Gabriel José de la Concordia García Márquez nació en Aracataca, el 6 de marzo de 1927, y falleció en la Ciudad de México el 17 de abril de 2014. Fue escritor, guionista, editor y periodista. En 1982 recibió el Premio Nobel de Literatura. Durante su discurso de recepción de esa presea comentó a los presentes: “…mi maestro William Faulkner”.
Gran expositor del realismo mágico, y su obra más conocida es la novela Cien años de soledad. Es de recordar que durante un evento literario efectuado en la capital mexicana, donde también se encontraba invitado el autor de Gringo viejo, declaró a la prensa: “Carlos Fuentes sí es novelista, yo no, soy periodista”.
Un hecho importante en la obra de García Márquez es la invención de la aldea que él llamó Macondo. Utilizó su ciudad natal de Aracataca (Colombia), como una referencia geográfica para crear esta ciudad imaginaria, pero la representación del pueblo no se limita a esta área específica, pues como él mismo lo manifestó: «Macondo no es tanto un lugar como un estado de ánimo».
Cuando García Márquez era un niño, decía de él su abuelo que, al llegar del monte, donde vivían, le platicaba asustado y con lujo de detalles, que varias veces había visto entre los árboles a unos monstruos horrorosos; a lo que el viejo le comentaba a su esposa: “Si el Gabito sigue así, para algo va a servir”. ¡Y vaya que sí sirvió!
Pocos años antes de fallecer el genio del Realismo mágico, una muchacha colombiana llegó de vacaciones aquí a La Paz, Baja California Sur, y al pretender intercambiar impresiones sobre el aracatacano y su obra, de inmediato le noté un rictus de enfado y me dijo en tono despreciativo: “Gabriel García Márquez no es colombiano, es mexicano, quédense con él”. Lo que ella ignoraba era que, desde hacía ya muchos años el pueblo mexicano se había quedado con él.
Recuerdo de su novela Cien años de soledad que, en el pueblo de Macondo, la morenaza Amaranta Úrsula se hace amante de su primo Aureliano Buendía, -estando casada con Gastón-, a quien termina por carta. Gastón acepta y en contestación les desea que sean felices y, les previene sobre las imperfecciones de la pasión. Y continuaron amándose dentro de esa “inconsciencia feliz”. Pero, Aureliano Buendía descubrió demasiado tarde en unos pergaminos, que Amaranta Úrsula no era su prima,… ¡sino su tía!
En cuanto a un relato contenido en Los funerales de la mamá grande, recuerdo también que García Márquez nos habla de unos suculentos dátiles; cuando esto leí, al momento percibí ese aroma y me sentí trasladado como a través de una máquina del tiempo hasta mi infancia y, recordé gratamente a una señora vecina tendiendo dátiles sobre una lona frente a la puerta del patio de su casa. Ese fuerte aroma recordado fue una percepción casi real, motivada precisamente, por su forma tan maravillosa de exponer.
Escribió las novelas: La hojarasca (1955), El coronel no tiene quien le escriba (1961), La mala hora (1962), Cien años de soledad (1967), El otoño del patriarca (1975), Crónica de una muerte anunciada (1981), El amor en los tiempos del cólera (1985), El general en su laberinto (1989), Del amor y otros demonios (1994) y Memoria de mis putas tristes (2004).
Sus cuentos: Los funerales de la Mamá Grande (1962), La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1972), Ojos de perro azul (1972), -recopilación de sus primeros cuentos)-, y Doce cuentos peregrinos (1992).
Ahora bien, el pasado miércoles 21 de agosto se dio a conocer en los diversos medios que, el músico regiomontano Celso Piña –también conocido como “El rebelde del acordeón”–, falleció en su natal Monterrey a los 66 años de edad a consecuencia de un paro cardiaco, el cual se trató de atender de emergencia en el Hospital San Vicente ubicado en el estado de Nuevo León.
