El Poder por el Poder y el Joder por el Joder

Aunque uno no quisiera, escuchamos a diario y a toda hora bombardeos de temas políticos, como si no hubiera otras cosas...

24 de mayo, 2017

 

Aunque uno no quisiera, escuchamos a diario y a toda hora bombardeos de temas políticos, como si no hubiera otras cosas más importantes y esperanzadoras para la comunidad. Ante esta situación, me permití parafrasear algunos pensamientos del filósofo alemán Eduard Spranger acerca del concepto que tiene sobre los políticos, aparecidos en su libro publicado en 1964, “Reflexiones sobre el desarrollo de la existencia”.

Nacido en Gross Lichterfelde, Berlín, en 1882, fue un preocupado por el destino de Alemania y por ello paró tras las rejas, y terminada la guerra ocupó la rectoría de la universidad Berlinesa.

Nos dice que los hombres de poder basan su vida únicamente en el afán de poder; sus conocimientos los utilizan como una forma de dominar. Su frase preferida es “Saber es poder” ; ello significa el dominar a través de una técnica social. Imagino que saben muy bien que el término poder significa “amo, dueño” (del latín vulgar “pesere”).

Para este tipo de individuos es importantísimo el éxito exterior, aunque toda compulsión hacía su éxito resulte una realidad antirreligiosa, pues radica en la temporalidad, no en la superación del tiempo.

En otro escenario muy distinto y distante, alguien puede llegar a sacrificarse por su pueblo. Aquí la obligación moral es su principal motivo de preocupación; su éxito pasa a segundo plano y ése llegará por sí solo. El político que se desenvuelve mediante un poder “socialmente fundamentado” será siempre un verdadero guía. Al gobernar desea proporcionar felicidad, como es el caso de los estadistas.

No es delito ni pecado que los políticos tengan dinero, siempre y cuando lo obtengan de un trabajo honrado, no del hambre del pueblo. Hemos visto que en nuestro sufrido México muchos gobernantes se han enriquecido corruptivamente y  tal parece que esa “dineromanía” no tendrá fin. Muy diferente el caso del expresidente sonorense Álvaro Obregón, que se vio precisado a pedirle dinero prestado a un compadre para rehabilitar su rancho.

Pero el político individualista no es otra cosa que un perfecto opresor; cree que sus representados, hayan votado por él o no, son de su particular propiedad. Surge entonces el demagogo, porque lo adulan las masas y se subordina a sus instintos. Entonces la retórica llega a incrustarse en su personalidad y no le interesa persuadir. El buen político considera al poder simple y llanamente como un medio para servir, pues aquí interviene su formación ética, tanto familiar como profesional.

De estos pensamientos de Spranger, podemos inferir que sería “justo y necesario”  que, a todos los pretensos a cargos de elección popular, sea ya para Presidente, Gobernador, Presidente Municipal, Senador o Diputado, se les practicara previamente un exhaustivo y minucioso estudio multidisciplinario sobre su perfil psicológico. No solamente nuestro buen vecino Donald Trump lo requiere, sino todos los políticos del orbe.

Tales dictámenes serían registrados ante notario público y necesariamente se publicarían en todos los medios de comunicación masiva por parte de cada partido político. De esta manera existiría una mayor credibilidad, ya que los   ciudadanos se ubicarían sobre un buen norte de juicio al elegir a sus representantes. Desde luego que a todos los malos políticos se les condonaría su trastorno psicológico llamado “mitomanía”; ese ramificado y crónico mal tan difícil de extirpar.

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