El lunes pasado empezó en Madrid la 25ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25).
Originalmente iba a realizarse en Brasil, pero a finales de 2018, el entonces presidente Michel Temer decidió que en su país no se podía efectuar el evento.
Entonces el gobierno de Chile aceptó que la COP25 se realizara en Santiago, pero el 30 de octubre pasado el presidente Sebastián Piñera anunció que las violentas protestas sociales que ocurrían en su país impedían que el evento se llevara a cabo en la capital chilena. Un día después anunció que el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, había aceptado que la conferencia se efectuara en Madrid en las fechas originalmente programadas, del 2 al 13 del mes en curso.
Así las cosas, el lunes pasado por fin se inauguró la COP25 en una ceremonia presidida por Pedro Sánchez, la presidenta de la COP25, Carolina Schmidt, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, y el presidente del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas, Hoesung Lee.
Dentro de la conferencia también se realizan la 15ª Reunión de las Partes del Protocolo de Kioto (CMP15), la 2ª Reunión de las Partes del Acuerdo de París (CMA2) y otros eventos secundarios.
En teoría, lo que se analice, discuta y acuerde en los eventos que se están realizando en Madrid debería de influir en la vida de todos nosotros, amenazados, como estamos, por las consecuencias negativas del cambio climático global.
Y digo “en teoría” porque deja mucho que desear lo que hacen para reducir sus altos niveles de contaminación los cinco países que en conjunto generan el 61% de los contaminantes del mundo: China (30%), Estados Unidos (15%), India (7%), Rusia (5%) y Japón (4%). Ninguno de sus gobiernos, excepto la India, ha realizado grandes esfuerzos para reducir sus niveles de contaminación y todos ellos siguen quemando inmensos volúmenes de combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas).
De los latinoamericanos, los gobiernos de México y Brasil, los dos países que más contaminan al sur del Río Bravo, aparentemente no están muy preocupados por el cambio climático. El mexicano está promoviendo la explotación y uso de combustibles fósiles y el brasileño le resta importancia a los incendios en el Amazonas y ni siquiera se molestó en enviar una delegación a la COP25.
El cambio climático está afectando gravemente al mundo y la mayoría de sus gobernantes no muestran estar muy preocupados pese a lo que ha sucedido en lo que va de este siglo.
Entre 1999 y 2018 murieron 495 000 personas como consecuencia directa de más de 12 000 fenómenos meteorológicos extremos ocasionados por el cambio climático; en ese periodo las pérdidas económicas fueron de unos 3.5 billones de dólares.
En la COP25 seguramente se lograrán muy buenos acuerdos para combatir el cambio climático; sin embargo, la mayoría de los gobernantes, por razones políticas y económicas, no podrá cumplir con la mayor parte de lo que se acuerde y el mundo seguirá encaminándose a un desastre de dimensiones nunca vistas.
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