Tras la lectura de Cuchillo, de Salman Rushdie, no queda sino preguntarse: ¿qué impulsa a un joven de 24 años a atacar con semejante brutalidad a un hombre de 75? ¿Cuáles son los límites del odio, de la intolerancia, de la estupidez?
Aun sin ser uno de mis escritores favoritos, lo ocurrido a Salman Rushdie el 12 de agosto de 2022 me causó un hondo impacto. Por ello no pude resistir el impulso de leer su nuevo libro Cuchillo, donde narra desde su perspectiva lo ocurrido ese “soleado viernes por la mañana en el norte del estado de Nueva York”(1), en que fue casi asesinado por un joven armado con un cuchillo. A lo largo del texto cuenta también las consecuencias posteriores en todos los ámbitos: desde la salud, lo personal, lo amoroso y lo literario.
“Yo tenía cuarenta y un años cuando Los versos satánicos salió a la venta, en 1988. Era el quinto libro que publicaba. El 12 de agosto de 2022 tenía setenta y cinco años y esperaba con ilusión la publicación de mi vigésimo primer libro, Ciudad Victoria”(2).
La puntualización viene a cuento, porque a raíz de publicar dicha novela debió vivir a salto de mata, y con escolta policial, durante más de diez años, debido a la furia que provocó en muchos sectores de la comunidad musulmana. La indignación llegó a tal punto que el ayatolá Ruhollah Jomeini, líder de Irán en aquella época, emitió una fatwa en 1989 que pedía el asesinato de Rushdie y ofrecía una recompensa de tres millones de dólares a quien lo asesinara.
Pero de dicha condena habían pasado treinta y tres años. Parecía que por fin la cacería había terminado cuando, “es el pasado lo que vuelve, mi pasado abalanzándose sobre mí”(3)– escribe Rushdie. Fue entonces que apareció Hadi Matar –apellido que desde la lengua española parece mal chiste– un aparente simpatizante del gobierno iraní, dispuesto a cumplir el antigua sentencia del desaparecido ayatolá.
A partir de ese momento la vida de Salman ya no fue la misma. A lo largo del libro se narra el impacto que la noticia causó en su esposa Rachel Eliza Griffiths, del dolor y el sufrimiento causado por las heridas, el lento y parcial proceso de rehabilitación, el duelo de perder el ojo derecho, la imposibilidad de escribir o las pesadillas recurrentes. Pero también, por el otro lado, descubrir lo que un ser humano es capaz e hacer para ayudar a otro a sobrevivir: el amor de su familia, la solidaridad de sus amigos o el apoyo ilimitado de sus lectores. Aquella mañana, apunta Rushdie, “experimente casi simultáneamente lo peor y lo mejor de la naturaleza humana”(4).
Cuando por fin le permitieron mirarse a sí mismo, descubrir su nuevo rostro tras las secuelas se encontró casi con un desconocido. “Un hombre ve su reflejo y no está seguro de reconocerse. Tú quién eres, le pregunta a la figura en el espejo. ¿Acaso te conozco? ¿Volverás a mí tarde o temprano, o esto es lo que soy ahora, un semidesconocido, tuerto y con el pelo alborotado?”(5).
En la parte final, Rushdie hace un balance de lo vivido: “Se cumplió un año del atentado, y en este triste aniversario comprendí que habían ocurrido tres cosas que me habían ayudado en mi viaje hacia asimilar lo que pasó aquel día. La primera fue el devenir del tiempo. El tiempo quizá no lo curaba todo, pero amortiguar el dolor, y las pesadillas desaparecieron. La segunda era la terapia. Las sesiones con mi terapeuta, el doctor Justin Richardson, me habían ayudado más de lo que soy capaz de expresar con palabras. Y la tercera fue la redacción de este libro. No es que estas cosas me hicieran «pasar página», sea esto lo que sea, o si algo así es posible siquiera, pero supusieron que el peso de aquellos hechos dejara de ser tan grande como antes”(6).
Citando a James Joyce, el autor asegura que “los actos de los hombres son los mejores intérpretes de sus pensamientos”(7). Por eso, tras la lectura de este desgarrados testimonio no queda sino preguntarse: ¿qué impulsa a un joven de 24 años a atacar con semejante brutalidad a un hombre de 75? Su acto tuvo lugar en un lugar en sitio público, con lo cual no sólo pretendía matarlo, sino que estaba dispuesto a pagar con un número indeterminado de años de cárcel, lo que implicó entregar su propia vida. ¿Cuáles son los límites del odio, de la intolerancia, de la estupidez? Quizá el texto de Rushdie tampoco pueda responder a estas cuestiones pero da un sinnúmero de herramientas para una reflexión que parece cada vez más necesaria y oportuna.
Notas
- Rushide, Salman, Cuchillo. Meditaciones tras un intento de asesinato, Primera Edición, México, Literatura Random House, 2024, Pág. 15
- Íbidem, Pág. 34
- Íbidem, Pág. 23
- Íbidem, Pág. 26
- Íbidem, Pág. 97
- Íbidem, Pág. 191-192
- Íbidem, Pág. 200
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