Uno de los temas más reiterativos y deprimentes nacionalmente es el de la pobreza. A diario recibimos nuevas estadísticas del incremento de pobres; los tenemos…
Uno de los temas más reiterativos y deprimentes nacionalmente es el de la pobreza. A diario recibimos nuevas estadísticas del incremento de pobres; los tenemos perfectamente clasificados: por estado, región, etnia, nivel de pobreza, comparativos con años anteriores, proyecciones a años futuros, inversiones, planes, bla, bla y muchos más bla.
Todos los niveles de la política los tienen presentes en la total escala de valores: desde el último discurso de Colosio (que creí sincero) hasta el cinismo de un politiquillo, que no se cómo calificar si herético o blasfemo, donde cita tendenciosamente el evangelio: “Jn 12, 3-8. 03 “María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo: «¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?» Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella. Jesús le respondió: «Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre».
Por supuesto que la cita en esa plática privada no fue literal ni completa, pero sirve para ejemplificar el espíritu que inspira a nuestros políticos: “siempre tendremos a los pobres, colectemos lo posible de donde venga para tener la bolsa llena y poder saciar con su contenido nuestra ambición sin límites”
De allí nace el clientelismo, la castrante sobreprotección que se ofrece a los necesitados y que garantiza su permanencia en niveles de subsistencia con incremento poblacional concomitante al incremento programático y de subsidiaridad.
Es sorprendente la cantidad de burrocracia encargada de “atender a los pobres” que tienen los gobiernos populistas y que para lo que sirve es para diluir el dinero recaudado de los impuestos y dilapidado de nuestra diabólica herencia (según López Velarde) de veneros de petróleo construidos a través de millones de años para que irresponsablemente los quememos en unas cuantas generaciones contribuyendo a la destrucción de nuestro equilibrio ambiental y al calentamiento global.
La creatividad con la que los políticos y los líderes sindicales se hacen de recursos es admirable: desde la asignación a campesinos de sementales de alto registro para mejora de nuestra ganadería mismos que Gonzalo N. Santos compra en $50.00 de su tiempo en cuanto el Sr. Presidente abandona la población, hasta el Banrural, Aseguradora Nacional Agrícola, las cuotas sindicales, hasta los programas actuales donde se invierten millonadas que harían ricos a los beneficiarios si el dinero les llegara, pero los que se hacen ricos son los que reparten y comparten.
Estas actividades nos devalúan como personas y como cultura más que el peso ante el dólar, al que roba porque en la mayoría de los casos no le luce, se acostumbra a una vida de opulencia que no le ha costado otra cosa que su dignidad y al perderla es fácil presa de mayor corrupción en el nivel de quien se le acerque.
La mayor desgracia es la pérdida de valores que pone por encima de todo al dinero, las fortunas así obtenidas por los judas son en verdad inconmensurables, pero no les han producido tranquilidad, felicidad, armonía familiar, trascendencia moral y la mayoría terminan sus vidas en absoluta soledad personal con compañía comprada aunque el falso brillo de sus vidas los muestran a los jóvenes como paradigmas alcanzables.
Al que recibe porque lo humilla y denigra, le saca de la cultura del esfuerzo propio y se acostumbra a recibir dádivas a cambio de su voto, su apoyo al candidato, que muchas veces ni conoce, su presencia en plantones y marchas, a conservar lo poco que se le da por lo mucho que entrega y que cada vez le exigen más. Recuerdo a una jovencita de cuando el límite del pudor era muy diferente al de ahora y que acostumbraba ponerse en cuclillas para recoger cosas del suelo y al preguntarle la razón de hacerlo me dijo: “es que mientras más te agachas, más te ven”; así nuestros pobres educados en la corrupción han aprendido a subir sus tarifas de venta de voto, que empezaron por un kilo de azúcar y hoy van en cemento y varilla de construcción.
¿No tenemos remedio? ¿la pobreza será el oro de los políticos populistas ad aeternum? Podríamos escribir un tratado sobre el tema pero me quiero reducir a un botón de muestra: los tianguis.
Siendo la mayoría de los tianguistas personas honradas y trabajadoras, podemos captar en las imágenes la diferencia de “atención a los pobres” que administran dos diferentes municipios mexicanos.
En uno se hizo un reordenamiento y en diálogo con los tianguistas se estableció un reglamento que define el tipo de tianguis que se quiere crear, giros autorizados, las dimensiones y características del puesto, el plano de distribución, el financiamiento para el inicio de operaciones, licencias, impuestos a pagar, los servicios proporcionados por el municipio, seguridad, limpieza, recolección constante de basura, multas, suspensiones temporales a reincidentes, llegando a cancelación de licencias en casos serios, etc.
Como resultado tenemos un excelente tianguis donde se compra toda clase de mercancías, limpias, ordenadas, completas, diversiones, sencillos espectáculos, comida incluida, con alegría, seguridad, higiene, a las dos de la mañana se transita con la familia completa sin pestes ni riesgo de ser asaltados, de caer en montones de basura, de que le roben o desvalijen el auto, ensuciarse con el lodo de las calles.
Resultado es de la cultura del esfuerzo gobernada por verdaderos servidores públicos donde los tianguistas están progresando y son los primeros interesados en cumplir con el reglamento para poder exigir los servicios.
El otro tianguis es el polo opuesto que no requiere descripción, es el resultado de la cultura clientelar donde los políticos y líderes se confabulan para explotar al trabajador y es el destino de los pueblos con gobiernos de izquierda mal informada con decisiones de proteccionismo castrante cuya ignorancia o ceguera intencional lleva a sus castradas huestes a destinos como los de Grecia y Venezuela.
Trabajamos por nuestros hijos, observemos las imágenes y escojamos el tianguis donde pretendemos que compren ellos en el futuro próximo.
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