En su libro de viajes En la llanura de las serpientes, el escritor norteamericano Paul Theroux hace una sensible y detallada descripción de lo que vio y vivió al recorrer la frontera entre México y Estados Unidos
Paul Theroux es un escritor norteamericano que si bien tiene algunas buenas novelas, en especial la autobiográfica Tierra Madre, lo que lo más lo distingue son sus extraordinarios libros de viajes.
En este caso, puesto que para la administración Trump.2 la inmigración y las fronteras de México se han convertido en señalados problemas para la seguridad nacional de los Estados Unidos, me parece oportuno repasar la visión de un escritor norteamericano de calidad acerca de este fenómeno.
En su libro En la llanura de las serpientes, Paul Theroux nos cuenta el viaje que hizo, primero a lo largo de la frontera pero desde el lado americano y luego su incursión a México que lo llevó hasta la frontera sur, pasando por puntos neurálgicos de México, desde su capital hasta Oaxaca, pasando por San Cristobal de las Casas y la frontera chiapaneca con Guatemala.
Más allá de que ya conocía la calidad del autor, me gustó su consciencia acerca de lo que significaba intentar descifrar un país de la complejidad de este: “no he encontrado a ningún viajero o comentarista, extranjero o mexicano, que haya podido sintetizar México, y quizá esa ambición es una iniciativa inútil y anticuada. El país escapa toda generalización o resumen; es demasiado grande y complejo, demasiado diverso en su geografía y cultura, demasiado desordenado y multilingüe1 (el gobierno mexicano reconoce sesenta y ocho lenguas distintas y trescientos cincuenta dialectos)” (1).
Y las reservas son adecuadas. Aun centrándonos en la franja fronteriza los contrastes, conflictos y afinidades entre las dos naciones no se pueden enumerar. La propia naturaleza de frontera actual es compleja de definir. Ha sido producto de desplazamiento de tribus originarias, de abusos de los conquistadores de ambos lados, de atropellos del Estado incipiente de una nación con afanes expansionistas irrefrenables en colisión con un gobierno limitado e ignorante acerca de su propio territorio, caracterizado por la ineptitud y la corrupción.
Theroux describe el programa “Brasero”, política bilateral primigenia que dio lugar al tránsito incesante que hoy es signo de identidad de esa frontera: “La frontera con México que hoy conocemos fue instituida como frontera internacional hacia mediados del siglo XIX. Por más de cien años, desde antes de 1900, los granjeros estadounidenses alentaban a los mexicanos a que cruzaran la frontera para trabajar en los campos, algo que recibía gran desaprobación del gobierno mexicano, pues su labor se necesitaba en casa. Esos hombres y mujeres constituyeron la principal mano de obra agrícola en el sureste y California. Para regular el flujo de campesinos, el programa brasero (mexicanos que trabajaban en los Estados Unidos con contratos de corto plazo) se instauró en 1942 con un acuerdo entre los Estados Unidos y México.
La necesidad estadounidense de mano de obra barata ha definido la cultura fronteriza. Hubo un tiempo en que la frontera era porosa, y en muchos lugares informal y conceptual: la gente cruzaba no sólo para trabajar; se paseaba de un lado a otro para hacer compras, divertirse o instalarse. […] El Programa Brasero permitió que cientos de miles de mexicanos cruzaran la frontera para hacer trabajo manual en los Estados Unidos. Después de veintidós años y cinco millones de braceros, el programa terminó en 1964; los braceros que aún quedaban fueron devueltos a su país. Se ha demostrado que, por lo general, los braceros («hombres que trabajan con los brazos»), que ganaban salarios bajos, los explotaban y manipulaban” (2).
Theroux realiza una radiografía semejante de la frontera sur, donde convive con migrantes de Centroamérica y zapatistas chiapanecos. Los testimonios de migrantes, tanto en una como en la otra frontera son desgarradores. Y concluyo con la cita con la que cierra la primera parte del libro:
“Terminé la travesía que inició en Tijuana con una imagen de la frontera como la primera línea de un campo de batalla: nuestras altas vallas, sus largos túneles. Queremos drogas, dependemos de la mano de obra barata y, conociendo nuestras debilidades, los carteles se pelean por ser dueños de la frontera” (3).
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(1) Theroux, Paul, En la llanura de las serpientes, Primera Edición, España, Alfaguara – Penguin Random House, 2022, Pág. 21.
(2) Íbidem, Pág. 48-49.
(3) Íbidem, Pág. 116.

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