Es probable el título del artículo sugeriría el uso del Estado por los políticos como un negocio para llenarse las bolsas, pero en realidad se refiere al concepto del cobro de impuesto por parte del gobierno.
El concepto e idea de impuesto ha ido variando desde las primeras civilizaciones con gobiernos centralizados hace más de 5000 años. Una vez que la agricultura y la ganadería empezaron a generar un excedente, no debió de pasar mucho para que los lideres pensaran tenían derecho a pedir su parte.
Sin embargo en aquellos tiempos la idea de un impuesto era más cercana a un tributo religioso, necesario para mantener el sistema teocrático formado por los sacerdotes y su líder, este último bajo una capa de divinidad. Si bien su recolección fácilmente podía amagarse por la violencia, en general se hacía al atribuir el tributo a un buen clima y lluvias regulares.
Siglos después, los griegos dieron un paso al pasar de una connotación divina de un impuesto a una de sentido práctico, por lo que cada comunidad al tener en un momento un gran excedente (desde agrario hasta minero), se decidía por votación pública en que usarse el recurso en la comunidad.
Más adelante con el surgimiento de grandes imperios, el concepto de impuesto paso a estar relacionado con la financiación del ejército y escaramuzas bélicas, como en el caso de los romanos, entendiéndose a la conquista como la mayor fuente de recursos y a los derrotados se les exigía un impuesto como forma de dominio, caso similar al azteca.
No obstante generalmente en la antigüedad, la forma de cobrar impuestos raras veces era equitativa y dependía de la situación religiosa, social y política local.
La primera referencia más o menos moderna de impuestos proviene del periodo del emperador romano César Augusto, al definir un impuesto de 5 % para todas las herencias, de 4 % sobre las ventas y de un 1 % para todo lo demás. Sin embargo con la caída del Imperio romano, en occidente el sistema feudal regresó a tener un sentido de impuestos arbitrario y humillante, de los siervos a sus señores feudales; con la excepción del incipiente concepto de proveer cierta infraestructura pública y cobrar por usarla, como: molinos, hornos, ciertos caminos, puentes y embarcaderos, así como gravar propiedades.
Sería hasta 1629, que en Inglaterra se estableció la idea de que a los individuos deben cobrarles impuestos de acuerdo con su posición y recursos. Esto es, un impuesto progresivo sobre los que tenían capacidad para pagarlo.
Pero el sentido moderno de impuestos no arbitrarios, bajo una ley clara, como la manera principal de un Estado de financiarse para proveer la seguridad y el bienestar general de un país, vendría a partir de la reciente nación de Estados Unidos en 1776. Con las décadas bajo políticas sociales el concepto de bienestar derivaría en que el fin de los impuestos es igualar ingresos y fortunas, o con el propósito de redistribuir la riqueza de un país.
Esta concepción moderna para recaudar impuestos es la que termino por extenderse a la mayoría de los países y es la usada actualmente. Sin embargo en naciones donde el paternalismo ha formado parte de la política por décadas como el caso de México (primero por el régimen priista, posteriormente por el sistema de elecciones y unido a ser mucho tiempo un país petrolero), los impuestos nunca han logrado ser la fuente principal eficaz para hacerse de recursos el Estado.
Quizás por esta razón el concepto de impuesto es bastante superficial en nuestro país. Los impuestos el gobierno solo los ve como una financiación continua y al momento en la deuda de ese año, en un proyecto del momento, en demostrar es bueno con cierto capital político al no cobrarlos, duro con quienes afectan sus intereses al cobrarlos o simular control al ser complejo pagarlos. Pero rara vez lo ven como sistema cuyo fin es aumentar los recursos disponibles y de igual forma la recaudación con el tiempo.
Una forma sería ver la recaudación del gobierno como un negocio, en el cual como empresa el objetivo del gobierno es dar servicios, que aumenten los recursos circulantes o potenciales y así sea más fácil el ciudadano acepte dar parte de ellos; entendiéndose a los ciudadanos como los clientes
Sé que muchos malentenderán y pensarán con horror hablo de privatizar el Estado, pero para nada, los impuestos siempre deberían ser monopolio del gobierno y la ayuda social viene de tener "utilidades" (cosa que ni siquiera logra Hacienda).
Del tal forma, cualquier mejora en la infraestructura no se debe a justicia social ni a compromisos electorales ni a tener felices a las personas, sino que tiene dos objetivos:
Aumentar el valor de las propiedades de los ciudadanos, ganando estos un mayor ingreso al venderlas, rentarlas o hipotecarlas. Por ejemplo: pavimentar (como se debe), alumbrar, dar seguridad, servicios eficientes, transportación pública, entre otros, aumenta indirectamente el valor de las propiedades, mejorando el mercado inmobiliario, permitiendo poder cobrar al estado un predial mayor aun sin cambiar la tabulación.
Por otra parte el proveer servicios para después recaudar, se referiría a dar las condiciones más óptimas posibles para que las empresas generen mayores ingresos. Como crear vías de comunicación seguras y eficientes (puentes, carreteras, puertos, etc.), al proveer los mejores trabajadores, campos industriales, mejorar la burocracia.
En último lugar, el gobierno como empresa de servicios debería preocuparse por dar una imagen de confianza al administrar lo recaudado. Como haríamos con cualquier empresa que nos dé un servicio, si es pésimo el servicio y no reinvierte en lo importante, pensaríamos dos veces si debemos pagarle.
Sin embargo, es probable no varié el concepto actual de los impuestos del político mexicano, como está la situación les es suficiente el recurso para mantener las ventajas de su clase.
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