Con gran amor para mi padre, Juan Antonio Isidro, enmedio de la más difícil batalla de su vida.
Al redactar estas líneas, Dios me concedió la fortuna de ver a mi padre despierto después de que el pasado 1 de mayo sufriera un infarto.
Su corazón se detuvo por 15 angustiosos minutos. Después nos enteraríamos que el infarto que lo mandó el hospital fue el último de una serie de 5 en menos de una semana.
Han sido días difíciles para la familia. Tuve que viajar de Matamoros a Cuernavaca para apoyar a mi madre y a la familia en este trance.
Todavía falta mucho por hacer, pero fue una verdadera sorpresa ingresar a la visita en el Hospital General José G. Parres de Cuernavaca y ver a mi padre recostado, ya sin el respirador que lo mantuvo vivo durante la última semana.
Al verme, abrió desmesuradamente sus ojos verde aceituna y me preguntó: "¿¡Y tú cuándo llegaste!?"- con la voz un poco apagada detrás de la mascarilla de oxígeno.
Creo que nunca me había emocionado tanto escuchar a mi padre preguntarme algo…
Estos días han sido de emociones encontradas. Saludar a mi madre, a mi hermano mayor, a mis tías y tíos, primas, primos y sobrinos.
Recorrer algunas de las calles de Cuernavaca, ciudad a la que dejé hace ocho años para radicar en la frontera tamaulipeca.
Recordar a mi querida hermana Lety, quien me inició y fue mi mayor apoyo cuando decidí dedicarme al periodismo y la comunicación. Hermana, colega, maestra y asesora, quien hace poco más de dos años se nos adelantó en el viaje…
Y de recordar muchos momentos felices. También los tragos amargos, porque al final del día, eso es la vida: un impresionante caleidoscopio de imágenes, sensaciones, vivencias y recuerdos…
Recuerdo que a mediados de los ochentas, cuando mi familia se mudó del Estado de México a Cuernavaca, mi papá tenía un automóvil Royal Mónaco, en su versión de lujo, con quemacocos, cristales eléctricos y cuatro puertas. Y que muchas, muchas veces, mi hermano Toño y yo lo acompañamos en sus actividades como comerciante, recorriendo cientos, quizá miles de veces distintas ciudades donde realizaba su trabajo: los lunes era en Temixco, Morelos; martes en San Martín Texmelucan, Puebla; miércoles y jueves en Chilpancingo e Iguala, Guerrero, respectivamente; los viernes en Toluca, Estado de México; sábado en Tlaquiltenango, Morelos y el domingo en el populoso barrio de la San Felipe de Jesús, al oriente del Distrito Federal.
Los viajes eran pesados, y esa era la historia de nuestras vacaciones escolares: acompañar al jefe en su trabajo.
La carretera se convertía entonces en lugar de diálogo, reposo y entretenimiento. Y en el tocacintas del poderoso Royal Mónaco rojo de papá se instituyó la democracia musical. Todos teníamos derecho a escuchar nuestra música favorita durante los viajes.
Mi hermano Toño y yo abusábamos en complicidad, y hacíamos sonar en el estéreo todo un repertorio de rock de todos los géneros: Judas Priest, Iron Maiden, Def Leppard y Ozzy Osbourne. Después llegaría la moda del "Rock en tu idioma", y con ello las cintas de Radio Futura, Nacha Pop, El Último de la Fila, El TRI y Botellita de Jerez, entre muchas otras bandas.
En sus turnos, mi padre programaba música muy variada: tríos como Los Panchos y los Tres Diamantes, cantantes como Óscar Chávez y Alberto Cortez, música de orquestas como las de Ray Coniff, Pérez Prado y Franz Pourcel hasta música tropical y afroantillana como La Sonora Matancera, Mike Laure y todo el repertorio del Tequendama de Oro.
Cuando en los viajes se incorporaba mi mamá, también cambiaba el repertorio , y era tiempo de escuchar a Juan Gabriel, Rocío Dúrcal, Estela Núñez y sus dos grandes favoritos: Roberto Carlos y José José.
Si se incorporaba la hermana mayor, Lety, por las bocinas sonaba la música de The Beatles, Wings, Styx, Miguel Mateos o Joaquín Sabina. Con nuestros hermanos más pequeños, Ana y Héctor había ciertas concesiones (los mayores éramos medio cerradones, debo reconocerlo), y ocasionalmente llegamos a escuchar música de Timbiriche, Parchís y Los Pitufos… De todo un poco…
Imagínese usted la diversidad: los cinco hijos del matrimonio Isidro Corro nacimos entre 1965 y 1978. De ellos, nuestra hermanita mayor, como ya lo mencioné, ya pasó a mejor vida; mi hermano Toño vive en Cuernavaca, su servidor reside en lo que queda de Tamaulipas; mis dos hermanos menores radican en los Estados Unidos.
Hermosos recuerdos de un tiempo feliz, en el que una familia podía viajar tranquilamente en carretera, de día, de noche o incluso de madrugada. Actualmente, lo pienso dos veces antes de viajar por carretera a Ciudad Victoria o Reynosa. No sólo cambió el panorama musical: nuestro querido México ya no es el mismo.
Todavía nos falta mucho camino por recorrer para ver a mi padre plenamente recuperado. Pero mientras esto ocurre, en la carretera de los recuerdos me sueño tripulando el poderoso Royal Mónaco dando las gracias a Dios por haberme dado un padre honesto, trabajador y tolerante, que me enseñó a abrirme paso en la vida, y del que aprendí a amar la lectura y la música, dos grandes tesoros que nos mantienen unidos a pesar de las distancias…
¡Buen viaje a tod@s!
SOUNDTRACK PARA LA LECTURA:
"Heading out The higway" (Inglaterra)- Judas Priest
"El blues de la llanta" (México)- Three Souls in My Mind
"A la orilla de la carretera" (México- Argentina)- Jaime López & León Gieco
"Cero 39" (México)- Mike Laure y sus Cometas
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