oye, respecto a las iniciales con las que está firmado este relato creo saber a quién corresponden, pues el periodista Agustín M. Calderón aparece como Editor Responsable de este rotativo y, sus iniciales coinciden con las del escrito. Al observar su estilo, aceptando que el señor Calderón es el autor, se ve a un escritor nada improvisado, pues se aprecia en la narración un apreciable nivel cultural y una evidente sensibilidad poética.
Si me preguntaras, lector amigo, por qué no trato de entrevistar a tan respetable escritor, lamentablemente te contestaría que no puedo, porque el periódico que acabamos de leer está fechado el 30 de julio, pero no del año en curso, sino de ¡1895!
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