Los resultados de las elecciones del pasado domingo son tantos y tan variados que me resulta imposible interpretar cada uno de ellos, máxime que aún no son definitivos y pueden variar por diversas causas.
Lo primero que me queda claro es que las elecciones las ganamos los mexicanos, el INE y los organismos autónomos constitucionales. Al perder su mayoría calificada en la Cámara de Diputados, el presidente Andrés Manuel López Obrador ya no podrá reformar la Constitución a su antojo. Todos ganamos.
Recordemos que la coalición PAN-PRD-PRI no se creó para presentarle a los mexicanos un proyecto alternativo al de la 4T, como dijo ayer AMLO; quien crea esto es un ingenuo.
Aceptemos que la unión de estos tres partidos tan diferentes fue para lograr un solo propósito: arrebatarle curules a MORENA y a sus aliados en la Cámara de Diputados para así dejar a AMLO sin la mayoría calificada que desde septiembre de 2018 ha aprobado sin chistar la mayoría de las iniciativas que le ha enviado, sea para emitir nuevas leyes, reformar o derogar las vigentes o modificar la Constitución para adecuarla a los designios que tiene para el país y para eliminar o debilitar a las instituciones que han sido creadas para limitar los alcances de la autoridad del titular del Poder Ejecutivo.
Desde antes de ser presidente, Andrés Manuel escribió y dijo que los organismos constitucionales autónomos no tienen razón de ser o que son creaciones funestas del neoliberalismo al servicio de los conservadores y no del pueblo bueno y sabio.
Por ejemplo, respecto a la autonomía del Banco de México, recientemente dijo que someterá a consideración del Senado a algún economista con “vocación social” para sustituir al actual gobernador. También ha sugerido una y otra vez que las reservas y utilidades del banco central deberían estar al servicio de la 4T, lo cual pondría en riesgo la estabilidad financiera y económica del país.
También ha afirmado que el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) está al servicio de los ricos y poderosos, cuando en realidad no le gusta que muchas de las acciones opacas de su gobierno sean investigadas y difundidas. AMLO pretende desaparecer el INAI y que sus funciones las asuma la Secretaría de la Función Pública que hoy está en manos de una de sus más leales subordinadas que no ha podido explicar el origen de su riqueza.
Tampoco le gusta que existan la Comisión Federal de Competencia Económica (COFECE) ni el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), organismos que tiene en la mira desde hace tiempo y más desde que ambas se han atrevido a presentar controversias constitucionales en torno a diversos artículos de leyes que han sido aprobadas por el dócil Congreso que hoy sirve a los intereses del presidente y no a los de todos los mexicanos.
Y si pudiera hacerlo, AMLO también desaparecería al INE, como en 2019 desapareció al Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE). Como el neopriista que ha resultado ser, le devolvería a la Secretaría de Gobernación la responsabilidad de organizar las elecciones y controlar sus resultados como en los tiempos del priato.
Durante los próximos días comentaré más sobre la elección del domingo pasado.
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