¿Qué debemos entender por militarización? ¿Se está militarizando México?
En su obra A History of Militarism – Civilian and Military (The Free Press, Nueva York, 1937), el historiador, poeta y veterano de guerra, Alfred Vagts (1892-1986), escribió que “el militarismo ha connotado una dominación de los militares sobre los civiles, una preponderancia indebida de las demandas militares y un énfasis en las consideraciones, espíritus, ideales y escalas de valor militares”.
41 años después, el profesor de la Universidad de Columbia y experto en asuntos de seguridad mundial, Michael Klare, en su artículo Militarism: The Issues Today (Bulletin of Peace Proposals Vol. 9, No. 2, 1978), definió militarismo como “la tendencia del aparato militar de una nación (que incluye las fuerzas armadas y las agencias paramilitares, de inteligencia y burocráticas asociadas) a asumir un control cada vez mayor sobre las vidas y el comportamiento de sus ciudadanos; y para los objetivos militares (preparación para la guerra, adquisición de armamento, desarrollo de industrias militares) y valores militares (centralización de la autoridad, jerarquización, disciplina y conformidad, combatividad y xenofobia) dominar cada vez más la cultura nacional, la educación, los medios de comunicación, la religión, la política y la economía, a expensas de las instituciones civiles”.
Klare anotó que “El común denominador de estas y otras definiciones de militarismo es el exceso, el creciente dominio de los militares sobre las instituciones civiles con la concomitante debilitación de las libertades individuales y las formas democráticas para la toma de decisiones”.
En 1991, Richard Tanter, profesor de la Universidad de Melbourne y experto en armas nucleares y desarme, escribió en su tesis doctoral, Intelligence Agencies and Third World Militarization: A Case Study of Indonesia, 1966-1989, que “en términos generales, se entenderá que un Estado o sociedad está en proceso de militarización si presenta al menos una de las siguientes cinco características: (a) un aumento en el tamaño, costo y capacidad coercitiva de las fuerzas armadas, policías y agencias de seguridad; (b) un mayor papel político de los militares; (c) un aumento en la confianza del Estado en la fuerza organizada, dentro y fuera del país, para asegurar sus objetivos políticos, en lugar de la hegemonía ideológica y la negociación; (d) un cambio en la cultura hacia valores y creencias que apoyen más efectivamente la violencia estatal organizada; y (e) aumentar la alineación o alianza militar ofensiva externa con otros estados, o el uso de la fuerza externamente”.
El expresidente del IFE, Luis Carlos Ugalde, escribe en su reporte especial La Militarización en México – Hacia la Consolidación de una Política de Estado (2006-2022), difundido hace unos días, que de 2007 a 2022 “el presupuesto asignado a las Fuerzas Armadas incrementó 60.5% en términos reales”, una cantidad “superior al destinado a las secretarías encargadas de la seguridad pública a nivel federal”.
Con base en todo lo arriba anotado, puede afirmarse que, desde 2007, México está sujeto a un proceso de militarización que, tarde o temprano, debilitará la de por sí frágil democracia nacional.
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