El profesor Francisco Cota Moreno nació en el poblado de “El Triunfo” un 19 de enero de 1903 y falleció el 23 de julio de 1963. El ordena a seguir en este acercamiento es el siguiente: “Pitahayeros”, “Al bajar de la sierra” y “De hombre a hombre”. El primero de ellos está escrito de manera lineal, narrado en tercera persona, su espacio se sustenta por una sierra y presenta matices de intemporalidad. Extensión cinco cuartillas.
En su argumento nos cuenta que Chencha y su nana vivían solas, dedicadas ambas a la recolección de pitahayas. Ésta le tenía estrictamente prohibido que se llevara bromas con los varones de la comunidad. Le reiteraba a su nietecita: “Los hombres son como los caribes, hay que mirarlos de lejos… porque de cerquita pican”. Consejo que la doncella prometía seguir al pie de la letra. Solamente la viejecita le permitía platicar en casa con el joven Másimo, pues lo consideraba un “güen muchacho”.
¡Gran inocencia de la nana, pues a la nieta le gustaba el tal Másimo! La pareja se las ingeniaba para platicar a solas entre los pitahayales. Cierta vez que su enamorado la llenó de caricias, la pícara Chencha le dijo; “yo no sé por qué mi nana dice que los hombres son como los caribes…”
Un día la nieta le preguntó a su nana, ¿por qué unas pitahayas son blancas y otras coloradas? Ella le contestó mediante una leyenda: “Antes todas las pitahayas eran blancas, pero desde que un marido le atravesó el pecho a la mujer que lo traicionó, le echó una maldición: ¡Permita el cielo que la mancha de tu sangre no se borre jamás! Y cuentan, que dende entonces empezaron a darse pitahayas coloradas”.
Pero a la Chencha esta explicación le pareció supersticiosa y la nana le replicó, “pos han de ser abusiones, pero la verdá es que hay pitahayas blancas y pitahayas coloradas, mesmamente que hay mujeres güenas y mujeres malas”.
Pero no obstante las recomendaciones de la nana, la Chencha y el Másimo no amanecieron en el paraje al día siguiente. A partir de entonces la entristecida viejecita sólo pensaba en lo bribona que resultó su nieta y, entre saborear una y otra pitahaya expresaba, “la verdá es que hay pitahayas blancas y pitahayas coloradas, mesmamente que hay mujeres que pagan bien y mujeres que pagan mal…”
En cuanto al lenguaje, Cota Moreno pone en voz de los personajes el paragoge “asina”, el metátesis “naide” y los apócopes “verdá” y “usté”. Aparecen también los anacronismos “alumbrar”, “corraliar” y “chacotiar”.
Literariamente podemos rescatar la metáfora “Un sol de oro derretido”. De esta manera termino de tratar este primer cuento.
“Al bajar de la sierra” está narrado en tercera persona, lineal, compuesto por siete cuartillas. Un pueblo y una sierra representan su espacio y la coordenada temporal comprende desde finales del Porfiriato hasta principios de la Revolución Mexicana.
En su argumentación se dice que Juan y Julia se conocían desde niños; ya de jóvenes se enamoraron. Él era carpintero de oficio pero luchador social por convicción. Al estallar el conflicto armado, Juan se unió a otros valientes sudcalifornianos y se parapetaron en la sierra para recibir al enemigo. Cuando llegaron los federales al poblado al mando del Mayor Contreras, un hombre mujeriego y tomador, se enamoró de Julia. Al sentirse rechazado ordenó catear su casa, pretextando que el padre de ella era un espía y bandolero. La joven fue remitida al cuartel donde el malvado la violó.
Cuando la terrible noticia llegó a lo alto de la sierra Juan González sintió la pena más negra de su vida. Quería descargar su fusil en aquel asqueroso militar. Una noche empezó a descender. ¡Se escuchó un disparo! Juan rodó por tierra. Lo confundieron con un desertor. Cuando los federales abandonaron la plaza Julia se fue con ellos. No volvió a saberse de ella. Se decía que había muerto en un tren que volaron los zapatistas. Y así, al bajar de esa sierra hay una tumba, cuya cruz extiende sus brazos hacia el olvido.
