Pemex está en terapia intensiva, pero no está sola. La acompañan las petroleras del mundo y sus proveedores. Se trata de una enfermedad de alcance global y pronóstico reservado. En 2015, 42 empresas petroleras quebraron en Estados Unidos, comparado con cinco en 2014. Para el 2016, el número crecerá significativamente. El desplome en el precio de mercado ha puesto mucha presión en las compañías que tienen costos por encima de los 35 dólares: los campos de aguas profundas y los de shale caen en esa categoría.
Un buen predictor de lo que viene son los impagos: a fines de 2014, sólo 0.5% del sector de petróleo y energía había caído en default. Al cierre de 2015, ese número había crecido hasta el 11%. El total de deuda que estas empresas se han llevado a la “sombrita” asciende a 13,100 millones de dólares. Una cifra importante, pero pequeña comparada con la deuda contraída por las petroleras y gaseras desde 2007 hasta 2014. En bonos y ofertas públicas “levantaron” 255,700 millones de dólares, según The Wall Street Journal. A eso habría que sumar los préstamos que la banca les otorgó. El cálculo más conservador está en 250 mil millones de dólares.
¿Esto es como el 2008? La respuesta corta es No. En ese año, el problema principal era la gran variedad de instrumentos financieros con valor imposible de determinar. Era una bomba atómica, cuya potencia era desconocida. Ahora tenemos una deuda enorme, pero amparada por instrumentos más “convencionales”. Esto no quiere decir que el cielo esté despejado. Hace dos semanas Moodys haya anunciado la rebaja de calificación a 120 empresas de petróleo y energía, entre ellas a Pemex. Esta semana, Standard & Poor´s hizo un close up a diez de las empresas más grandes y lanzó un aviso de rebaja. Los movimientos en las calificaciones implican encarecimiento de los costos del dinero, en momentos en los que caen los ingresos: más nubes negras en el horizonte.
Los eslabones más débiles de la cadena energética son las empresas de menor tamaño. Allí es donde se espera que ocurran la mayoría de las quiebras. Para las gigantes, vienen tiempos de dieta severa, luego de un periodo de grandes banquetes. La mayor petrolera del mundo occidental, Exxon ha visto caer su valor de mercado en 105 mil millones de dólares, desde que empezó la caída de los precios a mediados de 2014. La segunda mayor, Chevron, experimenta una caída cercana a los 100 mil millones. Las tres mayores petroleras de Europa, Royal Dutch Shell, BP y Total están en una situación más delicada. Cada una de ellas, ha perdido más de 50% del valor de mercado. Los inversionistas reflejan la decepción por los bajos precios, además temen el riesgo geopolítico que estas gigantes europeas “cargan”. Son protagonistas en Medio Oriente, Rusia y los territorios de la ex Unión Soviética.
¿Qué pasa en América Latina? Petrobras, la mayor empresa de la región, tiene una de las historias más tristes que se pueden contar. A principios de esta década, llegó a tener un valor de capitalización de 295 mil millones de dólares. Era la reina del Carnaval y mucho más que eso. Ahora su valor de mercado no alcanza los 20,000 millones. Su desmoronamiento registra la caída del precio del petróleo y los escándalos de corrupción dentro de la empresa.
PDVSA no cotiza en Bolsa ni tiene una operación fácil de evaluar, dada la opacidad de la cifras venezolanas. Pemex está en terapia intensiva, ya lo saben. Hay rumores de gresca en el quirófano.
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