Fue un pionero en la mezcla de sonidos tropicales con otros géneros de dominio popular como la música regia, el sonidero, ska, reggae, hip-hop, entre otros. Tal como era su deseo, este genial músico ya está descansando en Macondo, es decir, en un rancho que era de su propiedad en el municipio de Montemorelos, N.L., y que en admiración a García Márquez le había puesto tal nombre.
Por el año 2003 Celso Piña y Gabriel García Márquez se conocieron en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey. “De ahí empezó su interés de cómo se debe tocar el acordeón, la caja y la guacharaca. Como yo se lo dije, entonces le impactó lo mío y creo que de seguro pensó: ¡Pero si yo vengo de donde está la crema y nata de la cumbia y del vallenato, y mira qué bueno es este pelao de aquí del norte…!”, dijo Celso Piña en una entrevista con la revista Proceso, donde detalló cómo fue su primer encuentro con el escritor.
“Había ido mi Gabo al Tecnológico a una plática y a una presentación de su libro y algunas personas le avisaron a mi representante, pero a los organizadores se les hizo mejor recibirlo en el Marco, con su música y Ronda Bogotá… ¡Y empezó a bailar (las mujeres hicieron fila para bailar con el Gabo). Fue muy loable porque me llamó la atención que le gustó lo mío, todo su séquito se puso a bailar primero con la ‘Cumbia Sampoesana’ (del autor colombiano Aniceto Molina, más conocido como “El Tigre Sabanero”), su preferida, es la madre de todas las cumbias, con ‘Macondo’ (del peruano Daniel Camino Díaz Canseco), y también ‘La crónica de una muerte anunciada’ (del colombiano Lizandro Meza)”, agregó el músico.
La admiración de Piña a Gabriel García Márquez era tan grande que aquel disfrutaba mucho de interpretar varias de las piezas que están inspiradas en la gran obra literaria de Márquez. En 1999 Celso Piña grabó ‘Macondo’ junto con su grupo Ronda Bogotá, convirtiendo la versión en uno de sus éxitos más grandes y conocidos.
En una ocasión comentó García Márquez: “¡Cómo me gustará la música que no puedo escribir oyendo música, porque le pongo más atención que a lo que estoy escribiendo! Tengo que escribir en absoluto silencio, pero en las épocas en que estoy escribiendo, oigo mucha música. Y no sólo tomo información de otros libros y de la vida, sino también de la música y según lo que esté escribiendo, es la clase de música que oigo”.
Gabriel García Márquez afirmó que Cien años de soledad era un vallenato de 450 páginas mientras que El amor en los tiempos del cólera se inclinaba más al bolero. Para Gabo, la música era la que le otorgaba una verdadera cadencia a sus escritos, tanto así que alguna vez confesó poseer “la costumbre de agregar adjetivos que no significaban nada sólo para que el lector no perdiera el ritmo propuesto por la narración”. Por ello, una buena forma de entender la obra del nobel colombiano es comprendiendo la música que le gustaba y que tanto incidió en su manera de contar historias.
La canción Macondo habla de algunas situaciones y personajes de su novela Cien años de soledad, ahí se menciona a Mauricio Babilonia -nacido en Macondo, quien era aprendiz de mecánico en los talleres de la compañía bananera-. Llevaba siempre sobre su cabeza un revoloteo de mariposas amarillas.
Los personajes principales de la familia Buendía se mencionan en la cumbia “Macondo” como sigue: Las tristezas de Aureliano, son cuatro/ La belleza de Remedios, violines/ Las pasiones de Amaranta, guitarra/ El embrujo de Melquíades es oboe/ Úrsula cien años, soledad Macondo/ Úrsula cien años, soledad Macondo…
Pero es mejor bailar esta cumbia interpretada por Celso Piña y la Orquesta de Baja California
REFERENCIAS:
https://es.wikipedia.org/wiki/Gabriel_Garc%C3%ADa_M%C3%A1rquez
https://www.sopitas.com/musica/video-celso-pina-gabriel-garcia-marquez-bailando-cumbia-macondo/
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