En este cuento escasamente se observan expresiones distintas a las que cotidianamente empleamos en la actualidad. El único término que aparece es una conjugación del verbo “tiznar”, es decir, recibir un balazo. El protagonista emplea la metáfora “Reflejos de oro”. Con ello termino de analizar este segundo cuento.
El último cuento, “De hombre a hombre” presenta linealidad, contado en tercera persona, integrado por seis cuartillas. El espacio se ubica en la región comprendida entre los ranchos “El palmar”, “Agua escondida” y “Las ánimas”. Su temporalidad también se extiende desde finales del Porfiriato hasta los albores revolucionarios. El argumento nos platica que: Lencho Morales es un vaquero experto, que tenía fama de enamorado, por eso los padres de su novia desaprobaban la relación, especialmente el padre, apodado el “Tío Pascual”. Un viejo renegado que cuidaba celosamente a Cándida, su hija única.
Ante esta situación, la pareja se fugó de madrugada. Desde ese momento el Tío Pascual no dejaba de acariciar su inseparable cuchillo para enfrentarse con Lencho de hombre hombre. La Revolución estalló y en las rancherías se prepararon para el combate. El zapatero Timoteo Robles, un tipo más borracho que trabajador se convirtió en cabecilla del movimiento, quien cometía toda clase de injusticias pistola en mano.
Por su mala suerte, el Tío Pascual fue sorprendido en pleno monte por el jefe Timoteo y su “Estado Mayor”, formado éste por el “Cuate” y el “Panceleón”, quienes al ver que no traía dinero lo amarraron en un encino y ahí lo abandonaron. Al día siguiente, Lencho Morales campeaba por el lugar y lo encontró en esa lamentable situación. Lo desató… ahora podrían entenderse de hombre a hombre. La indeterminación de este cuento pudiéramos concretizarla aceptando que el viejo murió en el duelo a cuchillo. Otra forma sería pensar que el “suegro” perdonó a Lencho por haberle salvado la vida al desamarrarlo del árbol. En fin Cota Moreno nos hace participar dentro de un abanico de posibilidades de normalización.
El autor hace hablar a sus personajes mediante los síncopas “nacites” y “mantención”. También aparecen los aféresis “horita” y “ta”. Los apócopes que se observan son “usté” y “pa”. El autor emplea en sus personajes los anacronismos “arrebujar y “rociclear”. Existen las metáforas “Espuelas de oro” y “Flor de vinorama”. Existe también la comparación de Cándida al decirse de ella que “es dulce y morena como la miel de abeja”.
En esta tricuentística encontré mayor cantidad de semejanzas que de contrastes, pues a partir de los títulos existe similitud al denotar ruralidad, exceptuando a “De hombre a hombre”; semejanza en los aspectos formales de linealidad, ubicación del narrador y de extensión; semejanza espacial referida a la topografía rural; semejanza temporal en cuanto a las postrimerías porfiristas y albores de la Revolución Mexicana, exceptuando a “Pitahayeros” que refleja tonalidad intemporal.
Asimismo, en las acciones de los tres cuentos se desarrolla el idilio, culminando con la fuga de los enamorados, aunque no en “Al bajar de la sierra”, ya que en él interviene la frustración amorosa. Respecto al habla de los personajes existe similitud entre ellos, no así en el último mencionado. Literariamente nos damos cuenta de que en los tres escritos aparece el vocablo “oro” como elemento mataforizante: una vez utilizado por el autor y dos veces por los protagonistas.
Puedo concluir, diciendo que, aunque Cota Moreno narra en tercera persona, él no permanece ajeno del todo a las acciones de sus personajes, pues de sutil manera se percibe en la atmósfera de sus cuentos a un personaje traslúcido.
El mérito de nuestro cuentista radica en su preocupación por rescatar el habla del ranchero de otrora. Es de admirar también la presencia del fermento humorístico de su estilo, amén de la agilidad narrativa y su inmanencia poética.
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