La guerra entre México y EE.UU. termina con la rendición de nuestro país y es mediante el Tratado de Guadalupe Hidalgo (24 artículos), firmado el 2 de febrero de 1848 en Villa de Guadalupe Hidalgo, D.F. -ratificado el 30 de mayo del mismo año en Querétaro-, donde, entre otras cosas, los hijos del tío Sam se quedarían con buena parte de nuestro territorio1 y por ende se fijaron los límites entre ambas naciones (Art. V), estableciéndose que los ríos Gila y Bravo delinearían la frontera.
Este documento fue firmado por Nicholas Trist, representando a los EE.UU. y por los plenipotenciarios mexicanos Luis G. Cuevas, Bernardo Couto y Miguel Atristain. De manera oficial y pomposamente a este documento se le llamó “Tratado de Paz, Amistad, Límites y Arreglo Definitivo entre los Estados Unidos Mexicanos y los Estados Unidos de América”, pero resulta que los norteamericanos confundieron ‘la amistad’ con ‘la mitad’ -de nuestra extensión superficial–.
Dieciséis años después de firmado el Tratado -1864- el río había incrementado su nivel debido a una inundación, desviando su curso hacia Chihuahua, y como se había estipulado que el Bravo sería la frontera, entonces los gringos consideraron que la porción de territorio que ahora marcaba dicho cause sería parte de Texas. Esa superficie de 240 hectáreas mexicanas se fue a litigio.
Y así pasaron cuarenta y siete años… hasta que en 1911 se emitió un laudo internacional favorable para México. Pero como dice el dicho: “Terco el americano”, no aceptaron esa resolución, argumentando que el cauce del río se había desplazado de manera gradual y por ello, jurídicamente ahora formaría una nueva línea divisoria. El mismo criterio establecía que si el cauce cambiara de dirección de manera repentina, tal como sucedió, entonces el antiguo cauce seguiría marcando la frontera.
Y como dicen los cuentos, después transcurrieron cincuenta y dos largos años… hasta que en julio de 1963 el presidente John F. Kennedy visitó nuestro país y, al entrevistarse con su homólogo Adolfo López Mateos, éste le recordó sobre el asunto pendiente del desvío del cauce del río Bravo del norte hacia el estado de Chihuahua, y aquel de inmediato prometió la pronta devolución. Cuatro meses después sería asesinado en Dallas, Texas; irónicamente en el mismo estado norteamericano donde se ubicaba El Chamizal.
“Con el profundo respeto que invariablemente ha demostrado tener México por la justicia internacional, acatamos en 1911 inmediatamente el laudo emitido; y como no estábamos en la condición de poseedores, esperamos serenamente más de medio siglo a que se nos hiciera justicia, con la seguridad de quien tiene el derecho de su parte… Juárez, que nos enseñó la tenacidad en el Derecho, obtiene a un siglo de distancia, respuesta favorable a su patriótica reclamación.” [Mensaje emitido al pueblo por el presidente Adolfo López Mateos el 18 de julio de 1963].
El Tratado de El Chamizal2 fue firmado en la ciudad de México el 29 de agosto de ese año por el embajador Thomas C. Mann, y el Secretario de Relaciones Exteriores Manuel Tello Baurraud. Hasta aquí todo iba marchando bien, pero de esas 240 hectáreas impugnadas nos regresaron 177, y para variar, los güeros nos robaron 63 del total. Sorry, my cousins! Para que no se escuche tan feo, mejor diré que nos aplicaron un tax hectareal del 26.25%, terreno suficiente para construir unas 2,500 confortables cabañitas de descanso. Oh my God, I want a country house on land of El Chamizal!
El presidente López Mateos recibió simbólicamente El Chamizal el 25 de febrero de 1964, finalmente en octubre de 1967, el presidente estadounidense Lyndon B. Johnson se reunió con su homólogo Gustavo Díaz Ordaz en Ciudad Juárez para formalizar la entrega. Actualmente esta controvertida franja de tierra es un magnífico lugar de esparcimiento familiar y deportivo llamado Parque Federal El Chamizal, en Ciudad Juárez, Chihuahua.
Y volviendo con nuestro benefactor; cuando nos visitó el presidente John F. Kennedy en julio de 1963, se comentaba por esos días que, en algún momento de relax durante las pláticas, Kennedy le dijo a Adolfo López Mateos: ¡Qué bonito reloj tiene usted, señor presidente! Como inesperada respuesta se lo quitó y se lo obsequió a su colega.
Recordemos que nuestro presidente, aparte de gran estadista era un galán; había tenido de novia a la bella Celestina Vargas Bervera, a quien le susurraba al oído: “¡En el amor, como en el mar, se naufraga; seré yo como un náufrago en el inmenso mar de tu amor!”. Instantes después el Casanova mexicano expresó:
— “¡Presidente Kennedy, en verdad, qué bonita esposa tiene usted!”
— “¡Le devuelvo su pinche reloj!” –contestó el pelirrojo de Massachusetts.
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Notas
1 Los actuales estados de California, Nevada, Utah, Nuevo México y Texas, así como parte de Arizona, Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma. Estoy de acuerdo en que Donald Trump construya un muro fronterizo, pero de acuerdo a esta nuestra superficie de 1848, para así colindar con Oregon, Idaho, Wyoming, etc.
2 Tal nombre proviene del conjunto de arbustos llamado Chamizo, que significa ‘canoso’ (Atriplex canescens), que siempre los vimos rodando impulsados por el viento, sobre los desiertos de Texas y Arizona en las películas western.
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