El caballero del violín encantado

Historia local paceña

19 de octubre, 2016

Un cercano día sabatino acompañé al periodista y profesor Luis Dibene Geraldo al barrio “El Esterito”. ¿El motivo? Una reunión  amistosa en casa del señor Enrique “Kiki” Alonso; integrante de una de las familias más distinguidas y estimadas de la ciudad.

 En ese convivio se conversó animadamente sobre diversos temas, degustando los presentes unas ricas botanas y una que otra sudorosa ambarina, siempre en franca camaradería. Más tarde cambié de lugar y jalé mi silla al lado de un sonriente caballero -ya entrado en años-, que sentado en su poltrona, desde hacía rato se encontraba arrancando alegres notas a un viejo violín.

Conversé con él hasta ya entrada la tarde y dijo llamarse Braulio Murillo Amador, nacido el 26 de marzo de 1929 en el rancho “La Soledad”, delegación de Los Dolores, municipio de La Paz y fue bautizado en la capillita del lugar, situada a cincuenta metros de la casa donde nació. Sus padres fueron don Tomás Murillo y la señora Águeda Amador.

 Su progenitor se dedicaba a la confección de zapatos cuyas pieles el mismo curtía. Esta pareja procreó a tres hijos varones, siendo el entrevistado el menor de ellos, asimismo el único sobreviviente. Tocante a su desempeño laboral, trabajó como operador de maquinaria pesada en la empresa constructora TYCSA desde 1950 a 1953.

También ejerció la labor de cocinero en isla “San José”, ubicada en el golfo de California, a unos ochenta kilómetros de La Paz. Don Braulio fue famoso por su elaboración de suculentos platillos, entre otros, Caguama, Sopa de almejas y diversos guisos. También hacía sabrosas tortillas de harina y horneaba pan dulce y salado. A los dieciocho años de edad -1947- aprendió el oficio de peluquero. El caballero del violín, desde muy joven siempre traía en mente esta frase: “Algún día llegaré a ser un trabajador independiente…”

Conserva gratos recuerdos de quien fuera su maestra de primaria en “La Soledad”; la profesora Ángela Márquez, que al correr del tiempo fue la suegra de don Francisco “Pancho” Quijada; padre de mis amigos Paco y Manuel. Tampoco olvida los cuentos que  le contaban sus padres a él y a sus hermanos durante aquellas apacibles y lejanas noches en el rancho.

 De igual manera, muy presente tiene las imágenes y canciones  aparecidas  en las películas de Pedro Infante que disfrutó en sus años juveniles. Fue Tomador de Tiempo en la “Comisión de Box y Lucha Libre” local desde 1967 a 2008. Siendo gobernador del estado el Lic. Víctor Manuel Liceaga Ruibal, a don Braulio le hizo entrega de un Reconocimiento por su gran desempeño y permanencia en la actividad boxística. Es una persona muy sana a quien no le gusta beber ni fumar.

El violín que tenía en sus manos nuestro entrevistado era nada menos que un Stradivarius, construido en 1716, que este año de 2016 cumple 300 años de existencia. Se estima que sólo quedan unos 600 de los 1200 que construyó el italiano Antonio Stradivari en el periodo 1677-1727. ¡Una verdadera reliquia! Perteneció a su padrino don Tomás Amador Amador, que fue músico y talabartero en aquella región de  “Los Dolores”.

 Un buen día se lo obsequió a su ahijado Braulio, quien aprendió a tocarlo a la edad de 17 años. La primera melodía que aprendió fue “Las Gaviotas”, del compositor pachuqueño Manuel Esquivel Durán, -quien dicho sea de paso formó parte de las bandas de guerra de los generales Francisco Villa y de Felipe Ángeles-. Poco después ya sabía tocar “La mancornadora”, “Guadalajara”, “Flor de las flores”, “Los barandales del puente”, “Teresita de mis amores”, el vals “Sobre las olas”, entre otras.

Según parece, las notas emitidas por  esta clase de violines producen un efecto  mágico-afrodisíaco, pues  don  Braulio Murillo Amador procreó 14 hijos; ocho con su primera esposa, quien desafortunadamente falleció, y seis con su actual cónyuge, la profesora Silvia Gómez. Al paso del tiempo logró lo que tanto anheló, ser propietario de una peluquería, misma que trabajó durante muchos años.

Se retiró del oficio y entregó la peluquería “Murillo” a sus hijos, quienes de manera tan profesional y amable siguen atendiendo. El entrevistado, después de realizar algunas labores en su hogar se traslada al negocio para estar cerca de sus muchachos y, platicar con multitud de amigos y clientes que allí acuden. El caballero del violín, finalmente me dijo: “Estoy agradecido con la vida, especialmente con mi familia”

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