Actualmente la ciencia ficción ha invadido los medios de expresión, ya dejaron de ser novedosas las tramas donde su tema principal son robots y máquinas inteligentes, donde los conflictivos provienen de los inesperados sentimientos de estas creaciones artificiales. Después de más de un siglo de ser expuestos al tema, hemos integrado al imaginario colectivo una relación directa entre el término "Inteligencia Artificial" y las máquinas con sentimientos. Basta oír los comentarios después de conocer notas o artículos de que un nuevo producto contara con un sistema de inteligencia artificial, en los que la discusión gira en lo que implicaría en el futuro tratar con las emociones de ese producto.
Asumimos que una máquina inteligente al tomar autoconsciencia se inclinara por emociones como: odio psicópata de aniquilación o amor fraterno hacia nosotros, imaginando escenarios de películas desde Terminator hasta Wall-e.
No obstante, muchas ocasiones se llegan a confundir ciertos conceptos relacionados con la inteligencia artificial.
En general el objetivo de desarrollar artificialmente una inteligencia no es producir máquinas con emociones, sino en realidad es crear un sistema que resuelva problemas complejos de forma más rápida, eficiente y autónoma que un sistema no-inteligente, lo que permite resolverlos en el momento mismo que se presentan. Es fácil notar que el mundo cotidiano está lleno de problemas con esa complejidad, los cuales necesitan solucionarse de manera autónoma: un semáforo que debe tomar decisiones con tráfico pesado, un vehículo que se conduce solo o un buscador web que anticipa nuestras búsquedas.
Pero pretender crear un sistema de ese tipo, imitando la inteligencia humana en cada uno de sus aspectos incluyendo las emociones, es algo increíblemente complicado, impráctico y un desperdicio de recursos para problemas cotidianos.
Una inteligencia como la humana es difícil de definir, según sugiere la teoría más aceptada del psicólogo Howard Gardner, existen varios tipos de inteligencia: Lógica, Lingüística, Corporal, Musical, Espacial, Naturalista, Intrapersonal, cada una relacionada con una zona cerebral y cuya combinación resulta en la inteligencia del homo sapiens y sus emociones.
Así, al desarrollar un sistema de inteligencia artificial lo primero es simplificar a lo más básico el concepto de inteligencia y la forma de resolver un problema, como por ejemplo analizar todos los elementos de un problema, encontrar cómo se relacionan éstos o qué patrones tienen siguiendo una serie de reglas lógicas, deducir una solución posible y actuar basándose en ella.
Pero en el desarrollo de una inteligencia artificial se pueden definir tres tipos de enfoques en los cuales basar el sistema, y tres clases de métodos para resolver un problema. Los primeros serían: sistemas que piensan racionalmente por lógica y deducción, sistemas que simulan actuar como humanos y los que razonan como un cerebro humano. Los segundos por otra parte serían: representar los datos en estructuras y rutas definidas, donde según el tipo del problema y sus características es el camino lógico seleccionado a seguir para el siguiente paso; imitar a sistemas genéticos o evolutivos similares a la selección natural biológica, donde se crean innumerables soluciones lógicas, siendo seleccionada la mejor para después crear otro número de soluciones basadas en variantes de la anterior; basarse en el aprendizaje de la información, los patrones y reglas de forma empírica, como por causa y efecto o prueba y error, lo que permite autocorregir errores más rápidamente.
Quizás aun así nos preguntemos: ¿De forma colateral un sistema de inteligencia artificial podría tener autoconsciencia y llevarla al final a tener emociones? La respuesta sería un rotundo no. Una máquina nunca tendrá sentimientos, excepto que se busque que a propósito ésta los tenga.
Ha sido un error por siglos hasta la actualidad, creer que la mera inteligencia o la autoconsciencia son quienes producen todo el rango de emociones y sentimientos, quizás una suposición basada en ideas antropocéntricas del pasado, donde solo el hombre tiene emociones mientras los demás animales no, y al ser la inteligencia la característica humana que lo diferencia, las emociones deben venir de ella.
No obstante, décadas de observaciones y reportes científicos de comportamiento animal, en especial mamíferos sociables, así como avances en neuropsicobiología han mostrado que las emociones humanas son una función social innata, heredada de nuestros ancestros mamíferos socialmente complejos, los cuales en sus grupos tienen jerarquías, funciones y expresiones sociales muy definidas, así que cualquier emoción humana es posible remitirla a un comportamiento social animal previo. También compartimos con ellos estructuras cerebrales específicas para generar esos comportamientos sociales, los cuales una mayor inteligencia simplemente los enriqueció para crear las emociones que conocemos.
De esta manera, gran parte del desarrollo de inteligencia artificial no busca ni implica máquinas con sentimientos, sino resolver problemas y ser herramientas prácticas en muchas aplicaciones cotidianas. Sin embargo, parece que jamás dejará de ser un sueño interesante para los humanos imaginar cómo serían las emociones en una máquina y sus consecuencias, si a propósito se le programara para tenerlas.
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