La llegada de la Navidad es inminente. El tráfico, la inversión térmica, las infecciones virales y los gastos imprevistos son el tema de todos los días. Mientras nosotros nos quejamos del frío y el cansancio de tanta fiesta, una realidad paralela viven quienes migraron a Estados Unidos y por fin tienen la oportunidad de volver a su tierra, reencontrarse con sus familias, abrazar a sus hijos a quienes dejaron de ver tal vez bebés y son ahora jovencitos, la incertidumbre en las familias que los esperan crece a medida que se acerca el día, saben de ellos por carta, recibieron el apoyo económico que les prometieron cuando se fueron en busca del sueño americano, de mejores oportunidades, de subsistencia.
Les prometieron traer regalos, juguetes, computadoras, enseres domésticos, todo lo que les haga falta, todo lo que soñaron y no creyeron poder tener algún día. El camino fue todo menos fácil, no solo un verdadero calvario llegar a Estados Unidos, días, tal vez meses de viaje, caminando y escondidos en el tren de la muerte, fallecimientos, enfermedades, extorsiones, abusos sexuales, violencia, secuestros, robos.
Ojalá llegando allá todo fuera más fácil, pero no. Nuestros hermanos inmigrantes se encuentran allá con el rechazo, viven siempre escondidos, con miedo, corriendo entre las sombras, trabajado el doble o triple por la mitad del pago, como si para ellos la vida fuera algo ilegal; extrañando a sus familias, con la nostalgia eterna de quien tuvo que cortar sus raíces y no se permitió mirar hacia atrás, quien tuvo que vencer todos sus temores, olvidarse de sí mismo, del bienestar, del calor de hogar, del abrazo del ser querido para vivir en el frío permanente de un país que los usa y los desecha, que los ocupa pero los odia.
Los inmigrantes vuelven en Navidad a visitar a sus familias, a recordar cómo se siente que les hablen en su idioma, a que se les vea con amor y admiración. Con sus maletas llenas de regalos e ilusiones sueñan con el día de volver y en sus casas los esperan con la incertidumbre de saber si quien se fue será el mismo que regresara.
En caravanas porque la cosa no ha mejorado mucho, vienen nuestros paisanos de regreso porque cada kilómetro ganado es un logro. Las bandas de extorsión no descansan, saben que traen dinero y están apostados en el camino esperándolos para asaltarlos. Ellos mismos les ofrecen cuidado a cambio de una cuota, así es que la cuota tal vez ayude a que solo los roben y no los violenten, no se pueden perdonar no llegar a la cita con sus familias.
El programa ahora llamado “Héroes paisanos” intenta resguardar su seguridad, organizar y agilizar un poco sus trámites, cuidarlos y recibirlos como los valientes héroes que son. Lamentablemente como hay gente buena hay gente mala y no hay más que cuidarse y dudar de todo y de todos. Se fueron a trabajar para ayudar a sus coterráneos pero eso tristemente es una oportunidad de lucro para sus iguales que no lo sienten como tal.
Ser respetados, cuidados, reconocidos, es lo menos que merecen, dejarlos pasar es obligación de todos, llegar y ser bienvenidos es su derecho.
“El dolor sufrido en la separación no es nada comparado con la Alegría del reencuentro”. -Charles Dickens-
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