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Donald I, Sumo Pontífice de la insensatez

Ver, no sólo una fotografía donde aparece Donald Trump caracterizado como Papa, sino el hecho de que haya sido él mismo quien la viralizó, me ha causado un estupor del que aún no me recupero. ¿Qué más...

9 de mayo, 2025

Juan Carlos Aldir

Ver, no sólo una fotografía donde aparece Donald Trump caracterizado como Papa, sino el hecho de que haya sido él mismo quien la viralizó, me ha causado un estupor del que aún no me recupero. ¿Qué más disparates podemos esperar del Presidente de los Estados Unidos? A este ritmo, supongo que mi capacidad de asombro se agotará pronto.

La primera aclaración es que no soy creyente. Nací dentro de una familia católica practicante pero por azares de la vida, un buen día, perdí la fe. Eso no quita que culturalmente sea cristiano y que mi cosmovisión, si bien no religiosa, tiene como base esa manera de estar en el mundo.

Me parece genial que un presidente tenga tan buen humor; sin embargo, no hay que ser católico practicante para darse cuenta que la “broma” de Donald Trump no sólo es inoportuna y de pésimo gusto sino sobre todo innecesariamente ofensiva para quienes siguen esa religión y que justamente viven el duelo por la muerte del papa Francisco. Me pregunto qué hubiera pasado si su «bromita», porque como el mismo Trump afirma “está bien divertirse un poco”, en vez de jugar con la figura papal lo hubiese hecho con la del profeta Mahoma. Quizá su espontaneidad selectiva funciona mejor de lo que parece.

Primero vayamos a los hechos. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, publicó hace unos días, en las redes sociales de la Casa Blanca, un fotografía, presuntamente creada de manera anónima con inteligencia artificial, donde aparece él mismo vestido como Papa.

Quizá la crítica que las resume mejor en su conjunto la hizo el ex primer ministro italiano Matteo Renzi, de tendencia progresista, en su cuenta de X: “Esta es una imagen que ofende a los creyentes, insulta a las instituciones y demuestra que el líder del mundo de la derecha disfruta haciendo payasadas”(1).

Ante el tsunami de críticas llegadas de todo el mundo occidental el mandatario norteamericano respondió, desde el mismísimo despacho oval: “Denme un respiro. Alguien lo hizo por diversión. No pasa nada. Está bien divertirse un poco, ¿no?”(2).

Me gustaría pensar que la “broma” del presidente es parte de un plan macabro y secreto para conseguir algo, para expresar una idea revolucionaria o para enseñar algo a la humanidad. Incluso hubiese preferido que esa imagen fuese parte de una estrategia siniestra para apoderarse del mundo, porque al menos habría mostrado una cierta dosis de inteligencia y propósito.

El problema es que quizá todo fue tal y como él lo expresa, una simple broma, porque “está bien divertirse un poco, ¿no?”. Y es un problema porque deja de manifiesto que o bien no entiende la diferencia entre la persona y la investidura que lo convierte en presidente o bien genuinamente supone que «La Presidencia de los Estados Unidos» es él.

La broma desafortunada, seguida de su reacción absurda, denota que no es capaz de diferenciar al Donald Trump investido presidente de la nación más poderosa del mundo, del Donald Trump que se caricaturizaba a sí mismo en el El Aprendiz.

Y si esto es así, no hay duda que habrá problemas para el mundo entero y para la propia nación americana cuando se venza el plazo de su presidencia y este simpático señor no sepa cómo separar al Donald ciudadano del Trump presidente.

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