¡Córranle, ahí viene la Julia!

1948... gobernaba entonces a Baja California Sur el Gral. de División Agustín Olachea Avilés.

26 de julio, 2017

1948… gobernaba entonces a Baja California Sur el Gral. de División Agustín Olachea Avilés. No obstante el aislamiento y las consecuentes restricciones económicas en ese territorio las diversas autoridades hacían todo lo humanamente posible por cumplir con sus responsabilidades.

Cabe decir, que don Hugo Virgilio Domínguez, hospedado en el Hotel Cosmos (México, D.F., San Juan de Letrán número 12), recibió un telegrama del secretario general de gobierno el 22 de enero del citado año: “…vendrás como Subcomandante de Policía”, adjuntándosele la cantidad de $300.00 para gastos de traslado, sustituyendo de esta manera al capitán Manuel Ruíz Durán. El señor Hugo al llegar a La Paz fijó su domicilio en pleno corazón de “El Esterito”, casa 42 de la calle Guadalupe Victoria.

En el renglón Seguridad Pública, esta autoridad adolecía de graves necesidades operativas y tenía que conformarse con su raquítico presupuesto, siendo así que el nuevo subcomandante recibió dos llantas usadas para la única camioneta-patrulla, “que se quitaron al vehículo al servicio del C. Gobernador.”  

Precisamente un año atrás, la comandancia de policía había solicitado al Gobierno les dotara de gorras moscova, “para el completo de los uniformes que se les están confeccionando” –por una costurera local-. Y la respuesta fue: “Pueden conseguirse en el Batallón gorras viejas, las que se pueden arreglar.” ¡Ni modo, había que disciplinarse!

Me resulta interesante saber, que en el año 1948 el subcomandante de policía ganaba diez pesos diarios. El cabo cuatro pesos con diecisiete centavos, el Policía de Primera tres pesos con treinta y tres centavos y, el de Segunda dos pesos con ochenta y tres centavos. No encontré evidencia de lo devengado por el Comandante, únicamente comprobé que, aparte del sueldo le entregaban una compensación de ciento once pesos.  

La camioneta-patrulla a vuelta de rueda seguía cumpliendo con su cometido; hacía falta quien la relevara. Y fue el 11 de septiembre, -coincidencia con el ataque a las torres gemelas en New York-, cuando llegó a La Paz una flamante panel del año, Chevrolet 1949, motor FBA-361621, suficientemente dotada con refacciones, accesorios y herramientas.

Parecía una graciosa dama haciendo su entrada triunfal vestida de rojo, presumiendo altas zapatillas negras US Royal 800×18, bailando flamenco sobre las empedradas calles de aquella romántica “Ciudad de los Molinos.”

Bailaba pero no de gusto, sino que debido a su largo viaje llegó “con los amortiguadores traseros rotos”, según inventario del señor proveedor Fernando Chacón Meza.

Al día siguiente la panel fue objeto de halagos, besos y abrazos brindados por el personal policiaco. De su parte el Secretario General de Gobierno, Arrocha Marín, mediante un arrebato de éxtasis, a la “Julia” le regaló “30 litros de gasolina diariamente y aceite lubricante cuando lo necesite.”

También se le hizo una división metálica entre la cabina y el área donde transportar a los reclusos y, para que el conductor policiaco viera de vez en cuando a los detenidos, a manera de ventanilla se le delineó una estrella mediante barrenos. El licenciado Anacleto seguía inmerso en su regocijo y, para que la “Julia” luciera aún más bella ordenó, que en la “Escuela Industrial” se le confeccionara un hermoso “estribo con agarraderas.”

Pero como “no todo en la vida es dicha y dulzura”, al otro día, Arrocha Marín recibió un telegrama del Delegado de Santa Rosalía, señor Ramón Bastida, rogándole “ordenar se pague a Boleo Estudios e Inversiones Mineras, S.A., ciento seis pesos cincuenta y tres centavos, doscientos litros gasolina proporcionado… para camioneta Policiaca ese gobierno.” O sea, que se tuvo que pedir gasolina fiada para que la “Julia” continuara su aventurada travesía hasta nuestra ciudad, que posiblemente había partido desde la Frontera Norte.

Ante esta inesperada situación, el Secretario presentó un severo cuadro depresivo, ya que en Santa Rosalía el litro de “Mexolina” costaba $0.53 y en La Paz se vendía a $0.38. Después de dos días de reposo instruyó al Tesorero General, Raúl R. Estrada Navarro, para que le ordenara al recaudador de rentas de Santa Cachanía para que él saldara la cuenta. ¡Tal era la dinámica tramitología que imperaba en aquellos tiempos!

Una semana después, como en un final de cuento, mediante solemne ceremonia oficial fue entregada la llave de la “Julia” al chofer José Silva; el cumplido agente que la trasladó hasta La Bella, o sea, hasta la capital de Baja California Sur, firmando de conformidad éste y el Comandante Manuel Soto Ibarra.

La “Julia”, a veces noble, la más altiva, rondó durante varios años por el “Sector 3”. Paseaba su roja altanería frente a la “Lonchería Ideal”, del señor Antonio “Güero” Wilson Fernández, en Revolución casi esquina con 5 de mayo. Por el restaurante “La Alegría”, de don Apolonio Soto Castro, en 5 de mayo frente al Jardín Velasco.

Así también por el restaurante del “Hotel Central”, del señorón Nicolás “Talismán” Martínez Villalba, todo un experto en preparar Caguama servida sobre el propio caparacho; gran compadre de mi papá, y que en tiempos invernales elaboraba exquisitos ponches con caña y granada, en 5 de mayo y Belisario Domínguez. Ya entrada la noche la “Julia” hurgaba en cantinas, aguajes y en algunas “casas malas” de mujeres buenas.

Desconozco en qué fecha la “Julia” tiró el arpa y no tocó más; sin embargo recuerdo que entre 1959 y 1960, mi padre, el Ing. Clemente Ávila Muñoz, tenía asignado un pick-up Willys color verde, y que en vez de ventanilla de vidrio en la parte posterior de la cabina tenía una rejilla, es decir, que el vidrio accidentalmente se rompió y, que un soldador curioso de la “Escuela Industrial”, con el soplete cortó el cuadro de lámina donde aparecía la estrella de la ya occisa “Julia”, y la soldó a la Willys.

Concluyendo; uno de los principales usos que se le dio en Norteamérica a las Panel Chevrolet 1949 fue para el reparto de arreglos florales a domicilio.

En nuestra ciudad también se utilizó en labores parecidas, pues mientras que en Estados Unidos se utilizaba para la entrega de ramos de rosas, aquí la “Julia” –bajo el rocío de la madrugada- entregaba ramilletes de “amores por un rato con follaje de “sinvergüenzas”, directamente hasta las puertas del confortable Hotel & Motel Sobarzo, o sea, la cárcel pública “El Sobarzo”.

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