Parece ser que Copérnico se equivocó… al menos aquí en la Ciudad de México nuestro mundo no gira alrededor del sol, sino de los verificentros. Quienes administran estas empresas se comportan como señores feudales: dictan hasta qué hora duerme uno, a qué hora llega con su familia, si tenemos que llegar tarde al trabajo o interrumpir nuestra jornada laboral; incluso si un coche modelo 2016 circula o no todos los días.
En repetidas ocasiones los habitantes de esta ciudad hemos sido testigos o víctimas de la incapacidad de los verificentros para prestar un buen servicio. En unos: filas interminables para verificar. En otros: filas desde la madrugada para poder alcanzar turno o ficha. Por supuesto que el turno es el que te toca; si tienes algo importante que hacer a la hora que te asignaron, no es problema del verificentro. Ahí de ti si quieres hacer valer tus derechos, te haces acreedor al típico “si quieres… si no, ahí hay una fila de personas que sí quieren tu turno”.
Al parecer, por disposición oficial desde mediados de octubre los verificentros solo brindan el servicio con previa cita (al menos así dice uno de los papelitos entregados a automovilistas que estaban haciendo fila a las 5:15 AM afuera de un verificentro). ¡Maravilloso, ahora en lugar de estar por horas formado con tu auto, estas por horas marcando un teléfono! En uno de los pocos sitios de internet disponibles, tienes que estar listo a las 12:00 de la noche (que es cuando liberan las citas en el sistema) con la conexión de internet y el dedo índice “más rápidos del oeste”, pues en unos cuantos segundos se acaban las citas para el día designado. En suma, no es un sistema de citas, es un sistema de asignación de fichas o turnos que te cambia la desmañanada por una desvelada.
Por si lo anterior fuera poco, algunos automovilistas también tienen que padecer que sus autos sean rechazados por que, según la Secretaria del Medio Ambiente de la Ciudad de México, no tienen activado el Sistema de diagnóstico a bordo (SDB). Curiosamente al ir al taller del fabricante, un técnico escanea el vehículo y sale la lectura sin problema. Se te entrega un reporte impreso y amablemente te indican: “eso es en lo único que les podemos apoyar”. Obviamente tal documento no sirve de nada en un verificentro. En suma el gobierno y los talleres de los fabricantes de autos se pasan la bolita, se lavan las manos ¿y el automovilista? ¡Bienk, gracias!
¿Y todo para qué…todo para qué?
Sería interesante hacer un recuento del impacto socioeconómico de los problemas que acabo de narrar. ¿Cuántas horas de sueño o de estar con la familia perdieron quienes tuvieron que hacer fila de madrugada (eso sin contar si a algunos los asaltaron mientras esperaban)? ¿Cuál es el impacto en la productividad a causa de los permisos o llegadas tarde al trabajo, tiempo invertido en estar marcando un teléfono o pegado a una página de internet para hacer una cita? Por solo considerar algunos impactos.
Lo peor de todo es que la evidencia muestra que el problema no son los autos. Si no, ¿por qué la calidad del aire siempre es mala en los municipios donde hay industria, incluso en días despejados?
En países como Japón e Inglaterra, el gobierno decidió sacar la industria de la capital. Los japoneses hicieron investigaciones que comprobaron el rol de las empresas en el problema y las obligaron a invertir en tecnologías limpias. En México, a la más fiel usanza medieval: el rey-gobierno impone medidas equivalentes a curar una pulmonía yendo a bailar a Chalma bajo la lluvia, facultando a sus señores feudales/verificentros para ejecutar lo dispuesto sin importar cuánto fastidien a la población.
Lo anterior, además de no resolver el problema, motiva a la gente a buscar la manera de “darle la vuelta”: dar mordida, comprar otro auto, una moto o transportarse en taxi (es decir, sustituir un automotor por otro que contamina igual o más). En cuanto al problema del SDB, si las armadoras de autos no respaldan a sus clientes y se limitan a dar un pepelito que no sirve de nada, probablemente veremos proliferar tramposos que vendan algún truco para pasar la verificación.
El gobierno sabe cuál es la enfermedad, pero no quiere aplicar la medicina adecuada. Prefiere hacer como que resuelve el problema, mientras los ciudadanos hacemos como que no nos afecta, dándole la vuelta y creyéndonos muy listos por ello.
Lo triste es que hemos jugado ese juego por siglos y creemos que todo se resuelve con marchas o cambio de gobierno. No reconocemos que tenemos una enferma y torcida relación con nuestros gobernantes. Los verificentros son solo un ejemplo de ello, pues nos limitamos a “lidiar” con el problema en lugar de informarnos y organizarnos para presionar a los funcionarios públicos a hacer bien su trabajo y resolverlo juntos.
Bien decía Einstein: “locura es hacer lo mismo una y otra vez, y esperar resultados diferentes”.
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