A mediados del siglo pasado hubo un equipo de futbol que marcó una época. El antes llamado “ya merito” logró conjuntar un conjunto de extraordinarios…
A mediados del siglo pasado hubo un equipo de futbol que marcó una época. El antes llamado “ya merito” logró conjuntar un conjunto de extraordinarios jugadores que lograron tantos títulos que forjaron la leyenda del “Rebaño Sagrado”, las gloriosas Chivas Rayadas de Guadalajara.
Inolvidables sus logros, campeones de liga, de copa, base de la Selección Nacional, primer equipo mexicano en viajar a Europa. Los nombres de Salvador Reyes, Héctor Hernández, Guillermo Sepúlveda, Jaime Gómez y varios más quedaron grabados en los corazones de su afición.
El no contratar jugadores extranjeros inflamó el patrioterismo y con facilidad se colocó en el primer lugar de las preferencias de la afición, convirtiendo a las Chivas en una especie de símbolo patrio.
Los diferentes dueños del equipo se durmieron en sus laureles; se olvidaron que al considerarse en la cima del mundo el siguiente paso necesariamente es hacia abajo. Creyeron que los demás se asustarían con la camiseta rayada y dejaron de preocuparse por la esencia del futbol: el esfuerzo constante por la superación, la renovación oportuna, formación de nuevas generaciones de jugadores.
Deslumbrados por los garbanzos de a libra que eventualmente salieron de sus descuidadas fuerzas inferiores y buscando prioritariamente el rendimiento económico se han ganado a pulso, por segundo año consecutivo, el último lugar de la tabla de cocientes que califica para el descenso, salvándose de la segunda división gracias a que los equipos recién ascendidos no cuentan con infraestructura suficiente para alcanzar el nivel de competencia de la primera y son los que vuelven a descender.
También en el siglo pasado, entonces como resultado de la expropiación petrolera, se dio el fenómeno de un grupo de trabajadores que respondieron al esfuerzo del Gobierno, respaldados en forma unánime por la población , que permitió continuar con la producción petrolera de la Nación, a pesar de los pronósticos internacionales que consideraban que al retirarse los técnicos extranjeros les iba a ser imposible a los mexicanos continuar con los trabajos, menos aún con los daños que subrepticiamente habían causado a la maquinaria antes de cumplir con la expropiación, llevándose inclusive partes esenciales para el buen funcionamiento.
Logrado el objetivo, saliendo PEMEX adelante, se convirtió en un nuevo emblema de la Nación, el progreso estaba a nuestro alcance, el mexicano puede conseguir lo que se propone.
Por desgracia, al llegar las vacas gordas, las cuentas pendientes se saldaron y los buenos esfuerzos se recompensaron con creces, de la justicia se pasó al abuso y afloró lo peor de nuestra sociedad en todos los niveles: de los altos niveles directivos a los encargados de barrer los pisos, quien quiso apropiarse de lo que estaba a su alcance lo hizo.
Se vuelve a mostrar la falta de valores en nuestra sociedad. En la búsqueda de la felicidad el único satisfactor es el dinero, no en la cantidad que cubra nuestras necesidades sino tanto como sea posible; para hijos, nietos, bis y tátara nietos. Desde los que hicieron fortunas que los obligaron a salir del país, hasta los encargados de los almacenes, compras, instalaciones, talleres, obreros sencillos que rentaban plazas para cobrar jubilaciones.
Renglón aparte merecen los delegados sindicales de quienes resaltan los coches blindados con los que viajan a Las Vegas donde dan propinas con centenarios.
PEMEX es el filón ansiado por la jauría famélica de nuestra política. Dinero y poder, complacencia y compra de voluntades, de gobiernos estatales, de empresas paraestatales, sindicatos y hasta delincuentes. Lo que “justifica” para muchos el robo impune de combustibles de los ductos. Si el petróleo es nuestro, sólo vengo por la parte que me toca.
El retraso de la reforma petrolera que nos hace desperdiciar los mejores momentos del mercado, no se debe a los principios patrioteros esgrimidos por el politiquillo de marras, sino a que en sus planes está el llegar a la presidencia y entonces disfrutar del rendimiento de la empresa a su errónea voluntad, como lo hicieron en Venezuela sus congéneres Chávez y Maduro hasta llevar a la quiebra a su país.
Actualmente vemos que Chivas y PEMEX son muestras del fracaso de la ambición, han visto pasar la gloria de este mundo como el humo del incienso con que se les honró y es momento de reencaminar sus destinos.
Chivas debe cambiar de dueño y el nuevo debe asesorarse adecuadamente con personas como las que se encargan del equipo de Pachuca y posiblemente sobreviva.
PEMEX la tiene mucho más difícil. Liquidar al sindicato y llegar a un arreglo con las exorbitantes jubilaciones. El actual gobierno no lo hará. Es tarea para el siguiente.
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