Recuerdo una Navidad en que mi papá, (excelente cocinero), preparó un delicioso pavo al horno.
Mis hermanos, que entonces tenían 4 y 6 años, entraron a la cocina y vieron el proceso de elaboración del platillo, en el que mi padre le estaba inyectando con una jeringa vino al pavo crudo, para mejorar su sabor.
Al ver esto, (perplejos los dos) mi hermanita la mayor preguntó que qué era eso y que estaba haciendo.
– Es pavo, lo estoy inyectando.
– ¿Que es pavo?
– Es como una gallina pero más grande
– ¿Y por qué lo inyectas papá?
– Para que sepa más rico
– ¿Lo vamos a comer?
– Sí
– ¡Mamá, yo no quiero pavo!
Desde ese dia, y por bastante tiempo en adelante, ninguno de mis hermanos quiso comer pavo, pollo o cualquier cosa que remotamente les recordara haber sido alguna vez un animal vivo.
La idea de comerse un pavo (animal) que haya sido inyectado (torturado) los horrorizó.
¿Comerse algo o comerse a alguien?
Los niños tienen algo que al crecer y volvernos adultos, a veces perdemos: Pureza de carácter, compasión natural, consciencia nítida, sencillez.
Cuando somos pequeños, aun no tenemos tantas y tantas cosas en la cabeza. Somos sencillos y pensamos muy simple; no por ello tontamente.
Creo que los niños nos pueden recordar mucho de lo que realmente es importante y cómo son las cosas en verdad, sin escondrijos o enmascaramientos.
Tal cual, así como se ve a simple vista o, con el corazón.
El Corazón es más antiguo y sabio que nuestro sobrevalorado y tan venerado intelecto.
En los seres humanos, dentro del vientre materno, lo primero que se forma es el corazón; mucho antes que el sistema nervioso. En un punto de ese proceso, podemos decir que los humanos, ¡somos puro corazón!
¡Corazón puro!
Al permitir que otros seres vivos (como nosotros), sean tratados como “algo” y no como alguien, nos condenamos a ser tratados de la misma forma; y lo aceptamos gustosos y sin darnos ni cuenta; hacemos a un lado el corazón.
Al vendernos la inmensa mentira de “el pollo feliz”, nos atiborran con las mismas hormonas, antibióticos y sustancias anabólicas con las que los desventurados animales de crianza son engordados en semanas, lo que se debería crecer en meses y años.
(Lejos de ser algo saludable, ingerimos sustancias cancerígenas y nos incorporamos a las filas interminables de obesos mórbidos).
La vida es muy demandante, cada vez más rápida hay miles de distracciones a lo largo del día.
Esto es aprovechado por quienes agendan nuestro calendario por temporadas de consumo uniforme; por quienes rigen nuestra alimentación de la misma forma que dictan la moda; por quienes lo mismo martirizan animales indefensos, que explotan esclavos de la confección en “sweat shops” de países subdesarrollados donde seres humanos indefensos, reciben el mismo trato que los animales de las granjas industriales.
Los trabajadores que dejan la vida en talleres y telares por un plato de arroz, un vaso de agua y algunos centavos, tambien han sido convertidos en “algo”, lo mismo que las vacas, los cerdos, las gallinas, los patos y todo otro ser viviente susceptible de ser convertido en “commodity” para enriquecimiento de los insaciables.
Corremos hacia quién sabe dónde, mientras nuestra mente brinca constantemente de un pensamiento al otro. “Debo hacer esto… tengo que aquello… no me gusta tal o cual… quisiera… me gusta… porque habrá… me enoja… me pone feliz… sí, no, tal vez… lo que hice ayer, lo que salió en la tele… lo que aquel me dijo… lo que mañana o en unos años…”
¡BASTA!
Aquí y ahora. ¿Cómo me estoy sintiendo en este mismo instante?
Solo existe el ahora.
¿Cómo estoy?
RESPIRA
El mundo no se va a detener o acabar solo porque tú hagas una pausa.
Olvídate de quien te hacen creer que eres. Todas las etiquetas que te has puesto, y simplemente sé tú.
Recupera tu identidad.
Siente tu cuerpo.
¡Ahí está!
Ya has recordado lo que es importante, ¿verdad?
Tú. ¡Tú eres importante!
Eres el centro del universo que habitas.
Observas todo a traves de tu único y particular enfoque.
Todo lo demás es solo parte de la historia de tu vida.
El que la observa y vive, eres tú. Un ser consciente de sí mismo, que en este momento estás observándote desde afuera, al mismo tiempo que sintiéndote dentro tu cuerpo.
Basta con preguntarte:
¿SOY ALGO O SOY ALGUIEN?
Mis hermanitos pequeños en su inocencia, que no era ignorancia, pudieron intuir que algo no estaba bien; que los animales debían ser tratados de otra forma y, sobre todo, que tenían el mismo derecho a vivir y ser felices.
Somos “alguien”, no algo.
No TENEMOS en alguna parte remota e intangible un “alma” o “espíritu”
Somos seres con CONSCIENCIA Y CONCIENCIA; espíritus que habitamos un hermoso cuerpo físico.
De la misma manera hay otros seres vivos que, teniendo un intelecto menos avanzado que nosotros, sin embargo, tienen consciencia de existir y un enfoque único del mundo.
Por ejemplo un perro o un gato, es un individuo con ciertos rasgos de carácter únicos; y él (o ella) están en el centro de su propia vida.
No tienen la misma inteligencia humana para saber muchas cosas pero quieren; como nosotros; quieren vivir, sentirse bien, socializar, jugar, amar, evitar el dolor.
Es capaz de sentirse feliz, alegre, amado, triste, enojado, temeroso, solitario, frustrado…
Esos seres no son inferiores porque estén indefensos.
Nuestra decisión sobre sus vidas, es una cuestión de poder y deber.
PODEMOS disponer de ellos; ¿pero debemos?
No pretendo dictar una lección moral; pero sí hago una invitación a pensar si es justo decidir sobre la vida de otros seres vivos, en función de apetitos o de ganancias.
Cuando tomemos decisiones sobre ellos, no nos engañemos; no disponemos de ALGO, sino de ALGUIEN.
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