El viernes entrante cumpliré 12 semanas de estar trabajando en mi casa y habrán transcurrido 78 días desde el 20 de marzo en que empecé a quedarme en casa para evitar ser infectado por el coronavirus SARS-CoV-2 y enfermar y, en una de esas sucumbir, de COVID-19. Después de todo, hace rato cumplí 60 años, soy asmático e hipertenso y, para acabarla de amolar, mi amor por la comida es difícil de esconder. En suma: tengo todas las de perder si este virus archimicroscópico invade mi cuerpo y empieza a reproducirse desaforadamente en él, que es precisamente lo que le ocurre a alguien con mis características físicas.
Durante mi permanencia en casa, a la cual no veo ni como un encierro o enclaustramiento en vista de que desde años trabajo en ella, he seguido realizando las mismas actividades que antes de la pandemia, menos dos que absorbían una buena parte de mi tiempo: la primera, manejar y perder horas de mi vida yendo de un lugar a otro en la Ciudad de México, y la segunda, reunirme para desayunar o cenar con distintas personas en uno de los tantos buenos restaurantes que hay en esta ciudad. No extraño el manejar pero sí echo de menos no ver físicamente a mis amigos y conocidos, porque realmente no es igual platicar con ellos a través de WhatsApp Video, Zoom, Meet, Teams u otro método similar.
El tiempo que ahora no dedico a manejar o ver personas lo he invertido en leer más libros y artículos de revistas, escuchar más música, ver más series en Netflix o Amazon, transmitir más mensajes a través de Twitter y Facebook y, tal vez lo más importante, revisar cajas y cajones que guardan aún no sé cuántas de mis columnas y artículos que he escrito durante los últimos 38 años y materiales diversos relacionados con los programas de radio y TV que he cotidianamente he conducido desde 1989.
Por ejemplo, en una caja encontré poco más de 200 disquetes o floppy disks de 3.5 pulgadas de diámetro, los que entonces se conocían como de alta densidad (HD) y que guardaban aproximadamente 1.44 megabytes de datos. Entre 1987 y 2000 fueron el principal medio para transportar o guardar información fuera del disco duro de una computadora.
Durante dos días dediqué varias horas a ver el contenido de cada uno de ellos. Muchos estaban en blanco pero en otros encontré artículos, columnas y hasta los recados que miles de televidentes enviaron cuando vieron alguna de las emisiones del programa En La Línea de Fuego que en 2000 conduje en el Canal 13 de TV Azteca. Estos últimos resultan muy interesantes porque en ellos puede apreciarse lo que esos televidentes opinaban de diversos personajes que participaron en el programa, entre ellos los cuatro que desde 2000 han sido presidentes de la república.
¡Qué útiles me han sido estos 78 días!
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