El 9 de septiembre del año pasado advertí en este espacio que el Tratado de Aguas de 1944 podía convertirse en un dolor de cabeza para el nuevo gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum. Nadie me hizo caso. El tema no estaba en la agenda pública ni en las conversaciones entre analistas. Pero ahora que Donald Trump ha regresado a la Casa Blanca, el conflicto escaló con la rapidez de siempre: acusa, amenaza y se victimiza. Nada nuevo. Así actúa el abusador de siempre.
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