Lejos de ser solo un tema del Día Mundial de la Diabetes, cada 14 de noviembre, desde hace unos años se ha vuelto reiterativo en nuestro país apuntar al problema del sobrepeso y la diabetes, con el casi eslogan constante: "México, primer lugar en obesidad infantil. Segundo en adultos, con la mayor incidencia de diabetes tipo II".
Esta afirmación lamentablemente es un problema de salud que en pocos años podría explotarnos, por lo que no es raro se planteen de todo tipo de políticas y campaña de salud: calorías máximas por producto, impuestos al azúcar agregado, etiquetados nuevos, chequeos en el IMSS, pruebas de glucosa, eventos para ejercitarse, entre otras más.
Sin embargo en el fondo todo puede resumirse a dos cuestiones, ¿por qué la obesidad es uno de los grandes azotes de la vida moderna? ¿Por qué los mexicanos somos más propensos a desarrollar diabetes tipo II? Se han argumentado muchos enfoques del origen de estas dos problemáticas: sedentarismo, mala alimentación, vicios alimentarios, los genes, enfermedad metabólica, falta de saciedad, problemas emocionales, etc.
En el caso de la obesidad en un mundo donde la norma es la vida "moderna", muchos dirán que pareciera que el cuerpo humano se empeña en engordar casi "solo por tomar agua".
Reflexionando un poco para responder esta pregunta, quizás habría que retroceder en el tiempo hasta el mundo que moldeo al homo sapiens y los primeros migrantes de América.
Antes del inicio de la agricultura y ganadería hace cerca de 10,000 años, durante decenas de miles de años la especie humana no tenía segura ninguna comida diaria. Muy raramente había un excedente de alimentos y poco sabían cómo tener una reserva segura de estos. Era un mundo donde solo existía la caza y la recolección, en el cual cada día era una ardua búsqueda durante horas, requiriendo cubrir largas distancias para la próxima comida; siguiendo kilómetros a un animal o buscando frutos y raíces, sin ninguna certidumbre de éxito.
Así que comer cualquier alimento implicaba una gran cantidad de actividad física y gasto de energía previo, donde cada caloría consumida era quemada con terrible eficiencia cada día, con muy poco de sobra para tener sobrepeso. Por terrible que esto fuera, así era su realidad cotidiana, sin con que comparar vivían quizás mejor que cualquier otro animal.
En este durísimo mundo cualquier mínima ventaja fisiológica era esencial para la supervivencia, como lo sería la capacidad de convertir de forma sumamente eficiente la más mínima grasa y azúcar excedente de alimento en reservas de energía en el cuerpo.
De igual forma en ese entonces al ser poco frecuentes las comidas muy abundantes, cuando ocurría una de ese tipo, la capacidad de producir cantidades enormes de insulina en la sangre para facilitar la rápida absorción de azúcar por las células, permitiendo tener rápidamente depósitos de grasa, lo que sería ventajoso en ese entorno de carencia. También tendría una ventaja aquel capaz de inhibir la sensación de saciedad y comer más alimento cuando este todavía disponible.
Ahora regresemos al mundo actual, donde generalmente hacemos tres comidas diarias (aunque si se deseara, se podría comer cada hora del día), un lugar en el que estamos inundados de alimentos económicos con gran cantidad de calorías y con publicidad que nos acosa incesantemente; donde rara vez caminamos más de varios metros para obtener nuestra comida, aún menos con la comida a domicilio y la actividad física pasa a un segundo plano cotidiano. Por desgracia la fisiología humana no va a desaprovechar ningún exceso de energía de los alimentos y eficientemente guardara toda esa energía como depósitos de grasa, lo que exige más recursos y desgaste metabólico del cuerpo.
Con un cuerpo humano creado en un mundo extremadamente opuesto al que vivimos hoy, ¿qué deberíamos esperar resulte cuando ese cuerpo se enfrente al mundo actual? Aunque nos resulte irónico, la respuesta es en obesidad y diabetes, ya que nuestro cuerpo no está hecho para lidiar con tanta abundancia de alimento y calorías. Lo que hoy en día calificamos como errores fisiológicos o genéticos, son simplemente resultado de una selección natural de un durísimo mundo de miles y miles de años.
Según varios estudios las etnias amerindias, junto a las afroamericanas, asiáticas y de las Islas del Pacífico, tienen una incidencia mayor al sobrepeso y la diabetes tipo II. Al menos se ha identificado en los mexicanos una variante amerindia denominada R203C en el gen ABCA1, que provoca bajen los niveles de colesterol bueno, así como un mayor riesgo de obesidad, síndrome metabólico y diabetes.
Los indios de la etnia Pima en Arizona tienen el porcentaje de diabetes más alto del mundo, del 35 %. Este mismo grupo en Sonora, sólo el 3 % de su población tienen diabetes.
La explicación es que por un lado, en Arizona viven en reservaciones donde no practican la agricultura y su comida es industrializada, con muy poca actividad; mientras en Sonora viven de forma precaria de la agricultura, ganadería y recolecta de leña, con mucha actividad. Este hecho apoyaría la incompatibilidad del cuerpo humano con la cómoda vida moderna.
No obstante sería absurdo decir la solución es tener una carencia alimentaria, comer solo una vez al día, minimizar las calorías, caminar kilómetros hasta donde está la comida o pasar ayunos prolongados. No puede descartarse la ventaja de la disponibilidad de alimentos, que permite acceder a nutrientes y no solo a calorías, logrando el máximo potencial físico y mental posible.
Simplemente se debe reflexionar porque inexorablemente deberemos los humanos tener la carga de proveerse actividad física y cuidar su alimentación por siempre, como un precio a vivir en mundo mucho más cómodo del que engendro a la humanidad.
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Referencias:
http://www.frcf.cat/pdfs/publicacions/diabetesyetnias.pdf
http://ciencia.unam.mx/leer/51/Diabetes_tipo_II_una_enfermedad_silenciosa
¡Energía, energía por doquier!
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